E-motion. Revista de Educación, Motricidad e Investigación
2014, nº 3, pp. 134-154. ISSN: 2341-1473
© Copyright: 2014 Grupo de investigación (HUM-643)
Edición Web (www.uhu.es/publicaciones/ojs/index.php/e-moti-on/index)
Factores limitantes del rendimiento en un
50 libre
Álvaro Tomico Becerra
Universidad de Huelva
Email: alvaro.tomico@alu.uhu.es
RESUMEN:
El objetivo del presente trabajo es el de identificar los factores que
determinan el rendimiento en un 50 libre, tarea que resulta fundamental
para optimizar el entrenamiento de cualquier modalidad deportiva. Esta
prueba, se constituye como la más corta, en cuanto a duración, de
todas las que componen la natación competitiva, razón por la que la
fuerza-explosiva o potencia -tanto en la salida como el en el nado -
juega un papel crucial en el éxito en dicha prueba. A su vez, la
capacidad del deportista para mantener los valores óptimos de fuerza-
explosiva durante el transcurso de la prueba, se convierte en otro de los
aspectos esenciales del rendimiento que va a repercutir en el tiempo
final de la prueba.
A la hora de analizar los factores que influyen en el rendimiento de
esta prueba, han sido excluidos aquellos relacionados con aspectos
técnicos y biomecánicos, y se han tenido en cuenta los aspectos
reglamentarios, las competiciones que realiza el deportista a lo largo de
la temporada, la composición corporal idónea, las necesidades de
fuerza específica, el perfil de resistencia aeróbico y el perfil de
resistencia anaeróbico. Por último, se exponen algunos instrumentos
para valorar el rendimiento del deportista a lo largo del proceso de
entrenamiento, ya sea en la piscina o en el gimnasio.
PALABRAS CLAVE: Natación, 50 libre, rendimiento, fuerza-explosiva
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
Tomico, A.
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1. INTRODUCCIÓN
La natación competitiva se constituye como una modalidad deportiva realizada
en el medio acuático, cuyo nivel de rendimiento se asocia a la capacidad del deportista
de completar una distancia determinada en el menor tiempo posible (Willems,
Cornelis, De Deurwaerder, Roelandt, y De Mits, 2014; Barbosa, Morais, Marques,
Costa y Marinho, 2014). El hecho de que se desarrolle en el medio acuático, dota a
este deporte de unas características muy peculiares. En primer lugar, porque se
requiere un mayor gasto energético para desplazarse a través de ella, dado que el
agua es aproximadamente 800 veces más densa que el aire (Caputo, Oliveira,
Denadai, y Greco, 2006), y por tanto, el nadador tendrá que superar la resistencia que
ésta ofrece para poder avanzar (Seifert et al. 2010). En segundo lugar, porque al estar
inmerso en un medio inestable, tan solo una parte de la fuerza aplicada por el nadador
se traduce en fuerza propulsiva (Caputo et al., 2006; Salo y Riewald, 2008), que es la
que permite al nadador avanzar hacia delante. Por tanto, uno de los principales
factores que determinan el éxito en este deporte se relaciona con la capacidad del
deportista para maximizar la fuerza propulsiva y reducir la resistencia al avance que
ofrece el medio acuático (Barbosa, Morais, Marques, Costa y Marinho; Caputo et al.
2006), lo que a su vez está muy relacionado, entre otros aspectos, con la habilidad
técnica del individuo.
Las distintas pruebas que componen la natación competitiva van desde los 50
hasta los 1500 metros, y cada una de ellas se caracteriza por diferentes duraciones,
intensidades (Figueredo, Zamparo, Sousa, Vilas-Boas, y Fernandes, 2011) y estilos
natatorios, lo que supone que se produzcan distintas demandas en el organismo del
nadador (Toussaint y Hollander, 1994), así como distintos requerimientos a nivel
biomecánico.
En este trabajo se analizarán los diferentes factores que influyen en el
rendimiento del 50 metros estilo libre realizado en piscina de 50 metros, tarea que
resulta fundamental para optimizar el entrenamiento de cualquier modalidad deportiva.
(Cajuela et al. 2007). La prueba de 50 metros libre suele realizarse al estilo crol, dado
que es el más rápido de los cuatro estilos que componen la natación competitiva. Se
constituye como la prueba más rápida, estando el récord del mundo masculino en
20,91 segundos en piscina de 50 metros, y en 20,30 segundos en piscina de 25
metros. Cuando se realiza en piscina de 50 metros, el tiempo total de la prueba está
compuesto por el tiempo de salida (primeros 15 metros), tiempo de nado (desde los
15 a los 40 metros), y tiempo de llegada (desde los 40 a los 50 metros) (Arellano,
Brown, Cappael y Nelson, 1994).
El rendimiento en la salida, es uno de los elementos claves en el rendimiento de
esta prueba (West, Owen, Cunningham, Cook y Kilduff, 2011), pudiendo convertirse en
hasta un 30% de la distancia total de la misma (Lyttle and Benjanuvatra, 2007; citado
por Bishop, Smith, Smith y Rigby, 2009). La ejecución de una buena salida vendrá
determinada por el tiempo de reacción, la potencia del salto y la habilidad para
desplazarse a una alta velocidad durante el deslizamiento subacuático (Maglischo,
1993; citado por Breed y Young, 2003).
Por otro lado, la velocidad durante el nado, vendrá determinada en buena parte
por la capacidad del nadador de generar fuerza xima a una elevada frecuencia de
brazada (número de brazadas por unidad de tiempo) (Girold, Maurin, Dugue, Chatard
y Millet, 2007), de conseguir una óptima longitud de brazada (distancia recorrida por el
nadador en cada brazada) (Girold, Jalab, Bernard, Carrete, Kemoun, y Dugue, 2012) y
de mantener una correcta posición del cuerpo y una buena técnica (Monu, 2013)
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durante todo el transcurso de la prueba. En resumen, podemos decir que la velocidad
máxima de nado, especialmente en distancias cortas, depende de la fuerza
propulsiva generada por el nadador, así como de las capacidades técnicas y
energéticas del mismo (Dopsaj, Matkovic y Zdravkovic, 2000).
Por último, el rendimiento en la llegada se verá influenciado por la capacidad del
nadador para mantener los óptimos niveles de potencia y velocidad, así como la
habilidad técnica durante los últimos 10 metros de la prueba, aunque evidentemente,
lo segundo repercutirá sobre lo primero.
Reglas que influyen en el rendimiento
De entre las principales consideraciones que debemos tener presente a la hora
de analizar de qué manera los aspectos reglamentarios influyen en el rendimiento de
esta prueba, destacamos: 1) aquellas relacionadas con la forma con la que el nadador
puede desplazarse por el agua y 2) aquellas que tienen que ver con la manera en la
que el nadador inicia su puesta en acción, esto es, la salida.
Con respecto a la manera en la que el nadador puede desplazarse en un 50
libres, el reglamento de natación establece que en las pruebas de estilo libre, “el
nadador puede nadar cualquier estilo, excepto en las pruebas de estilos individual o
por equipos, en las que estilo libre significa cualquier estilo que no sea espalda, braza
o mariposa”. Dado que el reglamento no establece ninguna directriz sobre cómo
nadar en estilo libre, el nadador podrá elegir la forma de nadar que sea más eficaz, es
decir, con la que consiga completar la distancia en el menor tiempo posible. Pero aun
así, es el estilo crol el que emplean la gran mayoría de los nadadores en las pruebas
de estilo libre, puesto que es el estilo que se considera más rápido desde el punto de
vista biomecánico (Troup, 1999; citado por Monu, 2013).
