Revista de economía mundial 65, 2023, 27-49
ISSN: 1576-0162
DOI: http://dx.doi.org/10.33776/rem.vi65.7516
Los probLemas de soLvencia de Las entidades bancarias
continúan. evoLución de Los activos ponderados por riesgo en
Las entidades bancarias españoLas
The Solvency ProblemS of banking enTiTieS conTinue. evoluTion
of riSk-WeighTed aSSeTS in SPaniSh banking enTiTieS
Sánchez Mato, Carlos
Universidad Complutense de Madrid
carlsa24@ucm.es
Garzón Espinosa, Eduardo
Eduardo.garzon.espinosa@gmail.com
Medialdea García, Bibiana
Universidad Complutense de Madrid
bibiana@ccee.ucm.es
Recibido: enero 2023; aceptado: septiembre 2023
resumen
Para abordar los problemas de los modelos de gestión de los riesgos
bancarios, la regulación implementada en Basilea III recogió un criterio más
estricto en el cálculo de capital, pero el cálculo de las ponderaciones por riesgo
de los activos sigue delegándose en los bancos.
En el artículo abordamos cuál ha sido la evolución de los activos ponderados
por riesgo de las entidades de depósito de España que muestra la estrategia
seguida en el período 2008-2021 y el impacto que ha tenido su reducción
en la mejora de la solvencia y su capacidad para hacer frente a crisis futuras.
Palabras clave: Bancos, Activos Ponderados por Riesgo, solvencia, crisis.
abstract
To address the problems of banking risk management models, the regulation
implemented in Basel III included a stricter criterion in the calculation of capital,
but the calculation of asset risk weights continues to be delegated to banks.
In the article we address the evolution of the risk-weighted assets of
deposit institutions in Spain, which shows the strategy followed in the period
2008-2021 and the impact that their reduction has had on the improvement
of solvency and their ability to face future crises.
Keywords: Banks, Risk-Weighted Assets, solvency, crisis.
JEL Classification/ Clasificación JEL: G21.
Revista de economía mundial 65, 2023, 27-49
1. introducción
Los modelos de gestión de los riesgos bancarios anteriores a 2007 pusieron
de manifiesto su incapacidad a la hora de anticipar la crisis (Sánchez Mato 2022).
La regulación implementada en Basilea III recogió un criterio más estricto en el
cálculo de capital, pero el cálculo de las ponderaciones por riesgo de los activos
sigue delegándose en los bancos.
El objetivo del artículo es abordar la evolución de los activos ponderados por
riesgo (en adelante RWA1) de las entidades de depósito de España, estudiar cuál
ha sido la estrategia seguida en el período 2008-2021 por parte de estas, qué
impacto ha tenido su reducción en la mejora de la solvencia medida en términos
regulatorios y si esto les da capacidad para hacer frente en mejores condiciones a
crisis futuras. Se trata de un debate, el de la mejora de la solvencia de las entidades
bancarias, la importancia de la medición adecuada de los riesgos en los que
incurren y las actuaciones que han llevado a cabo para minimizar dichos riesgos
para reducir las mayores exigencias de capital impuestas por los reguladores,
especialmente relevante y plenamente vigente en la academia.
La revelación de diferencias notables en el cálculo de RWA entre entidades
y países, especialmente entre las entidades que aplican métodos basados en
modelos internos, ha llevado a autores como Ledo (2011), Acharya (2011)
Liikkanen (2012), Montes y otros (2016) a concluir que no se efectúa de
forma consistente y que existen diferencias importantes, e injustificadas, en
las metodologías de cálculo de las entidades en los distintos países y en los
criterios de los supervisores a la hora de analizarlos. Es relevante porque esas
diferencias pueden tener efectos no deseados en la estabilidad financiera como
apuntan Leogrande y otros (2022). Los incentivos que tienen las entidades para
subestimar los riesgos son elevados como indican Le Leslé y Avramova (2012) y es
necesario implementar instrumentos anticíclicos que mitiguen esta pulsión (Brei
y Gambacorta, 2014). El resultado delanálisis del Banco Central Europeo(BCE
2021a) sobre los modelos internos utilizados por las entidades bancarias que
supervisa (Targeted review of internal models, TRIM) y que muestra deficiencias
en la contabilización de RWA que minimizan los mismos hasta en un 12%, muestra
que la regulación tiene aún mucho que avanzar.
