E-motion. Revista de Educación, Motricidad e Investigación
2014, nº 3, pp. 155- 167. ISSN: 2341-1473
© Copyright: 2014 Grupo de investigación (HUM-643)
Edición Web (www.uhu.es/publicaciones/ojs/index.php/e-moti-on/index)
IMAGEN CORPORAL EN CENTROS FITNESS.
UN PROBLEMA A ABORDAR
Julia García Martínez, Ángela Sierra Robles, Eduardo
Fernández-Ozcorta
Email: julia.garmar@gmail.com
RESUMEN:
Recientemente, en la sociedad, se ha comenzado a enfatizar
sobre la belleza física (Eagly, Ashmore, Makhijani, y Longo, 1991),
convirtiéndose en una obsesión por la búsqueda de la aptitud sica a
través del movimiento, centrándose en preocupaciones estéticas por
encima de la salud (Davisy Cowles, 1991), especialmente en adultos. En
este caso, se puede observar que la práctica de actividad sica puede
llegar a ser un instrumento para conseguir un fin estético, obviando
tanto la salud física como la psicológica, siendo éste último, el motivo
de dicha propuesta de estudio.
Este hecho está ampliamente constatado en diferentes contextos
de uso de la actividad sica de forma aislada, sin embargo, no se ha
estudiado este fenómeno en la amplia gama de actividades que
pueden desarrollarse dentro de un centro deportivo, ni las diferencias
entre cada una de ellas.
Los resultados de esta propuesta de estudio pueden aportar
estrategias para que la práctica de actividad física en centros fitness no
suponga un perjuicio psicológico mayor que los beneficios sicos que
obtengan los usuarios de dichos centros.
PALABRAS CLAVE: Imagen corporal; centros fitness; actividad física.
Imagen corporal en centros fitness. Un problema a abordar
García-Martínez, Sierra, Torneo y
Fernández-Ozcorta
Número 3, 2014
E-motion. Revista de Educación, Motricidad e Investigación
1. INTRODUCCIÓN
La imagen corporal ha sido definida por diferentes autores. Cash, en 1989, la
define como la exactitud con la que las personas perciben el tamaño de su cuerpo y de
los pensamientos y sentimientos asociados con la opinión del individuo sobre su
propio cuerpo. Más tarde, Thompson, Heinberg, Altabe y Tantleff-Dunn (1999) la
definen como la representación interna que tiene una persona sobre su apariencia
exterior. Tradicionalmente, la imagen corporal ha sido entendida como un constructo
multidimensional compuesto por dos componentes independientes, percepción y
actitud (Cash, 1989; Rowe, 1999), pero posteriormente, en el año 2000, Cash explica
que la imagen corporal está compuesta por cuatro dimensiones: percepciones,
pensamientos, sentimientos y comportamientos, no sólo de la apariencia física, sino
también la competencia del cuerpo, su integridad biológica y la presencia de salud o
enfermedad.
Uno de los constructos con los que se relaciona potencialmente es con la
insatisfacción corporal. Ésta última es definida como aquellas creencias y sentimientos
negativos que uno tiene acerca de la forma y el peso de su cuerpo (Garner, 2002). La
relación que se presenta entre ambas es que cuanto mayor es la diferencia entre la
imagen corporal ideal y la real, mayores son los niveles de insatisfacción de la imagen
corporal (Lewis y Rosenblum, 1999).
Además, la imagen corporal se correlaciona con diferentes teorías (tabla1) que
manifiestan las repercusiones psico-sociales que pueden variar según el estado de la
imagen corporal de la persona.
Teorías
Concepto
Auto-presentación
(Leary, 1954)
Se refiere a la auto-presentación como el proceso de seguimiento y
control de cómo se es percibido y evaluado por los demás para
crear una buena impresión, lo cual, está fuertemente influenciado
por los ideales culturales del cuerpo, llegando a creer que deben
presentar un cuerpo delgado (Krane, Stiles-Shipley, Waldron, y
Michalenok, 2001).
