El aprendizaje de la lengua materna comienza en el útero

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Cuando el feto alcanza la semana 30 de gestación, ya cuenta con los mecanismos cerebrales y sensoriales necesarios para la audición. Desde entonces, y hasta la semana 40, en la que suele culminar el embarazo, el feto comienza el aprendizaje de su lengua materna. Esto es lo que se desprende de los resultados de un estudio que ha demostrado que recién nacidos de tan solo unas horas de vida ya distinguen las vocales de su propio idioma de vocales que pertenecen a una lengua extranjera. En la investigación participaron 40 niños estadounidenses y 40 suecos. 

Los bebés recién nacidos están mucho más en sintonía con su idioma nativo de lo que se creía. De hecho, aprenden sonidos distintivos de su lengua materna desde el útero, sugiere un estudio reciente.

La investigación, dirigida por Christine Moon, profesora de psicología de la Pacific Lutheran University (PLU) de Estados Unidos, ha demostrado que pequeños de tan solo unas horas de edad muestran un especial interés por las vocales de idiomas que no son su lengua materna.

Según explica Moon sobre este hallazgo en un comunicado de la PLU: “Hemos sabido durante 30 años que antes de nacer comenzamos a aprender vocablos a partir del habla de nuestras madres”. Sin embargo, el presente estudio es el primero que demuestra que también “aprendemos sonidos particulares de nuestra lengua materna antes de nacer”.

Antes de esta investigación, el consenso general de los especialistas era que los niños aprendían pequeñas partes del discurso (en concreto, vocales y consonantes) después del nacimiento. Este nuevo análisis “ha trasladado el resultado mensurable de la experiencia con los sonidos del discurso individual de los seis meses de edad a la etapa anterior al nacimiento”, añade la investigadora. Los hallazgos realizados han sido publicados por la revista Acta Paediatrica.

Cómo se hizo

En la investigación -en la que, además de Moon, participaron Hugo Lagercrantz, profesor del Instituto Karolinska de Suecia, y Patricia Kuhl, co-directora del Institute for Learning and Brain Sciences de la Universidad de Washington- se analizó a bebés recién nacidos poco después de ser dados a luz.

Las pruebas fueron realizadas en el Madigan Army Medical Center de Tacoma (Estados Unidos) y en el Hospital Infantil Lindgren de Estocolmo (Suecia), con un total de 80 niños (40 en cada país), de entre siete y 75 horas de vida.

Todos los bebés escucharon vocales del sueco o del inglés mientras tenían en su boca un chupete que estaba conectado a un ordenador. Las vocales oídas estaban divididas en dos grupos: 17 eran sonidos de la lengua nativa de los niños y otras 17 eran sonidos de la lengua extranjera. La mitad de los niños analizados escucharon vocales en su idioma materno, y la otra mitad vocales de una lengua extranjera.

El tiempo y la frecuencia con que los bebés succionaban su chupete permitieron a los investigadores detectar el interés de los pequeños por los sonidos vocales presentados. “Cada succión (del chupete) provocaba una vocal hasta que el niño paraba, y una nueva succión producía un nuevo sonido”, explica Kuhl.

En ambos países, los bebés que escucharon las vocales extranjeras succionaron más sus chupetes que aquellos que escucharon sus vocales nativas, independientemente de la experiencia postnatal que los bebés hubiesen tenido.

Este hecho indicó a los autores del estudio que los pequeños habían aprendido sonidos vocales en el útero. “Los niños habían escuchado la voz de su madre en el vientre, y particularmente sus vocales durante diez semanas”, señala Kuhl. “Al nacer, aparentemente, estaban listos para (oír) algo nuevo”, concluye la investigadora.

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Pequeñas partes del discurso

Mientras que investigaciones previas se habían centrado en el aprendizaje prenatal de frases u oraciones, este es el primer estudio que demuestra el aprendizaje prenatal de pequeñas partes del discurso que no son fácilmente reconocibles por su melodía, su ritmo o su sonoridad.

Los investigadores escogieron los sonidos de vocales para su análisis porque pensaron que, al ser sonidos destacados, podían ser detectadas por los fetos en los discursos maternos, incluso en medio del ruidoso sonido de fondo del vientre.

Según ellos, los resultados obtenidos demuestran que los recién nacidos tienen la capacidad de aprender y recordar sonidos elementales de su idioma durante las 10 últimas semanas de embarazo (los mecanismos cerebrales y sensoriales de la audición están listos en la semana 30 de la gestación, que dura de media 40 semanas).

Kuhl afirma que este descubrimiento es “sorprendente”. “Pensábamos que los niños ‘nacían aprendiendo’ pero ahora sabemos que saben incluso desde antes. No son fonéticamente inexpertos al nacer”, afirma la especialista, quien concluye: “El hecho de que los niños puedan aprender vocales en el útero implica que están poniendo en marcha algunos sofisticados centros cerebrales, incluso antes de nacer”.

Otra prueba de aprendizaje lingüístico prenatal

La interpretación derivada del estudio de Moon y sus colaboradores coincide con la interpretación de otro hallazgo sobre el lenguaje y los recién nacidos, realizado en 2009 por científicos de la Universidad de Würzburg, del Instituto Max Planck de Alemania, y de la Ecole Normale Supérieure de París.

En este caso, los investigadores constataron que los llantos de los recién nacidos emulan a la lengua materna. En concreto, los científicos pudieron demostrar que los recién nacidos franceses lloran de forma distinta a los recién nacidos alemanes, por influencia de las lenguas de sus padres. En el estudio participaron 60 bebés sanos, 30 de familias de habla francesa y 30 de familias de habla alemana, y de cinco días de edad.

Los científicos señalaron entonces que esta constatación suponía, por un lado, que la capacidad para producir activamente el lenguaje está presente en el ser humano mucho antes de lo que se creía previamente.

Por otra parte, podría significar que los diversos patrones de entonación del alemán y del francés habrían sido percibidos por los fetos en el vientre materno, y posteriormente reproducidos por los bebés tras el nacimiento.