Monitorización de las cargas en corredores
Pascual, Leyton, Oriol y
Batista.
e-Motion. Revista de Educación, Motricidad e Investigación
dadas las circunstancias y medios disponibles, se optó por el uso de un indicador de
carga externa, como es la velocidad de carrera, ya que no hubo posibilidad de
monitorizar todos los días algún parámetro de carga interna como puede ser la FC
(además de que, estas últimas opciones suelen ser mucho más invasivas para el
deportista). Sin embargo, lo que sí que se aprovechó y utilizó (de hecho, por ese
motivo se escogió la muestra en cuestión), fueron los test de lactato progresivos
realizados recientemente antes de empezar a recoger los datos, para establecer
dichas zonas. De esta forma, lo que se busca es, a pesar de utilizar un indicador de
carga externa, individualizar la distribución de dichos kilómetros en función de las
demandas internas (en este caso, perfil de lactato y concentraciones de referencia) de
cada deportista (Mujika, 2006). Y es que, los métodos de cuantificación que integran
variables fisiológicas individuales ofrecen mayor consistencia en cuanto a la relación
dosis-respuesta de la carga del entrenamiento (Sanders, Abt, Hesselink, Myers y
Akubat, 2017). Asimismo, este procedimiento evita de tener que extraer sangre en
todas las sesiones, con todo lo que ello conlleva. Además, es sabido que dicho
metabolito tiene una muy estrecha relación con la intensidad y con el consumo de
oxígeno (Hale, 2008). A razón de todo ello, y, en definitiva, lo que se realizó fue la
individualización de las zonas de entrenamiento de cada atleta en función de la
velocidad de carrera que obtuvo a determinadas concentraciones de lactato.
En cuanto al número de zonas, finalmente se introdujeron 5, con el fin de
conseguir que haya un mayor ajuste y diferenciación a la hora de controlar y
cuantificar los esfuerzos. Ya que, por ejemplo, en el caso de Lucías’ TRIMP (Lucía,
Hoyos, Carvajal y Chicharro, 1999), éstos sólo confeccionan 3, y ello provoca que
esfuerzos muy dispares, como, por ejemplo, esfuerzos por encima, ligeramente, del
VT2 y los de VAM, tengan una misma contabilización (Cejuela-Anta y Steve-Lanao,
2011). En contraposición, en el caso del método ECOs desarrollado por los anteriores
autores, establecen un método con muchas más zonas de entrenamiento, pero, sin
embargo, su gran problemática reside en la cierta subjetividad que siempre se asume
a la hora de establecer las diferentes zonas y que, por lo tanto, no se ajuste,
verdaderamente, a las demandas internas del deportista. De tal manera que, a mayor
número de zonas de entrenamiento, mayor subjetividad y riesgo se asume,
lógicamente. Por todo ello, se decidió coger este sistema de 5 zonas de
entrenamiento, los cuales cubren toda la curva de intensidad y, además, recogen las
principales umbrales y límites de referencia.
Asimismo, destacar que, para un mayor detalle de los kilómetros recorridos y
su intensidad (velocidad de carrera), y aprovechando que todos ellos contaban con
algún weareble (en concreto relojes) que incluyen GPS, se utilizó dicha tecnología
para tal registro. Pues no se debe olvidar que, una cosa es lo que el entrenador
programa y prescribe y otra lo que el atleta lleva a cabo (Mujika, 2006), y muchas
veces difiere notablemente. Por otro lado, también es verdad que, dicha precisión
puede sufrir variaciones. En este sentido, se ha demostrado (y la experiencia de los
atletas lo corroboran) que la contabilización de los metros recorridos en pista mediante
GPS, en numerosas ocasiones, varía, y cómo dicha contabilización es más fácil y
fiable (contando las vueltas que ha hecho cada atleta, o multiplicando el número de
series por la distancia programada por el entrenador, etc.), en estos casos, se optó por
apuntar los kilómetros y su ritmo manualmente. Es decir, el uso del GPS se usó, sobre
todo, para la monitorización de los rodajes, los cuáles son más difíciles de controlar en
cuanto a volumen e intensidad ya que se solían realizan por bosque y/o ciudad.
Por otra parte, pero siguiendo con la variable intensidad, se decidió usar
también para su monitorización, pero desde el punto de vista de la carga interna, el
esfuerzo percibido, mediante la Escala de Esfuerzo Percibido (RPE), y, en concreto, la
Escala RPE CR-10 (Borg, 1982; Borg, 1990), cuya numeración para expresar la
intensidad va de 0 (reposo) a 10 (máximo) (ver Tabla 1). Y es que a esta escala de