Comparación social
(Festinger, 1954)
Explica que la gente experimenta un deseo innato de
autoevaluarse, mediante la comparación de mismos con otras
personas que tienen los mismos atributos, como raza, edad,
apariencia, género… (Salovey y Rodin, 1984), siguiendo normas
culturales (Franzoi y Klaiber, 2007).
Sociocultural
(Hausenblas y Fallon,
2006)
Hace referencia a que la presión social, como medios de
comunicación, amigos, familia…, es la razón por la que la gente
quiere cumplir con un físico ideal difícil de cumplir sin seguir una
dieta, un programa de actividad física o ambos (Thompson,
Heinberg, Altabe y Tantleff-Dunn, 1999).
Ansiedad física social
(Leary, 1992)
Ansiedad física social es la preocupación de la persona por cómo
los demás perciben su cuerpo.
teoría de la objetivación
(Fredrickson y Roberts,
1997)
Postula que si una persona observa su cuerpo en función de la
forma en que otros lo perciben, internaliza el exterior sexual y es
probable que perciba su cuerpo como un objeto
Tabla 1.- Resumen de las teorías asociadas al estudio de la imagen corporal.
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Actualmente, y desde la década de 1930, se considera que el atractivo sexual
femenino depende de la delgadez (Garner, Garfinkel, Schwartz, yThompson, 1980).
En este sentido, Koyuncu, Tok, Canpolat y Catikkas (2010) argumentan que los
medios de comunicación y otras instituciones sociales nos muestran una imagen
corporal ideal poco realista, a través de estrellas de cine y televisión, deportistas o
modelos, cuya imagen es excesivamente delgada en comparación con los ideales del
pasado, convirtiéndose en un estándar casi imposible de alcanzar para la mayoría de
las personas, que puede influir de manera negativa en la forma en que las personas
perciben sus cuerpos, pues tienden a compararlos con los de modelos profesionales.
Por tanto, las mujeres centran su atención en los aspectos relacionados con el peso y
el atractivo sexual (Franzoi y Klaiber, 2007), y los hombres en el aumento de la masa
muscular (Thompson, Heinberg, Altabe, y Tantleff-Dun, 1999). En consecuencia, los
mensajes de los medios de comunicación son responsables, en parte, de la
insatisfacción con la imagen corporal. Van den Buick (2000) estudió que ver la
televisión se correlaciona con el ideal de imagen corporal, y Harrison y Cantor (1997)
constataron que las horas dedicadas a ver la televisión y a leer revistas de moda
predijeron la insatisfacción con la imagen corporal, especialmente entre adolescentes
y adultos jóvenes. Además, recientemente, se ha documentado que las revistas de
fitness también exponen el mismo ideal de belleza, incluso con un mayor grado de
desnudez (Wasylkiw, Emms, Meuse, y Poirier, 2009).
El trastorno de la imagen corporal causa estados afectivos negativos, debido a la
teoría de auto-presentación (Leary, 1992), la teoría de la comparación social
(Festinger, 1992) y la teoría sociocultural (Hausenblas y Fallon, 2006). Estas
comparaciones pueden producir mayores niveles de ansiedad relacionados con el
cuerpo (Sabiston, Crocker, y Chandler-Munroe, 2005).
Allgood-Merten, Lewinsohn y Hops (1990) argumentan que la imagen corporal es
un aspecto importante de la autoestima, por tanto, la insatisfacción con la imagen
corporal se asocia con bajos niveles de autoestima (Koff, Rierdan, y Stubbs, 1990;
Bas, Asci, Karabudak, y Kiziltan, 2004). Según Johnson, Steinberg y Lewis (1988),
cada vez más la delgadez se asocia con el logro personal, autocontrol, autonomía y el
éxito, y por el contrario, la obesidad puede conducir a la discriminación social y a la
baja autoestima. Así, la búsqueda de delgadez es el objetivo propuesto para obtener
las respuestas sociales favorables, permitiendo aumentar la autoestima.