Por otro lado, se permite que durante los primeros 15 metros después de cada
salida y cada viraje, el nadador pueda “permanecer completamente sumergido (…) En
este punto (15 metros desde la pared) la cabeza debe haber roto la superficie”. Esta
norma puede favorecer la velocidad del nadador durante este tramo, puesto que al
avanzar por debajo de la superficie del agua, el cuerpo del nadador no se vería
expuesto a la resistencia que ofrece el agua en la superficie generada por el oleaje
(Videler, 1993; citado por Arellano, Pardillo y Gavilán, 2002). Por tanto, siempre y
cuando el nadador desarrolle una patada ondulatoria subacuática eficaz (Willems et
al., 2014), el mantenerse por debajo de la superficie del agua durante la mayor
distancia reglamentaria posible (15 metros desde la pared) contribuiría a disminuir el
tiempo empleado en las fases de salida y viraje (Arellano, Pardillo y Gavilán, 2002), y
con ello, el tiempo empleado en recorrer la distancia de la prueba.
Con respecto salida, decir que ésta se realizará desde fuera del agua, según la
norma 4.1. del Reglamento de Natación 2013/2017 de la Real Federación Española de
Natación, que establece que “la salida para las carreras de Estilo Libre, Braza,
Mariposa y Estilos Individual, se efectuará por medio de un salto”. El salto se realizará
desde una plataforma situada en el borde de la piscina, y que se encuentra a una
altura de entre 50 y 75 centímetros sobre el nivel del agua, después de que el Juez de
Salidas dé la señal de salida.
Por este hecho, un tiempo de reacción rápido y una gran potencia de salto, son
esenciales para un buen rendimiento en la salida (Breed y Young, 2003). Estos dos
factores, unido a la capacidad del nadador para avanzar con rapidez mediante la
patada ondulatoria subacuática durante los primeros 15 metros de la prueba,
determinarán el rendimiento de la salida, que, como dijimos anteriormente, se
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convierte en un elemento clave del rendimiento en una prueba tan corta como es el 50
libre Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre (Breed y Young, 2003; West et
al. 2011; Rebutini, Pereira, Bohrer, Ugrinowitsch y Rodacki, 2014).
Las competiciones a las que se enfrenta el nadador a lo largo de la temporada
pueden ser divididas en dos grupos: las competiciones de la temporada de invierno
(en piscina de 25 metros) y las de verano (en piscina de 50 metros). Ambas
determinan los dos macrociclos en los que se divide cada temporada, siendo el
objetivo principal para el nadador llegar a su capacidad de rendimiento máxima en las
competiciones más importantes de cada macrociclo (invierno y verano).
2. COMPETICIONES ANUALES
Las competiciones a las que se enfrenta el nadador a lo largo de la temporada
pueden ser divididas en dos grupos: las competiciones de la temporada de invierno
(en piscina de 25 metros) y las de verano (en piscina de 50 metros). Ambas
determinan los dos macrociclos en los que se divide cada temporada, siendo el
objetivo principal para el nadador llegar a su capacidad de rendimiento máxima en las
competiciones más importantes de cada macrociclo (invierno y verano).
Según Vasconcelos (2000), podemos establecer tres tipos de competiciones, las
cuales se corresponden con niveles de objetivos diferentes respecto a la participación
del nadador. Estas son:
Competiciones preparatorias: son aquellas en las que el nadador participa
sin ningún tipo de preparación específica, incluyéndose en las etapas de
preparación específica y precompetitiva, formando parte del propio
entrenamiento. Tienen como principal objetivo, entre otros, la adaptación a las
situaciones de competición, el desarrollo de una determinada cualidad motora o
el refuerzo de la confianza en sí mismo.
Competiciones importantes: estas competiciones representan un objetivo
real para los nadadores y para el club. Desde el punto de vista psicológico,
sirve para tomar contacto con las exigencias de las competiciones más
importantes, dado que el nadador estará en disposición de hacer mejores
tiempos debido a factores volitivos y a una preparación secundaria.
Competiciones principales: estas competiciones representan el objetivo
primordial de la temporada, en las que el nadador debe alcanzar su pico
máximo de forma. Para ello, se lleva a cabo una fase de preparación especial
previa, denominada “tappering” o “puesta a punto”, en la que se permite una
recuperación total del organismo.
3. COMPOSICIÓN CORPORAL
Tanto la composición corporal como el somatotipo ideal varía en función de cada
modalidad deportiva o de la prueba específica a la que se tenga que enfrentar el atleta
(deGaray, Levine, Carter, 1974; citado por Siders, Lukaski y Bolonchuk, 1993). De
hecho, Tanner (1964); citado por Camarero, Tella, Moreno, y Fuster (sin fecha)
descubrió que según el evento deportivo, los deportistas que rindieron a un alto nivel
en los Juegos Olímpicos, mostraban unas características antropométricas definidas y
diferenciadas. Según Strzala y Tyka (2009) a niveles de rendimiento medio-alto, tanto
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los índices biométricos (altura y envergadura), como de estructura corporal (masa
magra corporal), en general, son decisivos en la velocidad natatoria.
Una revisión realizada por Faulkner (1966), citado por Siders, Lukaski, y
Bolonchuk (1993), indi que los nadadores velocistas tienden hacia un somatotipo
mesomórfico, acomo a niveles s bajos de grasa corporal que los nadadores que
se dedican a hacer pruebas más largas, los cuales muestran un mayor componente
endomorfo (Carter and Marfell-Jones, 1994; citados por Stager y Babington, 1995).
Además, muchos estudios coinciden al señalar que estos nadadores tienen una mayor
estatura, masa coporal y masa muscular que los nadadores de resistencia (Strzala and
Tyka, 2009).
La mayoría de la literatura científica vinculada al estudio de las variables
antropométricas y su relación con el rendimiento en la velocidad en natación, se centra
en la población de jóvenes nadadores, con el objetivo, por un lado, de encontrar
aquellas variables que puedan predecir el rendimiento natatorio a cada edad (Rama,
Santos, Gomes, y Alves, 2006), dado que en edades tempranas, los atributos
relacionados con el éxito deportivo varían en función de la edad del deportista (Stager
y Babington, 1995). Por otro lado, se pretende establecer un criterio en el que basarse
para el proceso de identificación de talentos y de desarrollo en un deporte concreto
(Blanksby, Bloomfield, Ponchard, y Ackland, 1986). En este sentido, se han
encontrado determinados parámetros antropométricos, como la masa corporal, masa
muscular, altura y envergadura; que correlacionan positivamente con el rendimiento en
las pruebas de velocidad de natación, por lo que deben ser tenidas en cuenta
(Geladas et al., 2005; Grimston and Hay, 1986; Jrim.e et al., 2007, Silva et al., 2007;
citados por Lätt et al., 2010). Esto puede deberse a la relación que guardan dichas
variables con la longitud de brazada (Strzala and Tyka, 2009), la cual juega un papel
decisivo en una prueba de 50 metros (Girold et al., 2012).