Como señalaba el Banco de Pagos de Basilea (2017), más allá de los esfuerzos
de los reguladores que recomendaban transitar hacia un cálculo prudente y
1 Activos Ponderados por Riesgo (APR): en inglés Risk-Weighted Assets (RWA).
30 Carlos Sánchez Mato · Eduardo Garzón Espinosa · Bibiana Medialdea García
creíble de los RWA, autores como Sonali y Amadou (2012), Admati y Hellwig
(2013) o Sandbu (2013) señalan la necesidad de elevar los colchones de capital a
pesar del impacto que pueda tener en la oferta de crédito, siendo Admati y Anat
(2015) quienes llevan ese incremento muy por encima de lo establecido por los
reguladores.
La cuestión que ha de resolver la regulación es cuál es el nivel de capital que
las entidades bancarias deberían mantener y a esta pregunta no responderán
desde la misma posición los accionistas cuya intención siempre será minimizar
su aportación para incrementar el retorno que su capital invertido tiene, que los
depositantes y acreedores que pretenderán aumentarlo para protegerse contra
las pérdidas y los problemas sistémicos. La posición de los reguladores y del
propio sector público tendría que alinearse más con los segundos para reducir el
impacto en las cuentas públicas de las insolvencias que una insuficiencia de capital
pueda ocasionar. Pero no ha sido la opción elegida.
Teniendo esto en cuenta estimamos muy pertinente analizar en este artículo el
impacto que tiene la evolución de los RWA en las entidades bancarias españolas
hasta 2021 y en qué medida una defectuosa medición puede causar problemas
de solvencia precisamente en un país en el que las crisis bancarias han causado
históricamente graves problemas. La propia experiencia sugiere la necesidad de
ampliar y mejorar los mecanismos de supervisión financiera como única forma de
prevenir las crisis y, en todo caso, de minimizar sus consecuencias (Sudriá 2014).
Consideramos que este artículo aborda un estudio relevante dado que los
activos de las entidades bancarias españolas promedian en el período 2008-
2012 un 12% de los de la Eurozona y no han experimentado cambio porcentual
significativo pero los RWA, que suponían el 17% de los de la Eurozona en 2008,
han pasado a ser el 11,6% en 2021. La diferente evolución de los RWA en España
hace pertinente el análisis geográfico realizado que ha tenido como resultado una
reducción generalizada del nivel de RWA y que muestra que ha sido una de las
estrategias usadas por parte de los bancos españoles para reducir las necesidades
de incremento de capital. Mientras que el activo total de las entidades de crédito
en España se incrementó un 10,7% en 2021 con respecto a 2008, los RWA se
redujeron un 32,9%. ¿Es el resultado de una medición del riesgo más ajustada
a la realidad? Si así fuera, el proceso habría sido exitoso pero la experiencia del
Banco Popular y sus modelos internos de evaluación de riesgo de sus RWA no lo
hacen pensar (Sánchez Mato 2022). Si bien es cierto que la banca española se
aproxima de esta forma al promedio que tienen sus homólogas de la Eurozona, no
es un dato tranquilizador en relación con la fortaleza de capital de los bancos a la
hora de hacer frente a crisis futuras.
La estructura del artículo es la siguiente. Tras la introducción abordaremos
en el apartado segundo una revisión de la literatura y del marco regulatorio
para a continuación desarrollar la estrategia que han seguido las entidades de
depósito españolas en relación con la gestión de los RWA. En el apartado cuatro
exponemos los efectos de la táctica seguida por el Banco Popular minimizando la
contabilización de los RWA y la incapacidad demostrada por el supervisor para
detectarlo y finalizamos con las conclusiones.
31
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2. revisn de Literatura y evoLucn deL marco reguLatorio
Indicamos en este apartado referencias bibliográficas útiles para enmarcar la
investigación realizada. Que existan seguros de depósito motiva a las entidades a
incurrir en mayores riesgos que en su ausencia y autores como Kim y Santomero
(1988) defienden que los bancos sistémicos asumen riesgos excesivos debido
a las opciones de rescate del gobierno. Esto favorece la teoría de la “hipótesis
regulatoria” que apuntan Koehn y Santomero (1980), Avery y Berger (1991)
y Abbas y otros (2021) que indican que el aumento de exigencias de capital
conduce a un aumento del riesgo de los bancos.
En el año 1988 se formalizó el primer Acuerdo de Basilea sobre requerimientos
mínimos de capital exigibles a las entidades bancarias. Se estableció un mínimo
del 8% de recursos propios sobre RWA. Aun cuando fue un avance, quedó muy
lejos de conseguir una cobertura adecuada de las actividades realizadas. El
enfoque basado en la determinación de las necesidades de capital en función
de las posiciones en distintas categorías de activo, con ponderaciones distintas
según el riesgo atribuido por la normativa, es el conocido como modelo estándar.
La revisión posterior realizada en 2004, Basilea II, abrió el camino a que los
bancos aplicasen modelos internos para determinar sus necesidades de capital.