La discrepancia entre la imagen corporal que se desea y la que realmente se
tiene, también pueden conducir a la ansiedad física social, En este sentido, existe una
relación entre un mayor porcentaje de grasa corporal y un mayor índice de masa
corporal (Hausenblas y Fallon, 2002), que a su vez se correlaciona con mayores
niveles de ansiedad física social (Eklund y Crawford, 1994; Hart, Leary y Rejeski,
1989), con niveles inferiores de autoestima y con mayor insatisfacción con la imagen
corporal tanto en hombres (Russell, 2002) como mujeres (Martin, Engels, Wirth y
Smith 1997), siendo estas últimas las que tienen un mayor riesgo para tener
insatisfacción corporal (Elgin y Pritchard, 2006; Feingold y Mazzella, 1998). Por lo
tanto, la mayoría de los estudios se centran en la población femenina. Éstas se sienten
con sobrepeso y quieren perder peso y buscar la delgadez (Thompson, Heinberg,
Altabe y Tantleff-Dun, 1999). Sin embargo, gran parte de los hombres con negativa
imagen corporal quieren aumentar su peso ganando masa muscular (McCabe y
Ricciardelli, 2004), siendo en su mayoría hombres jóvenes, mientras que por norma
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general, los hombres mayores son más propensos a querer perder peso (Davis y
Cowles, 1991), al igual que los homosexuales (McCreary, Hildebrandt, Heinberg,
Boroughs y Thompson, 2007).
Esta diferencia entre sexos se debe, según Franzoi (1995), a la teoría de auto-
objetivación, explicando que los hombres están socializados para juzgar sus
organismos en términos de rendimiento, conceptualizando sus cuerpos como medio
para alcanzarlo, mientras que las mujeres están socializadas para juzgar sus cuerpos
en términos de apariencia, conceptualizando sus cuerpos como objeto, debido a la
exposición a múltiples formas de objetivación del cuerpo (como una mirada sexual)
(Prichard y Tiggermann, 2005). Un ejemplo claro con carácter deportivo de la
repetición a lo largo del tiempo de dichas exposiciones, son las bailarinas o las
gimnastas, ya que la apariencia de su cuerpo juega un papel importante en el
rendimiento.
En el ámbito del deporte y de la actividad física, el estudio de la imagen corporal
y de otros conceptos asociados a ésta cobra importancia, pues la participación en
actividades deportivas tiene una influencia notable sobre éstos (Koyuncu et al., 2010).
Si analizamos la relación de la ansiedad física social con el ejercicio,
encontramos que las personas sedentarias experimentan mayores niveles de
ansiedad física social que las personas activas (Atalay y Gençöz, 2008). Sin embargo,
Asçı, Tüzün y Koca, (2006) sugieren que las personas con elevados niveles de
ansiedad física social son más propensas a involucrarse en un programa de ejercicio
que aquellas con bajos niveles, pero a su vez, se encuentran más incómodos a la hora
de la práctica física, pues sienten temor a ser vistos por los demás, por tanto, se
vuelven más conscientes de su apariencia física, aumentando su ansiedad física
social, por lo que tienden a reducir sus niveles de actividad física (Lantz, Hardy, y
Ainsworth, 1997), llegando a estar más insatisfechos con su imagen corporal, y por
ende, aumenta su ansiedad física social. En resumen, se genera un círculo vicioso que
inhibe la mejora de la imagen corporal (Atalay y Gençöz, 2008). Aunque cabe destacar
que, independientemente del nivel de ansiedad física social, ésta disminuye con el
ejercicio (Atala, y Gençöz, 2008).