Son varios los estudios que han destacado la importancia de la altura y de la
envergadura de brazos para el rendimiento en las pruebas de velocidad. Borms
(1986), citado por Camarero, Tella, Moreno, y Fuster (sin fecha), refuerza el concepto
sobre la importancia de la altura en los nadadores, indicando, en su revisión
bibliográfica, el interés de los parámetros antropotricos como son la longitud de los
miembros superiores e inferiores y las longitudes de las manos y de los pies. Por otro
lado, Cardoso y Alves (1995), citados por Camarero et al. (sin fecha), llegaron a la
conclusión de que la técnica de crol muestra una relación positiva con la altura,
envergadura y longitud de la mano. En esta misma línea, Nasirzade, Ehsanbakhsh,
Argavani, Sobhkhiz, y Aliakbari (2014), evaluaron el rendimiento del 50 libre en 23
nadadores de entre 13 y 14 años, con una experiencia competitiva de entre 4 y 6 años,
llegando a la conclusión de que el tiempo empleado en realizar la prueba está
relacionado de forma significativa con la altura y la envergadura. Por otro lado
Zampagni, Casino, Benelli, Visani, Marcacci, y De Vito (2008), en un intento de
determinar cuáles son las variables que pueden predecir el rendimiento en las pruebas
de estilo libre en nadadores master de entre 40 y 80 años, indicaron que la altura fue
una de los mejores predictores en las pruebas de 50 y 100 libres.
Por otro lado, se ha demostrado que la longitud de las extremidades superiores
también juega un papel relevante en el rendimiento en las pruebas de velocidad.
Geladas, Nassis, y Pavlicevic (2005) llegaron a la conclusión de que la longitud de las
extremidades superiores, puede ser usada para predecir el rendimiento en los 100
metros libre en chicos de entre 12 y 14 años. Igualmente, tt et al. (2010), sugieren
que, debido a la correlación entre el rendimiento en los 100 metros libre y la
envergadura, la longitud de las extremidades superiores y la anchura de hombros,
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pueden estar relacionadas con factores biomecánicos relevantes para la propulsión.
La explicación a este hecho puede deberse a que cuanto más larga sea la extremidad,
mayor se la longitud de los fascículos musculares. Dicha longitud, correlaciona
positivamente con la velocidad de acortamiento del sculo (Lieber y Friden, 2000),
además, podría dar lugar a una mayor generación de potencia muscular, lo que a su
vez mejoraría el rendimiento en las pruebas de sprint (Kumagai et al., 2000; citados
por Nasirzade et al., 2014).
Autores como Klika y Thorland (1994), identificaron otras variables relacionadas
con la composición corporal que se asociaron a un mayor rendimiento en la prueba de
100 yardas a crol (91,4 metros). Una de ellas fue la muscularidad (entendida como el
nivel de masa muscular en relación a la estatura), la cual correlacionó positivamente
con la velocidad de nado en dicha prueba en un grupo de nadadores de entre 17 y 22
años, así como con otras variables como el volumen y la masa corporal, masa
muscular, potencia en los miembros inferiores y fuerza en la brazada. Por otro lado,
encontraron que la densidad corporal (masa corporal en relación al volumen corporal),
además de correlacionar negativamente con el nivel de grasa corporal, correlacionó de
forma significativa con la fuerza de brazada, dejando ver que niveles más altos de
densidad corporal contribuyen a nadar más rápido por este hecho.
4. LA FUERZA Y SUS DISTINTAS MANIFESTACIONES
Desde la perspectiva de la actividad física y del deporte, podemos definir la
fuerza como la capacidad de un músculo o grupo muscular para vencer o soportar una
resistencia bajo unas condiciones específicas (Siff y Verhoshansky, 2000; García
Manso et al, 1996; citados por Cancela y Ramírez, sin fecha), siendo considerada
como una de los factores más importantes que determinan el éxito deportivo
(Özçaldiran, y Durmaz, 2008).
En natación, mediante la generación de tensión muscular, el deportista transfiere
una determinada cantidad de energía cinética al agua, acelerando cierta cantidad de
masa de agua y generando fuerza propulsiva (Caputo et al., 2006), la cual representa
uno de los factores claves que determinan el rendimiento en el estilo crol (Toussaint,
Van der Berg y Beek, 2002). Al contrario de lo que sucede en los deportes en tierra,
donde el 100% de la fuerza que aplica el deportista se traduce en fuerza propulsiva, en
natación, dada la inestabilidad del medio en el que se desarrolla, tan solo un
porcentaje de la fuerza total aplicada por el nadador servirá para que éste se propulse
(Salo y Riewald, 2008). Por esta razón, el desarrollo de la fuerza específica para la
mejora del rendimiento presenta una mayor dificultad en este deporte (Salo y Riewald,
2008).
Junto con la velocidad, la fuerza, entendida como la capacidad del músculo para
generar la máxima tensión a una velocidad dada (Knuttgen, 1987; citado por Pelot y
Darmiento, 2012), pasa a ser un factor determinante en las pruebas cortas de natación
(Miyashita y Kanehisa, 1983; Toussaint y Vervoorn, 1990; Tanaka et al., 1993; Trappe
y Pearson, 1994; Girold et al., 2007; citado por Garrido et al., 2010), así como uno de
los principales elementos a trabajar en el programa de entrenamiento de un velocista
(Girold, Calmels, Maurin, Milhau, y Chatard, 2006). De hecho, Watanabe y Takai
(2005), citados por Garrido et al. (2010), concluyeron que la fuerza muscular es un
importante factor explicativo del rendimiento en pruebas de 50 metros en ambos
géneros en nadadores de más de 15 años.
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Por otra parte, parece ser que el desarrollo de la fuerza de los miembros
superiores es el factor que más influye en el rendimiento natatorio, dado que las
extremidades superiores contribuyen en mayor medida a generar fuerza propulsiva
que las inferiores (Girold et al., 2012). De hecho, son varios los estudios que han
indicado una correlación significativa entre la fuerza muscular del tren superior y la
velocidad de nado en distancias cortas (Toussaint y Vervoorn, 1990; Hawley y
Williams, 1991; citados por Garrido et al., 2010), así como con el rendimiento en
pruebas de 25 y 50 metros y la fuerza rotacional generada durante el nado (Hawley et
al., 1992 y Smith et al., 2002; citados por Garrido et al., 2010). Estas mejoras en la
velocidad de nado, pueden ser debidas a la influencia que ejerce la fuerza muscular
sobre la longitud de brazada. Parece ser que las ganancias de fuerzas obtenidas a
través del entrenamiento, se traducen en un aumento de la longitud de brazada
(Toussaint and Vervoorn 1990; citados por Aspenes, Kjendlie, Hoff, y Helgerud, 2009).
Este parámetro representa un factor clave en el rendimiento de un 50 libre, a pesar de
que la longitud de brazada en esta prueba sea menor en comparación con las pruebas
más largas (Girold et al., 2012).