La crisis financiera global evidenció debilidades muy importantes en Basilea
II ante la evidencia de una insuficiente capitalización muy relacionada con una
inadecuada estimación de los riesgos, sobre todo el de liquidez y el de mercado,
y que contribuía a la prociclicidad del crédito, a través de los modelos de valor en
riesgo (VaR) y del papel asignado a agencias calificadoras y la contabilización de
los activos a precios de mercado (Almunia, 2009 y FMI, 2009).
Los mayores requerimientos regulatorios han ido acompañados de
innovaciones en productos financieros desde Basilea I para facilitar que las
instituciones financieras manipulen su riesgo regulatorio (Acharya, Schnabl y
Suárez, 2010) con titulizaciones que reducen los requisitos de capital y su medición
adecuada es clave para autores como Acharya y Viral (2011) que señalan que
la importancia de la vivienda como clase de activos aumentó endógenamente
en respuesta a las bajas ponderaciones de riesgo de los valores respaldados por
hipotecas en los requisitos de capital. Aunque la crisis mostró que los bancos no
tenían suficiente capital frente a estos activos, el bajo peso de riesgo en esta clase
de activos ha continuado.
Las consecuencias las exponía Ledo (2011) que analizó la disminución de la
ratio que relaciona los RWA con los activos totales en veinte bancos de Estados
Unidos y Europa, entre 2000 y 2010 mostrando que en Estados Unidos los RWA
con respecto al activo total descendieron del 74% al 58% y en la Eurozona del
40% al 33%. Si analizamos las diferencias por entidad en 2011 trabajadas por
Liikkanen (2012) veremos que mientras Deutsche Bank consideraba según sus
modelos internos que un 19% de su activo tenía riesgo, Barclays contabilizaba
como tal el 25%, HSBC el 47% o el BBVA el 55%.
32 Carlos Sánchez Mato · Eduardo Garzón Espinosa · Bibiana Medialdea García
Tal y como indican Montes y otros (2016), una simple inspección de los datos
a nivel de país revela diferencias significativas en el uso de modelos internos2 (IRB)
por parte de los bancos y en las densidades de RWA y evidencia una relación
entre densidad de los RWA, utilización de los IRB, y la composición de la cartera,
tamaño de los bancos y medidas de riesgo de mercado. Es lógico porque influye en
la rentabilidad de las acciones de las entidades bancarias como defienden Sonali
y Amadou (2012) que concluyeron que en 2007 y 2008 los rendimientos fueron
más bajos para los bancos con RWA más altos. La relación es estadísticamente
bastante significativa y el efecto es tal que los bancos con una relación RWA con
activos un punto porcentual superior, tienen un rendimiento de las acciones que
es 0,06 puntos porcentuales más bajo.
Frente a estas críticas, es conveniente tener presente tal y como indica el
Banco de España (2013) que, en primer lugar, hay buenas razones por las que
la densidad de los RWA debería ser distinta entre entidades dado que tienen
distintos perfiles de riesgo, manifestados en diversos aspectos: el peso relativo
de sus diferentes carteras, la calidad de los activos que componen cada cartera,
las áreas geográficas en que operan y los tipos de negocio que efectúan.
Aquellas entidades centradas en actividades consideradas de bajo riesgo o cuyas
inversiones tengan una mayor calidad deberían mostrar ratios más bajas. Sin
embargo, que tenga sentido que exista una densidad diferente entre entidades y
entre bancos de países diferentes, no nos sitúa de forma automática en la certeza
de que la que existe es la que refleja de forma adecuada el riesgo.
Basilea III acometió la necesidad de reducir la excesiva variabilidad de los
RWA. El Banco de Pagos de Basilea (2017) recomendaba transitar hacia un
cálculo prudente y creíble de los RWA y tapar una serie de grietas que existían
en la arquitectura de la forma de calcularlos que afectaban sobre todo al
equilibrio entre sencillez, comparabilidad y sensibilidad al riesgo. Su intención era
restablecer la credibilidad del cálculo de los RWA incrementando la solidez y la
sensibilidad al riesgo de los métodos estándar para el riesgo de crédito y el riesgo
operacional lo que facilitaría la comparabilidad de los coeficientes de capital de
los bancos. También pretendía restringir el uso de métodos basados en modelos
internos y complementar el coeficiente de capital ponderado por riesgo con un
coeficiente de apalancamiento perfeccionado y un suelo de capital revisado y
sólido. Se planteaba un conjunto de normas mínimas, pero nada impedía ir más
allá. Sin embargo, el supervisor ha seguido defendiendo su uso por parte de las
entidades3.