Davis, Kennedy, Ravelski y Dionne (1994) afirman que el ejercicio físico puede
promover la insatisfacción con la imagen corporal por dos razones, por apariencia
física o por eficacia física de la actividad realizada, pero existe controversia en cuanto
a si las personas físicamente activas tienen una imagen corporal s positiva que las
sedentarias (Ahmed, Hilton, y Pituch, 2002; Heinberg, 1995; Koff, y Bauman, 1997) o
al contrario (Tiggemann y Williamson, 2000), pues según Greenleaf, McGreer, y
Parham (2006), las personas que realizan ejercicio con frecuencia tienen
generalmente una imagen corporal ideal difícil de alcanzar, y son s conscientes de
su propia imagen. Tiggemann y Williamson (2000) explican que esta disyuntiva se
genera por los motivos para la práctica. Las personas que practican ejercicio para
perder peso o mejorar su atractivo tienen una elevada insatisfacción con su imagen
corporal y una baja autoestima, son generalmente mujeres jóvenes y además no
mejoran con la práctica (Strelan, Mehaffey, y Tiggemann ,2003). Mientras que las
personas que practican actividad física por salud y por disfrute, poseen una
satisfacción con su cuerpo elevada y suelen ser hombres y mujeres maduros. Esta
diferenciación se produce porque las mujeres jóvenes están sometidas a más
mensajes de los medios de comunicación que se dirigen específicamente a ellas,
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generando un ideal de belleza tan excesivamente delgado, que es imposible de
alcanzar por mucho ejercicio que hagan. Lo único que consiguen es llegar a la
decepción (Tiggemann y Williamson, 2000).
Pero los individuos no siempre pueden realizan ejercicio por la misma ran, el
seguimiento de sus motivaciones día a día ofrece más información acerca de los
efectos de las diferentes motivaciones para la práctica en un mismo individuo (LePage
y Crowtheruna, 2010).
Se hace necesario estudiar el tipo de actividad que se relaciona con mejores
percepciones de la imagen corporal, en este sentido, Prichard y Tiggemann (2008)
demuestran que el tiempo dedicado a actividades de tipo aeróbico se relaciona con
insatisfacción de la imagen corporal, sin embargo, no se encuentra relación con
actividades al aire libre o entrenamiento con cargas e individuales. A pesar de todo,
independientemente del nivel de insatisfacción corporal, el ejercicio es una experiencia
positiva para las personas que hacen ejercicio con frecuencia (LePage y Crowtheruna,
2010).
Además, recientemente se ha documentado que hacer ejercicio regularmente
sirve como protector contra la insatisfacción corporal (Duncan, Al-Nakeeb, Nevill y
Jones, 2004), y la práctica de actividad física, ya sea aeróbica o anaeróbica, es un
medio eficaz para la mejora de la imagen corporal (Henry, Anshel y Michael, 2006;
Campbell y Hausenblas, 2009), de la ansiedad física social (Atalay y Gençöz, 2008) y
de la autoestima (Maltby y Day, 2001 ), en lugar de la utilización de terapia cognitiva
conductual, que ha sido utilizada como tratamiento tradicional (Cash, 1995), y además,
en comparación con otras intervenciones, el ejercicio supone un bajo coste
económico, es socialmente aceptable y no tiene efectos secundarios negativos
(Campbell, y Hausenblas, 2009).