Manifestaciones de la fuerza en natación
En función de la tensión generada por el músculo, el tiempo que tarde en
aplicarse la fuerza, el tipo de contracción producida, además de otros factores; se
producirá una determinada manifestación de la fuerza (González-Badillo y Gorostiaga,
1995). En natación, las diferentes manifestaciones activas de la fuerza van a
condicionar el rendimiento del deportista en determinados momentos de la prueba
(Cancela y Ramírez, sin fecha), aunque suele prestarse especial atención al desarrollo
de la fuerza (dinámica) máxima y a la fuerza explosiva, dado que ambas determinan
en gran medida la magnitud de la fuerza de tracción que el nadador desarrolla al
nadar, además del salto que realizará en la salida (Cancela y Ramírez, sin fecha).
Dichos aspectos van a condicionar en buena parte la velocidad de salida y de nado en
esta prueba, contribuyendo de forma significativa a la mejora del rendimiento en la
misma.
Fuerza máxima
La fuerza máxima hace referencia a la mayor tensión que puede generar el
músculo de forma voluntaria ante una resistencia que puede ser desplazada una sola
vez (fuerza dinámica xima) o cuando ésta no puede ser desplazada (fuerza
isométrica máxima) (González-Badillo y Gorostiaga, 1995). En natación, nos
centraremos en las contracciones de tipo dinámico, ya que son las que se dan a
medida que el nadador avanza por el agua (Garrido et al., 2010).
La mejora de la fuerza máxima es un elemento esencial para la mejora del
rendimiento en natación (Aspenes et al., 2009), ya que está relacionada con el
incremento de la longitud de ciclo, y por ende, de la velocidad (Trinidad y Lorenzo,
2012). Por otro lado, las ganancias en la fuerza dinámica máxima del deportista van a
jugar un papel muy relevante a la hora de retrasar la aparición de la fatiga, dado que a
un mismo nivel de contracción subxima (en términos absolutos), menor será la
intensidad relativa (porcentaje de fuerza generada en relación a la máxima capacidad
para ejercerla) (Blanksby, Bloomfield, Ponchard y Ackland, 1986; Newton, Jones,
Kraemer y Wardle, 2002). Esto quiere decir que el nadador con una mayor fuerza
dinámica máxima, empleará menos esfuerzo al aplicar una determinada cantidad de
fuerza, fatigándose menos, y por ende, pudiendo mantener con más facilidad los
valores óptimos de fuerza y potencia durante más tiempo. Este factor, por tanto, será
crucial para mantener la velocidad de nado durante la fase de llegada, es decir,
durante los 10 últimos metros de la prueba.
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Fuerza-explosiva
El concepto de fuerza-explosiva o potencia hace referencia a la capacidad del
sujeto de generar fuerza en un tiempo dado, haciendo referencia a la relación entre la
fuerza aplicada y el tiempo en el que se aplica dicha fuerza (González-Badillo y
Gorostiaga, 1995).
Pelot y Darmiento (2012) indican que, desde la perspectiva del rendimiento en
natación, interesa considerar la potencia como la cantidad de trabajo realizado
(producto de la fuerza aplicada por el espacio recorrido) en un tiempo concreto
(Potencia = trabajo/tiempo). A partir de esta ecuación, podemos deducir que el tiempo
empleado en recorrer una determinada distancia, es el cociente del trabajo realizado
entre la potencia generada (Tiempo = trabajo/potencia). Por tanto, la única manera de
reducir el tiempo empleado en recorrer la distancia de la prueba, es mediante el
aumento de la cantidad de potencia generada por el deportista durante dicha prueba.
Por ello, el objetivo de todo nadador, es llegar a ser lo más potente posible, de
manera que pueda generar un nivel suficientemente alto de fuerza durante todo el
tiempo que dure la prueba para poder terminarla antes que sus competidores
(Heusner, 1980; citado por Pelot y Darmiento, 2012). Siguiendo esta línea, si tenemos
en cuenta que la fase activa de la brazada (en la cual se produce la fuerza propulsiva)
en un sprint realizado a crol dura unos 400 milisegundos (Kolmogorov, y Lyapin, 1999;
citados por Dopsaj, Matkovic, y Zdravkovic, 2000), cuanta mayor sea la fuerza que el
nadador pueda producir en este tiempo, s rápido se desplazará por el agua
(Dopsaj, Matkovic, y Zdravkovic, 2000).
Son muchos los autores que afirman la importante repercusión que tiene la
generación de potencia en la velocidad de nado y, por ende, en el rendimiento en la
natación en general, y en un 50 libre en particular. Dominguez-Castells, Izquierdo, y
Arellano (2013), señalan que la potencia generada por el nadador es un predictor
fiable de la velocidad de nado al estilo crol. Además, apuntan que la máxima potencia
de nado generada guarda una relación lineal con la xima velocidad de nado, con
independencia de la fatiga o del nivel técnico (Seifert, Toussaint, Alberty, Schnitzler y
Chollet, 2010 y Toussaint, Carol, Kranenborg y Truijens; citados por Dominguez-
Castells, Izquierdo y Arellano, 2013). De hecho, los nadadores de nivel mundial
producen mayores picos de potencia que los de menor nivel (Barbosa, Morais,
Marques, Costa y Marinho, 2014). Por otro lado, Toussaint et al. (2006) citados por
Stirn, Jarm, Kapus, y Strojnik (2011), indican que la falta de capacidad para mantener
una longitud de brazada y una velocidad de nado constante a lo largo de la prueba, se
debe a la incapacidad del deportista para generar los niveles de potencia necesarios
que le permitan superar la resistencia del agua.
Tampoco podemos olvidar el importante papel que juega la generación de
potencia, especialmente de los miembros inferiores, en el rendimiento de la salida, que
como se dijo anteriormente, es un factor clave en el rendimiento de esta prueba (West
et al., 2011). Para poder realizar un buen salto, el nadador debe generar una gran
potencia a través de la triple extensión de tobillos, rodillas y caderas (Monu, 2013),
para poder alcanzar la velocidad de despegue más alta posible, y así, poder conseguir
un mayor desplazamiento horizontal de su cuerpo antes de entrar en el agua (Breed y
Young, 2003). Según Lee, Huang, y Lee (2013), citados por Bishop, Cree, Read,
Chavda, Edwards, y Turner (2013), identificaron que el tiempo que los nadadores
permanecían en el bloque de salida fue de 0,79 segundos. Dado que sabemos que
este es el tiempo aproximado que el nadador dispone para aplicar la máxima fuerza,
podemos tomar dicho valor como referencia a la hora de planificar el entrenamiento de
la fuerza-explosiva para mejorar el salto en la salida.
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Potencia y fuerza generada durante un sprint al estilo crol
Existen varios estudios que, mediante la realización de ciertos tests, han medido
la fuerza y la potencia generada por los nadadores durante esfuerzos que se
asemejan a aquellos que se llevan a cabo durante un 50 libre. Dominguez-Castells,
Izquierdo, y Arellano (2013) midieron la potencia de nado de 18 nadadores de entre 18
y 26 años, en el que tenían que nadar 12,5 metros a un esfuerzo máximo arrastrando
varias cargas mediante un sistema de poleas. Se midió la potencia de la brazada con
varias cargas, mediante la multiplicación de la fuerza generada y la velocidad
alcanzada por el nadador. La máxima potencia de nado de los brazos en términos
absolutos y relativos a la masa corporal fue de 66,49 (19,09 W) y de 0,86 (0,21 W/kg)
respectivamente. La carga externa con la que se alcanzó la máxima potencia de nado
fue de 3,95 (0,79 kg) y de 47,07 (9,45%) con respecto a la máxima carga individual.
También descubrieron que existían diferencias en cuanto a la potencia generada
durante las distintas fases de la brazada. Durante la fase de empuje (parte final de la
brazada) la potencia fue de 71,21 (21,06 W), mientras que la registrada durante la fase
de tirón (fase media de la brazada), fue de 60,32 (33,16 W). Johnson, Sharp y Hedrick,
(1993), midieron el pico ximo de potencia de 29 nadadores de entre 14 y 22 años.
Para ello, los sujetos nadaron a la máxima velocidad posible con un cable atado a la
cintura, el cual iba a conectado a un dispositivo que registraba la potencia generada
por el nadador. La media en el pico de potencia generado por estos nadadores fue de
85 W. Esta variable correlacionó positivamente con la velocidad de nado en un test de
25 yardas (22,85 metros) realizado al máximo esfuerzo. Por otra parte, utilizando
métodos de medición de la potencia de nado en seco, Bradshaw y Hoyle (1993),
midieron la potencia media generada en siete nadadores universitarios con al menos
tres años de experiencia en la natación competitiva. Para ello, utilizaron un banco de
natación que simulaba el patrón de movimiento realizado durante el nado crol. Los
valores medios registrados fueron de 93,13 W (en términos absolutos), con un
promedio de 20,4 brazadas.
El único estudio que hemos encontrado en el que se cuantifi la fuerza
producida durante un sprint a estilo crol es el de Peyrebrune, Toubekis, Lakomy, Nevill
(2012). Para ello, utilizaron el método en el cual el sujeto debe nadar con un cable
atado a su cintura. La fuerza media producida por los participantes en un sprint de 30
segundos fue de 139 (13 N), mientras que el pico máximo de fuerza se alcanzó a los 2
segundos del inicio del test (186 (16 N)). Los niveles de aplicación de fuerza fueron
disminuyendo progresivamente hasta llegar a 113 (13 N) durante la segunda parte de
la prueba.
5. PERFIL DE RESISTENCIA AERÓBICO
Si bien es cierto que cuanto más larga sea la distancia de la prueba, mayor
importancia cobrará la capacidad de resistencia aeróbica (Chatard y Stewart, 2011;
citados por Holfelder, Brown, Bubeck, 2013), el papel que juega el metabolismo
aeróbico a la hora de suministrar energía en una prueba de tan corta duración como
es el 50 libre, no debería ser subestimado (Ring, Mader, Wirtz, Wilke, 1996).
En el trabajo de Peyrebrune, Toubekis, Lakomy, y Nevill (2012), en el que se
midió la contribución de los sistemas energéticos en el suministro de energía durante
un sprint máximo de 30 segundos a partir del déficit de oxígeno acumulado tras la
realización del esfuerzo, se descubrió que el metabolismo aeróbico contribuyó
considerablemente (en torno a un 33%) a la producción de trabajo durante el tiempo
que duraba el test. Según estos mismos autores, los resultados obtenidos coinciden
con otros trabajos previos, aunque señalan que la contribución de los distintos
sistemas energéticos durante este las pruebas de velocidad, dependerá del tiempo
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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que se tarde en completar la misma. Valores más bajos fueron observados por Ring,
Mader, Wirtz, y Wilke (1996), quienes llegaron a la conclusión de que el sistema
aeróbico aportaba entre el 17,8 y el 29,1 % de la energía necesaria para completar
una carrera de 50 metros crol. En cualquier caso, el oxígeno empleado durante esta
prueba procede principalmente de las reservas del organismo, dado que el número de
respiraciones durante la misma es mínimo (Hermansen, 1981; Saltin y Essem, 1971;
citados por Ring, Mader, Wirtz, Wilke, 1996).
Por otro lado, la contribución de los diferentes sistemas energéticos variará a lo
largo de la prueba. Bogdanis et al. (1998), citados por Peyrebrune, Toubekis, Lakomy,
y Nevill (2012) señalan que será en la última parte de la prueba cuando el
metabolismo aeróbico comience a adquirir s peso en el aporte de energía, lo que se
debe a un gran descenso de los niveles de fosfocratina y a la incapacidad de la
glucolisis anaeróbica para producir altas cantidades de ATP (Hirvonen, Rehunen,
Rusko y Harkonen, 1987; citados por Ring, Mader, Wirtz, y Wilke, 1996). De hecho,
durante los primeros 15, la contribución del sistema aeróbico será de entre el 3 y el 5%
según los resultados obtenidos por Ring, Mader, Wirtz, y Wilke (1996).
Consumo de oxígeno y consumo máximo de oxígeno durante la prueba
En la natación, el consumo máximo de oxígeno, se considera un factor
importante que influye en el rendimiento (Fernandes et al. 2008). Pero en el 50 libre,
podemos decir que no juega un papel tan determinante en el rendimiento, ya que al
ser una prueba de muy corta duración, el nadador no tiene tiempo de alcanzar su
máximo consumo de oxígeno, el cual se estima que se alcanza, según los resultados
obtenidos del estudio de Fernandes et al. (2008), sobre los 4 minutos. Este hecho
también se debe a que se trata de un esfuerzo que se realiza prácticamente en
condiciones de hipoxia, y se ha demostrado que un esfuerzo realizado en dichas
condiciones, conlleva a consumos de oxígeno más bajos (Engelen, 1996; Hughson,
1995; citados por Ogita, 2006).
Peyrebrune, Toubekis, Lakomy, y Nevill (2012), registraron un consumo de
oxígeno de 33,2 (7,1) mililitros por kilo de peso y por minuto, en un sprint de 30
segundos realizado con una cuerda atada a la cintura. Estos valores se
correspondieron con un consumo de oxígeno del 59 (10%) con respecto al consumo
máximo de oxígeno del deportista. Por otro lado, Ring et al. (1996), indicaron que los
nadadores especializados en distancias cortas, alcanzaron valores de consumo de
oxígeno que se correspondían con el 74% de su consumo ximo de oxígeno tras
realizar 50 metros a crol al máximo esfuerzo.
6. PERFIL DE RESISTENCIA ANAERÓBICA
Aunque sabemos que la contribución de todos los sistemas energéticos va a
determinar la capacidad de rendimiento en natación (Toussaint y Hollander 1994;
citados por Rodríguez y Mader, 2003), el papel de los sistemas aneróbicos (láctico y
aláctico) en las pruebas de sprint (50 y 100 metros), es especialmente decisivo (Sharp,
Troup, Costill, 1982). Además, la capacidad del sujeto de producir ATP por unidad de
tiempo a través de estos sistemas, lo que se conoce como potencia anaeróbica, será
un factor crucial para el rendimiento en esta prueba (Issurin, Kaufman y Tenenbaum,
2001; Vandewalle, Pérès, Sourabié, Stouvenel y Monod, 1989).
Los datos recogidos por Peyrebrune, Toubekis, Lakomy, y Nevill (2012),
indicaron una contribución del 67 (8%) por parte del metabolismo aneróbico durante un
sprint de 30 segundos. Los resultados de Zamparo, Capelli, Cautero, y Di Nino (2000),
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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mostraron que los sistemas anaeróbicos eran los responsables de suministrar el 73,2
(6,1%) de la energía total en un sprint máximo al estilo crol de 32 segundos. Por otro
lado, Capelli, Pendergast, y Termin (1998), indicaron que durante un sprint a crol de 25
segundos, el metabolismo anaeróbico era responsable de proporcionar ATP en un
84,7%, siendo el sistema anaeróbico láctico el que más energía produce (58,9%),
seguido del sistema anaeróbico aláctico (25,8%).