En cuanto a qué tipo de actividad es más adecuada, varía en función de cada
persona (Ackard, Brehm, y Steffen, 2002; Calogero y Pedrotty 2007). Koff y Bauman
(1997) concluyeron en su estudio que las mujeres que participaron en clases de step,
en entrenamiento de fuerza o carrera continua mejoraron significativamente la imagen
corporal, y por otro lado, se ha demostrado que en poblaciones adultas de diferente
edad y género, mediante un entrenamiento de fuerza, se redujo la insatisfacción con la
imagen corporal (Ahmed, Hilton y Pituch, 2002; Tucker y Maxwell ,1992) y la ansiedad
física social (Williams y Cash, 2001) y se mejoraron los sentimientos de bienestar
(Tucker y Maxwell ,1992). No obstante, Henry, Anshel y Michael (2006) demuestran
que el entrenamiento de fuerza unido al aeróbico produce mejoras, significativamente
superiores, en la imagen corporal que el entrenamiento aeróbico únicamente, debido a
que también se mejora la aptitud física, y ésta se relaciona con mejoras en la imagen
corporal (Skrinar, et al., 1986; Tucker y Maxwell, 1992; Koff & Bauman, 1997). Por
último, según Daubenmier (2005) las mujeres que practican yoga tienen mayor
satisfacción corporal que las que realizan actividades aeróbicas, ya que esta
modalidad está basada en la unificación de la mente y el cuerpo, aumentando la
conciencia del cuerpo interior (Prichard y Tiggemann, 2008), aunque no existen más
estudios que contrasten estas conclusiones. En cuanto a la frecuencia semanal de
entrenamiento, Reboussin et al (2000) confirman que conforme ésta aumenta mejora
la satisfacción corporal, sin embargo, en contraposición a esta idea, Prichard y
Tiggemann (2005; 2008) afirman lo contrario. Este dilema se debe a que no es
necesariamente la cantidad o la frecuencia de ejercicio el factor importante, sino los
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conocimientos que las personas tienen hacia el ejercicio (Mond, Hay, Rodgers y
Owen, 2006).Y por último, con respecto a la intensidad, ejercicios de intensidad
moderada a extenuante obtienen mejoras mayores en la imagen corporal que
intensidad leve, ya que dicho intervalo de intensidad es el que se requiere para recibir
los beneficios relacionados con la salud de ejercicio (Hausenblas y Fallon, 2006). Las
mejoras explicadas sobre la satisfacción de la imagen corporal pueden deberse a que
se produce una sensación de que el cuerpo está mejorando a través del ejercicio,
produciendo cambios como el peso corporal, musculatura, competencia física y
percepción de salud (Campbell y Hausenblas, 2009).
En resumen, podemos afirmar, basándonos en estos estudios, que para obtener
mayores mejoras en la percepción de la imagen corporal, se deben realizar tanto
ejercicio de tipo aeróbico como anaeróbico, debido a que ambos son necesarios para
alcanzar un buen estado físico general y conseguir un cuerpo que s se asemeje al
ideal, ya que el ejercicio aeróbico es necesario para la pérdida de grasa o para
prevenir el aumento de ésta, mientras que el anaeróbico desarrolla la masa muscular
(Hausenblas y Fallon, 2006). Utilizando, al menos, una intensidad moderada.
Además, cabe destacar que las mayores mejoras en la imagen corporal se
producen en mujeres que en hombres (Campbell y Hausenblas, 2009), porque las
mujeres son más propensas a sufrir trastornos de la imagen corporal (APA, 1994). Con
respecto a la edad, la imagen corporal mejora sea cual sea la edad (Garner, 1997),
aunque Campbell y Hausenblas (2009) encuentran mayores efectos en poblaciones
mayores en comparación con las poblaciones más jóvenes, pues la imagen negativa
del cuerpo disminuye con la edad (Reboussin et al., 2000).
A principios del siglo XXI, empiezan a aflorar en España las prácticas deportivas
de wellness y fitness (García Ferrando, 2006b), que orientan a las personas hacia el
ejercicio físico con fines de salud y ofrecen al cliente una amplia y atractiva oferta de
actividades, incluyendo variabilidad de servicios, modalidades adaptables a distintos
grupos de población, disponibilidad horaria y actualización de servicios en función de
la demanda (Sicilia, Águila, Orta, y Muyor, 2008). García Ferrando (2006a) encuentra
que un 14% de los españoles practican gimnasia de mantenimiento, un 11,7%
practican actividades como aeróbic, gym jazz o step, y un 6,8% practican musculación
en salas de gimnasio.