En base a estos resultados, podemos decir que el sistema glucolítico es el que
predomina en un 50 libres, empezando a activarse de forma clara, según Ring et al.
(1996), a partir de los 6 segundos del comienzo de la prueba aproximadamente. La
contribución de dicho sistema es fundamental para la refosforilación de la
fosfocreatina, lo que se traduce en una mayor disponibilidad de ATP para el trabajo
muscular (Ring et al., 1996).
Como consecuencia de las altas demandas que se imponen sobre el sistema
glucolítico en esta prueba, se producen elevadas concentraciones de lactato (Strzala
and Tyka, 2009), que es un subproducto generado por este tipo de sistema, y que es
el responsable de que aparezca la fatiga muscular en los últimos metros de la prueba.
Las altas concentraciones de lactato disminuirán la capacidad de los músculos para
producir fuerza, mermando la capacidad del nadador de mantener una óptima longitud
de brazada (Stirn, Jarm, Kapus y Strojnick, 2011), y alterando su técnica y su
mecánica de brazada, desembocando en una reducción de la velocidad de nado
(Castro y Mora, 2008; citados por Trinidad y Lorenzo, 2012; Stirn et al., 2011).
Capelli et al. (1998), obtuvieron valores de lactato de 9,9 mmol/L en 8 nadadores
que realizaron un sprint a crol de 45,7 metros a una velocidad media de 1,97 m/s. Por
otro lado, Ring et al. (1996), observaron que el lactato producido por nadadores
especializados en pruebas de velocidad durante un sprint de 50 metros crol, de 28
segundos de duración, fue de 7 mmol/l., alcanzándose la máxima producción de
lactato por unidad de tiempo a los 12 segundos (0,9 mmol/s) del comienzo del
esfuerzo. Las diferencias observadas entre ambos estudios en cuanto a las
concentraciones de lactato en sangre post-ejercicio, pueden deberse, entre otros
cosas, a los distintos tiempos en los que se tomaron las muestras.
7. VALORACIÓN DEL RENDIMIENTO
Para conseguir el máximo rendimiento en las competiciones, un diagnóstico
regular del mismo se convierte en un requisito imprescindible (Olbrecht, 2011; citado
por Holfelder, Brown, y Bubeck, 2013). La importancia de una evaluación periódica del
rendimiento radica, en primer lugar, en la posibilidad de determinar el nivel de
preparación del deportista en relación a las cargas de entrenamiento a las que se ve
sometido, lo que nos permitirá controlar y regular el proceso de entrenamiento
(Cechovská, 1994; citado por Ruzbarsky y Turek, 2006). En segundo lugar, la
evaluación nos permitideterminar de forma objetiva el posible resultado del nadador
en la competición (Anderson, Hopkins, Roberts, y Pyne , 2008: citados por Fernandes,
Sousa, Machado y Vilas-Boas, 2011).
A continuación, se presentan diferentes tests que se utilizan en el ámbito del
entrenamiento de la natación, los cuales se emplean como herramienta para evaluar
los distintos componentes del rendimiento en este deporte.
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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Valoración de la fuerza-explosiva
Desafortunadamente, son escasos los métodos de evaluación específicos de la
potencia muscular desarrollados hasta el momento en el campo de la natación
(Swaine, 2000; citados por Garrido et al., 2010). Las mediciones de la fuerza-explosiva
que se utilizan en el ámbito de la natación, pueden llevarse a cabo en seco (fuera de la
piscina), o bien en el agua, donde el nadador deberá nadar a un máximo esfuerzo con
una cuerda atada a su cintura (Smith, Norris y Hoggs, 2002)
Uno de los test que suelen emplearse en seco para medir la potencia de los
miembros inferiores, por su relación con el rendimiento en la salida (Pearson et al.,
1998; Zatsiorsky, Bulgakova y Chaplinsky, 1979; citados por Rebutini et al., 2014), es
el test de salto vertical, s concretamente el “squat jump”, considendose como el
instrumento más apropiado para medir la potencia en nadadores especializados en
pruebas de velocidad (Bishop et al., 2013).
Para evaluar la potencia generada durante el nado, lo más recomendable es
emplear tests que se realicen en condiciones específicas, es decir, en los que el
nadador reproduzca los patrones de movimiento propios de la modalidad deportiva, y
lo que es más importante, que se lleven a cabo en el medio acuático (Muller, Benko,
Raschner, y Schwameder, 2000; citados por Smolka y Ochmann, 2013). Por un lado,
nos encontramos con aquellos tests que miden la potencia de nado en la propia
piscina, en los que el deportista deberá nadar al máximo esfuerzo con una cuerda
atada a su cintura, registrándose la potencia a través de un dispositivo. Por otro lado,
se encuentran aquellos que se realizan en tierra, empleando un banco que intenta
simular el patrón de movimiento de la brazada (Johnson, Sharp y Hedrick, 1993).
Estos últimos, comprenden aquellas pruebas específicas realizadas en
ergómetros diseñados para imitar la acción de los brazos durante el nado, en los que
se implica a la gran mayoría de los grupos musculares que se emplean durante un
sprint en el agua (Costill, Maglischo, y Richardson, 1992; citados por Smith, Norris y
Hoggs, 2002). Aun así, se ha de decir que dichos bancos no replican de manera
exacta la técnica de brazada que el nadador utiliza cuando nada (Bradshaw y Hoyle,
1993), por lo que los tests que se realicen en él no son tan recomendables como
aquellos que se llevan a cabo en el agua.
Figura 1: Ejemplo de banco de natación
Sharp et al. (1982), llevaron a cabo un estudio en el que demostraron que existía
una correlación positiva entre la potencia desarrollada durante una tracción máxima
realizada sobre el banco y la velocidad de nado en un sprint de 22,75 metros. El test
que utilizaron estos autores para medir la potencia de nado se llevó a cabo en un
banco de natación biocinético, al cual se le podía regular la velocidad, de tal manera
que se pudiera generar una cantidad constante de aceleración en proporción directa a
la fuerza aplicada por el nadador. El nadador, se coloca en decúbito-prono, con una
correa alrededor de sus caderas que le sujeta. Las manos las colocan en unas palas
que trae el aparato, quedando con los brazos totalmente extendidos por encima de su
cabeza. Después de que el sujeto se familiarice con el ergómetro, deberá realizar una
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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tracción máxima para cada una de las velocidades programadas, quedando registrada
la potencia generada.
Sin embargo, dado que los mejores nadadores no necesariamente tienen que
producir los mejores resultados en estos tipos de ergómetros, es s recomendable
utilizar tanto la xima velocidad de nado como la fuerza producida en el nado para
evaluar de forma conjunta el rendimiento técnico y de fuerza-explosiva en el agua
(Keskinen, 1994; citado por Smith, Norris y Hoggs, 2002). Para ello, se utilizan los
denominados “tethered swimming tests”, que son tests en los que el nadador, con una
cuerda atada a su cintura, deberá realizar un esfuerzo máximo, permaneciendo en el
mismo sitio sin avanzar, es decir, a velocidad cero.
Un ejemplo en el que se mide la potencia de nado en el agua utilizando esta
metodología, lo encontramos en el test que proponen Domínguez-Castells, Izquierdo y
Arellano (2013). El objetivo de dicho test será examinar la potencia intra-ciclo en las
fases propulsivas y determinar tanto la potencia máxima de nado como la velocidad a
la que se alcanza dicha potencia. Para ello, el sujeto nada a un esfuerzo máximo
durante 12,5 metros, propulsándose sólo con sus brazos y con una cuerda atada a su
cintura. Mediante un encóder lineal y una célula de carga, se registra la velocidad y la
fuerza en cada ciclo de brazada. En base a esos datos, se obtiene una curva de la
potencia generada en cada ciclo durante la fase propulsiva de la brazada (fase
subacuática de la brazada), registrándose la potencia media, la potencia máxima, así
como la velocidad de nado a la que se alcanza dicho valor.
Figura 2: Representación gráfica del test empleado por Domínguez-Castells,
Izquierdo, y Arellano (2013) para evaluar la potencia de la brazada en cada ciclo.
Estos autores, observaron una correlación positiva entre la máxima potencia de
nado y la velocidad xima de nado conseguida en un sprint de 25 metros. En vista a
los resultados obtenidos, llegaron a la conclusión de que este test, puede ser una
herramienta para el entrenamiento dada la facilidad para poder implementarlo,
proporcionando a los nadadores y entrenadores un feedback inmediato.
Valoración de la fuerza máxima
La capacidad de contracción máxima del nadador fuera del agua, también puede
ser evaluada por los entrenadores con el fin de monitorizar la progresión del deportista
y de predecir alguno de los componentes del rendimiento. Aun así, son pocos son los
estudios que han investigado la relación que puede haber entre la fuerza máxima fuera
del agua y el rendimiento natatorio.
West et al. (2011) encontraron una relación significativa entre el test de 1RM en
sentadilla y el rendimiento en la salida (primeros 15 metros) en 11 nadadores
velocistas de primer nivel. Para ello, determinaron la carga con la que los nadadores
podían hacer un ximo de tres repeticiones (3RM), y en base a ese resultado,
estimaron la RM a partir de las tablas proporcionadas por Baechle y Earle (2000).
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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Para medir la fuerza máxima del tren superior, los test de campo que más se
utilizan a día de hoy en el entrenamiento de la natación son el test de 1RM en el press
de banca y el de 1RM en dominada (Bishop et al., 2013). Dichos test son elegidos, en
primer lugar, porque activan en conjunto prácticamente los mismos grupos musculares
que cuando se nada (Cronin et al., 2007; citados por Garrido et al., 2010), y en
segundo lugar, porque al ser ejercicios multiarticulares, podría resultar beneficioso a la
hora de estudiar su relación con un movimiento dinámico como el del nado (Garrido et
al., 2010). Además, según el estudio de Garrido et al (2010), el test de fuerza realizado
en el press banca guarda una correlación moderada con el rendimiento en las pruebas
de 25 y 50 libres. Sin embargo, Johnson, Sharp, y Hedrick (1993), llegaron a la
conclusión de que el test de la RM en press de banca no era un buen predictor del
rendimiento en el sprint a crol.
Girold et al. (2006), en su estudio, descubrieron que la fuerza isométrica de los
flexores y extensores del codo representa un buen predictor para el rendimiento en la
prueba de 100 libre. Para evaluar dicha variable emplearon un dinamómetro
isocinético. Antes de que el nadador realizase el test, se programó el dinamómetro a
diferentes velocidades angulares (60, 180 y 0 º/s), ya que éstas parecen ser las más
representativas de la velocidad del movimiento del nadador.
Valoración de la resistencia aeróbica
En la natación, la resistencia aeróbica representa uno de los indicadores más
importantes del nivel de forma física del deportista (Jorgić, Puletić, Okičić, y
Meškovska, 2011), y su monitorización periódica, junto con la de la resistencia
anaeróbica, ofrece al entrenador la oportunidad de controlar y adaptar el
entrenamiento de forma apropiada (Strzala and Tyka, 2009).
Uno de los parámetros funcionales más básicos para su medición es el consumo
máximo de oxígeno (VO2 máx.) (Ruzbarsky y Turek, 2006), el cual se ha mostrado
especialmente relevante para las pruebas de entre 400 y 1500 metros. Aunque el
VO2 máx. no es uno de los aspectos esenciales del rendimiento para una prueba tan
corta como el 50 libre, es importante determinarlo, ya que según los valores del
mismo, se podrá monitorizar de forma óptima la intensidad de la carga de
entrenamiento a través de la frecuencia cardíaca (FC) y la percepción subjetiva del
esfuerzo (Jorgić, Puletić, Okičić, y Meškovska, 2011)
En natación, la determinación del VO2 máx. suele hacerse mediante tests en los
que el deportista nada una serie de intervalos repetidos a una velocidad cada vez
mayor, hasta llegar al punto en el que el VO2 se estabiliza (Maglischo, 2003; citado
por Jorgić, Puletić, Okičić, y Meškovska, 2011).
Las medidas del VO2 pueden tomarse de forma directa, esto es, a través de un
analizador de gases en los que se registra el oxígeno consumido y el dióxido de
carbono expulsado (Holfelder, Brown, Bubeck, 2013); o bien de forma indirecta,
basándose en la relación linear existente entre la FC y el oxígeno consumido a
intensidades submáximas (Jorgić, Puletić, Okičić, y Meškovska, 2011). Aprovechando
esta relación, Smith, Norris, y Hoggs (2002) señalan que, debido a la dificultad de
medir el VO2 en la gran mayoría de las situaciones de entrenamiento por falta de
equipamiento, se llevan a cabo una serie de “tests de campo” basados en el registro
de la FC a diferentes velocidades de nado. Los resultados obtenidos de estos tests
nos indican aspectos tales como la economía de nado (capacidad de nadar a una
misma intensidad con un menor gasto de energía, o a una mayor intensidad con el
mismo gasto de energía), los estados transitorios o más duraderos de la fatiga, y el
nivel de preparación del nadador.
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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Salo y Reiwald (2008), proponen un test cuyo objetivo es evaluar el estado de
forma del nadador. Consiste en nadar una serie de 8 repeticiones de 100 metros, con
una recuperación de 4 minutos entre repeticiones. Empezando la primera repetición a
una intensidad del 70%, se aumentará la intensidad de nado en un 10% en cada
repetición hasta llegar a la repetición cuarta (la cual se realizará a la máxima
intensidad), y a partir de la quinta que también se realizaa la máxima intensidad
la intensidad se irá reduciendo en un 10% en cada repetición hasta llegar a la octava.
Después de cada repetición, el nadador deberá tomarse el pulso en la arteria
carótida a los 10, 30 y 60 segundos de haber acabado la repetición. Se deberá
registrar el número de latidos en 10 segundos en cada una de las tres veces que el
nadador se tome el pulso, para posteriormente sumarse.
Posteriormente, se elaborará una gráfica en la que aparecerá en el eje de
ordenadas la frecuencia cardíaca total (suma de las tres mediciones de la FC tomadas
después de cada repetición), y en el eje de abscisas, la velocidad de nado de cada
repetición, la cual se obtiene dividiendo la distancia recorrida (100 metros) por el
tiempo empleado en completarla.