El medio en el que se desarrollan este tipo de actividades se asocian con una
mayor preocupación por la imagen corporal para las mujeres, debido a que existe
presencia masculina (Prichard y Tiggemann, 2005) y el cuerpo es el eje central
(Greenleaf, McGreer, y Parham, 2006), exhibiéndose mediante el uso de ropa ajustada
en una habitación diseñada para proporcionar información (Katula, McAuley, Mihalko,
y Bane, 1998), provocando una excesiva comparación social y que se conciba el
cuerpo como un objeto, y se incide extremadamente en la pérdida de peso de los
usuarios (Prichard y Tiggemann, 2005). Estos mismos autores en 2008, explican que
en particular, las mujeres que frecuentan estos centros se encuentran rodeadas de
espejos y carteles que muestran el ideal del cuerpo, fomentando también la
comparación social y una conciencia corporal elevada (Frederick y Shaw, 1995), pues
ha sido demostrado que el uso de espejos produce sensaciones negativas en mujeres
sedentarias, provocando insatisfacción con su imagen corporal (Martin Ginis, Jung, y
Gauvin, 2003). En nuestra opinión, este hecho afecta también, aunque en menor
grado, a la población masculina.
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En cuanto a los instructores de los centros fitness, Prichard y Tiggemann (2005)
aseguran que tienen menos insatisfacción corporal que los usuarios, argumentando
que es posible que sólo las personas que se sienten cómodas con su cuerpo están
dispuestas a mostrarlo frente a tanta gente o que están habituadas al ambiente de
estos centros y dejan de influir en la su percepción de la imagen corporal.
Pero la imagen que proporcionan los instructores influye en la percepción que los
usuarios tienen de su propia imagen corporal. Así, Martin Ginis, Prapavessis y Haase
(2008) descubrieron que cuanto mayor es la discrepancia percibida entre los
participantes en actividades dirigidas y el instructor, mayor es la insatisfacción corporal
después del ejercicio, sin embargo, Evans, Cotter y Roy (2005) muestran que las
mujeres prefieren un instructor s delgado que los hombres, pero ambos géneros
coinciden en que las características más importantes que éstos deben presentar son:
buena forma física y entusiasmo.
No obstante, las clases de fitness se perciben como una ocasión social
agradable para muchas mujeres (Maguire y Mansfield, 1998) y la investigación ha
demostrado que, en general, las mujeres prefieren practicar ejercicio en grupos en
lugar de solas (Burke, Carron, y Eys, 2006). Sin embargo, Focht y Hausenblas (2006)
muestran que las mujeres con niveles elevados de ansiedad física social experimentan
cambios afectivos negativos si realizan ejercicio en lugares públicos, y positivos si lo
hacen en lugares privados.
En cuanto a los hombres, los que presentan altos niveles de ansiedad y
vergüenza dejan de participar en actividades recreativas y sociales, y dedican el
tiempo a entrenar en salas de musculación para acercarse a su imagen corporal ideal
(Pope, Gruber, Choi, Olivardia, y Phillips, 1997).
Prichard y Tiggemann (2008) afirman que la gestión de los centros de fitness
debe tener como objetivo proporcionar entornos positivos para la imagen corporal de
sus usuarios, como por ejemplo, reducir el número de espejos en las salas, eliminar
los carteles que muestren un cuerpo ideal y poco realista y contratar instructores
saludables que no sean excesivamente delgados, que se centren en la promoción del
disfrute y la salud por encima de motivos como la pérdida de peso, y que lleven y
fomenten llevar ropa holgada (Fredrickson y Roberts, 1997).
Instrumentos de ayuda
A continuación presentamos una presentación de los instrumentos que pueden
ser usados para conocer la imagen corporal que tienen los usuarios de los centros
fitness.
Se emplearán diferentes escalas surgidas de los principales variables que
explican se relacionan con el estudio de la imagen corporal:
- Contour Drawing Rating Scale (CDRS) diseñado por Thompson y Gray (1995). Se
trata de una escala gráfica autoadministrable de siluetas femeninas para las
mujeres, y masculinas para los hombres, que aumentan de tamaño a medida que
aumenta la puntuación (de 1 a 9), cubriendo así un continuo de peso corporal que
va desde figuras muy delgadas (puntuación 1 y 2), delgadas (puntuación 3 y 4), a
figuras gruesas (puntuación 6 y 7) y muy gruesas (puntuación 8 y 9), pasando por
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una figura normal (puntuación 5). La discrepancia entre la figura actual e ideal es
indicativa de distorsión perceptual.