A medida que mejora el nivel de rendimiento, la gráfica se desplazará hacia la
derecha. Esto quiere decir que, para mantener una determinada velocidad de nado, la
frecuencia cardíaca será más baja, o que, a una misma frecuencia cardíaca, el
nadador es capaz de realizar las repeticiones en menos tiempo. Por tanto, en función
del desplazamiento que adquiera la gráfica, podremos determinar si el deportista va
adaptándose a las cargas de entrenamiento o no.
Otro indicador que se utiliza en natación para el diagnóstico de la resistencia
aeróbica es el umbral anaeróbico (Fernandes et al., 2011), que es el punto a partir
del cual los sistemas anaeróbicos empiezan a predominaren la producción de energía
para la actividad muscular. Para determinar dicho umbral, es común en el campo del
entrenamiento de la natación, registrar los valores de lactato en sangre en cada uno
de los tests que se lleven a cabo (Holfelder, Brown, Bubeck, 2013). Madsen y Lohberg
(1987), citados por Fernandes et al. (2011), abogan por la utilización de este método
para evaluar la capacidad aeróbica, debido a que puede ser realizado de forma rápida,
fácil y precisa en la propia piscina, permitiendo obtener los resultados de forma
inmediata.
Fernandes et al. (2011), proponen un test para evaluar el umbral anaeróbico del
nadador a través del modelo de la curva velocidad-lactato (relación que se establece
entre la velocidad de nado y las concentraciones de lactato sanguíneo a cada
velocidad de nado). Consiste en realizar 7 repeticiones de 200 metros, con 30
segundos de recuperación entre cada repetición, en los que se va aumentando la
velocidad en cada repetición. Se intentará que la velocidad de la última repetición se
corresponda con la velocidad media que se consigue en un 400 libre a realizado a un
máximo esfuerzo. Las tomas de muestra de las concentraciones de lactato se
obtendrán del lóbulo de la oreja del deportista, y se realizan en cada uno de los
intervalos de descanso entre repeticiones, al finalizar el ejercicio, 1 minuto después y 3
minutos después de la última repetición.
Valoración de la resistencia anaeróbica
Una evaluación eficaz de la potencia y de la capacidad anaeróbica constituye un
aspecto importante en la evaluación de un nadador (Smith, Norris y Hoggs, 2002),
especialmente para aquellos especializados en las pruebas de velocidad, donde la
efectividad de los procesos anaeróbicos van a jugar un papel decisivo en el
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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rendimiento (Issurin, Kaufman y Tenenbaum, 2001; Vandewalle, rès, Sourabié,
Stouvenel y Monod, 1989).
Sin embargo, en el campo de la investigación de este deporte, aún no se ha
encontrado un todo fiable con el que evaluar las habilidades anaeróbicas del
deportista (Soares et al., 2006; Smith, Norris y Hoggs, 2002). El procedimiento más
frecuente que se ha venido realizando para medir el rendimiento anaeróbico, tanto en
natación como en otros deportes, es el Wingate Test (WAnT) (Strzala y Tyka, 2009), el
cual consiste en pedalear (con los brazos, para medir la potencia del tren superior, o
con las piernas, para medir la potencia del tren inferior) al máximo esfuerzo durante 30
segundos, registrándose la máxima potencia generada, la potencia media y el índice
de fatiga.
Hawley y Williams (1991), encontraron una relación significativa entre la potencia
anaeróbica del tren superior medida a través de este test, y el rendimiento en las
pruebas de 50 metros. Por ello, indican que este test puede ser una herramienta útil
para valorar y monitorizar este parámetro en nadadores competitivos. Por otro lado,
Strzala y Tyka (2009), emplearon este test, pero con una duración de 60 segundos en
lugar de 30, para medir la resistencia anaeróbica tanto de los brazos como de las
piernas (de forma separada). Los resultados mostraron que la potencia máxima
obtenida en dicho test correlacionó con la velocidad de nado en las pruebas de 25 y
100 metros.
Sin embargo, otros autores, como Soares et al. (2006), señalan que el uso de
este test para evaluar el rendimiento anaeróbico en natación es poco adecuado, dado
que no se realiza en las condiciones específicas propias de la modalidad deportiva. En
esta misma línea, Guilherme, Guglielmo, y Denadai (2000), no encontraron ningún tipo
de correlación entre los resultados obtenidos en el WAnT (realizado con los brazos) y
la máximas velocidades de nado en pruebas de 14, 25, 50 y 400 metros realizadas al
estilo crol.
En busca de una mayor especificidad, y basándonos en el WAnT, podemos
llevar emplear tests en los que el nadador tenga que realizar un esfuerzo máximo
durante un tiempo determinado en el ergómetro de natación del que hablábamos
anteriormente. Los valores de potencia media obtenidos durante el tiempo que dure el
test, pueden indicarnos la potencia o la capacidad anaeróbica del deportista. Un test
de estas características fue utilizado en el estudio de Brandshaw y Hoyle (1993),
donde los nadadores tuvieron que realizar un esfuerzo máximo en un ergómetro de
natación, regulado a una velocidad de 1 m/s. El tiempo que duraba el test era el mismo
que el tiempo empleado por el nadador en recorrer 25 metros en la piscina lo
propulsándose con sus brazos. La potencia media generada en este test correlacionó
positivamente con el rendimiento en un sprint de 25 metros en el que el nadador sólo
utilizaba sus brazos para propulsarse.
Con el mismo objetivo de dar una solución a la falta de especificidad del WAnT,
Smolka y Ochmann (2013), proponen un test específico en el agua, basado en el
WanT, para valorar el rendimiento anaeróbico. Para ello, el nadador deberá nadar 100
metros a un esfuerzo ximo, esto es, intentando recorrer la distancia en el menor
tiempo posible, registrándose la velocidad instantánea del mismo (en franjas de tiempo
de 0,02 segundos), dando lugar a una curva de velocidad, que nos indicará los
cambios que se producen en la velocidad de nado a lo largo del test. A partir de dichos
cambios, según estos autores, se puede inferir el rendimiento anaeróbico con s
precisión que cuando se obtienen únicamente los valores de la velocidad media, ya
que se podrán obtener parámetros relacionados con el rendimiento anaeróbico tales
Factores limitantes del rendimiento en un 50 libre
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como la velocidad máxima, el tiempo que tarda en alcanzarse la velocidad máxima,
tiempo que puede mantenerse la velocidad máxima, la velocidad más baja o el
porcentaje de descenso de la velocidad.
Por último, se encuentran los tests de velocidad más simples, basados en el
tiempo que emplea el nadador en recorrer una determinada distancia. El trecho a
recorrer dependerá de la cualidad que queramos evaluar (potencia anaeróbica láctica,
capacidad anaeróbica láctica, etc.). Un test que propone Brandshaw y Hoyle (1993),
es el de realizar 9 repeticiones de 25 metros en el siguiente orden: 3 a nado completo,
3 propulsándose sólo con las piernas, y 3 sólo con los brazos. El nadador deberá
comenzar el test desde el agua, impulsándose desde la pared, mientras que la
recuperación entre repeticiones deberá ser completa.
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