- Body Image Avoidance Questionnaire (BIAQ). Diseñado por Rosen, Srebnik,
Saltzberg y Wendt (1991). Está compuesto por 19 ítems que evalúan la frecuencia
con la que uno se involucra en conductas de evitación relacionadas con la imagen
corporal. Se compone de las siguientes subescalas: modo de llevar la ropa,
restricción de la ingesta, actividades sociales y arreglarse y pesarse.
- Escala de Ansiedad Social de Física (SPAS) es un inventario de autoinforme de
12 ítems que fue diseñado por Hart et al. (1989) para evaluar el rasgo de
ansiedad física social, es decir, la ansiedad asociada a la preocupación de que el
propio cuerpo puede ser evaluado negativamente por otros. La escala tiene dos
sub-escalas: sensación de malestar y la expectativa de la evaluación negativa.
Los participantes respondieron a una escala de 5 puntos tipo Likert con las anclas
de la nada (1), poco (2), moderada (3), muy (4), y muy (5). Las puntuaciones van
de 12 a 60, con valores más altos indican una mayor ansiedad.
- Cuestionario de Auto-objetivación. Fue creado por Noll y Fredrickson (1998), que
clasificar 10 atributos diferentes en orden descendente de importancia. Cinco de
los 10 fueron los atributos relacionados con la apariencia (músculos definidos,
apariencia sexual, el peso, atractivo físico, y las medidas del cuerpo), y los otros
cinco se basaban en la competencia física (salud, fuerza, coordinación física,
condición física, y nivel de energía). Puntuaciones posibles van desde -25 hasta
25, las puntuaciones s altas y positivas indican un mayor énfasis en la
apariencia, que se interpreta como rasgo de alta auto-objetivación.
- Cuestionario de preferencia de vestimenta. (Prichard y Tiggerman, 2005).
Preguntas acerca de lo importante que es para los sujetos llevar ropa de moda
mientras practican ejercicio en el centro deportivo, empleando una escala de
Likert de 5 puntos, desde 1 (nada importante) al 5 (muy importante). También
pedir que indiquen en una escala del 1 (nunca) a 6 (siempre) la frecuencia con la
que llevan ropa que cubren una gama de niveles de opresión cuando practican
frecuentan el centro.
- Escala de Medida de los Motivos para la Actividad Física-Revisada en españoles
(MPAM-R) de Ryan, Frederick, Lepes, Rubio, y Sheldon (1997) validada al
español por Moreno, Cervelló y Martínez Camacho (2007). Esta escala mide los
motivos de práctica hacia la actividad física a través de 30 ítems, agrupados en
cinco factores: disfrute (p.g. “realizo actividad física porque es divertido”),
apariencia (p. g. “realizo actividad física porque quiero mantener mi peso para
tener buena imagen”), social (p.g. “realizo actividad física porque quiero conocer a
nuevas personas”), fitness/salud (p.g. “realizo actividad física porque quiero
mejorar mi aptitud cardiovascular”) y competencia (p.g. “realizo actividad física
porque me gustan los desafíos”). De las cinco subescalas, disfrute y competencia
han sido utilizadas para reflejar una orientación motivacional intrínseca, mientras
que las otras tres subescalas (social, fitness/salud y apariencia) reflejan varios
niveles de motivación extrínseca. El sujeto responde a la cuestión “Realizo
actividad física…” a través de los ítems que conforman la escala. Se mide a través
de una escala tipo Likert de siete puntos donde 1 corresponde a “nada verdadero
para mí” y 7 a “totalmente verdadero para mí”.
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