2 Internal Ratings Based.
3 El presidente del Consejo de Supervisión del BCE, Andrea Eria, ha defendido la continuidad de los
modelos internos como método adecuado de valoración de los riesgos de las entidades a pesar del
gran número de deficiencias encontradas y del elevado volumen de los riesgos infraconsiderados:
“Confirma que la aplicación coherente de los modelos internos es posible incluso dentro de un área
de supervisión tan extensa como la unión bancaria. Las entidades están procediendo a corregir
las deficiencias detectadas y cumplir plenamente los requerimientos. Nuestra guía sobre modelos
internos les servirá de apoyo a este respecto”.
33
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En 2012 se pusieron en marcha varias iniciativas en el ámbito del Comité
de Basilea y de la Autoridad Bancaria Europea para analizar la consistencia
en el cálculo de los RWA entre entidades y jurisdicciones, y, en su caso,
identificar las causas y proponer soluciones. El grupo de trabajo Task Force
on Consistency of Outcomes in Risk Weighted Assets (TCOR) analizó los RWA
no incluidos en la cartera de negociación usando para ello datos regulatorios
de una amplia muestra de entidades europeas concluyendo que la mitad de
las diferencias en términos de la global charge existentes entre entidades
se debe a la utilización de distintos métodos regulatorios para el cálculo de
los requerimientos por riesgo de crédito (estándar frente a IRB), así como a
la estructura de balance de las entidades. La otra mitad se podría atribuir
a los parámetros IRB aplicados, si bien son necesarios estudios adicionales
para saber si el perfil de riesgo de las entidades justifica esas diferencias,
o si se deben a distintas interpretaciones de la regulación, en cuyo caso se
propondrían las medidas correctoras necesarias.
Si el capital tiene un papel fundamental en cualquier empresa, en el
caso de las entidades bancarias debería ser un objetivo irrenunciable desde
el punto de vista regulatorio. Dada la naturaleza y el funcionamiento de la
actividad bancaria, el que las entidades cumplan los requisitos de solvencia
fijados, es condición necesaria pero no suficiente para su estabilidad, ya que
a lo anterior debe acompañarse un adecuado control de la liquidez y de otros
riesgos financieros y no financieros. Y eso nos sitúa ante el conflicto que existe
entre el refuerzo del capital de los bancos, deseado por los contribuyentes y
los acreedores de las entidades y los intereses de los accionistas que exigen
rentabilidad superior a la ofrecida por el sector en condiciones normales
y que precisa de ir en sentido contrario en cuanto a los requerimientos
regulatorios y la necesaria dinamización de la actividad económica que precisa
flujos estables, crecientes y a bajo coste de financiación crediticia. Aunque
el teorema de Modigliani-Miller defiende que se puede atenuar el efecto,
porque una mayor solvencia asociada a mayores niveles de capital llevaría
a los inversores a reducir el coste del capital exigido, la hipótesis de que, en
un mercado eficiente, el valor de una empresa no se ve afectada por la forma
en que la empresa se financia y que carece de importancia si el capital de la
empresa se obtiene con la emisión de acciones o de deuda, no ha respondido
al análisis empírico. De hecho, los modelos de formación de precios que
utilizan las entidades de crédito no contemplan otra realidad que la que se
deriva de que un incremento de los requerimientos de capital se traslada a
los costes en forma de incremento lo que generaría una disminución de la
demanda de operaciones de crédito y dejaría fuera proyectos productivos
rentables. Defendiendo esta tesis, Admati y Hellwig (2013) llevan a cabo una
detallada exposición en la que tratan de rebatir una lista de declaraciones
sobre los bancos, entre ellas las concernientes a los efectos de los mayores
requerimientos de capital, que consideran erróneas. En esta misma línea incide
Sandbu (2013), quien señala que “hay tres razones por las que uno podría
considerar que forzar a los bancos a elevar sus colchones de capital reducirá la
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oferta de crédito a la economía. Pero una es inválida; la segunda, irrelevante;
y la tercera es inaceptable”. Tales razones se refieren a la posibilidad que
tienen los bancos de conseguir ampliar capital con el objeto de destinarlo a la
concesión de préstamos, a la alternativa que tienen las entidades para reducir
el denominador de la ratio de capital en el caso de que no logren incrementar
el numerador, y a la improcedencia de que las entidades bancarias opten por
propagar vaticinios negativos y expectativas en el mismo sentido sobre la
marcha de la economía, como consecuencia de las medidas regulatorias.
Altunbas y otros (2010) y posteriormente Bikker y Vervliet (2018) coinciden
en señalar que las bajas tasas de interés podrían llevar a los bancos a reducir
sus estándares crediticios, lo que podría causar un deterioro en la calidad de
la cartera de préstamos. Lo mismo observan Jiménez y otros (2014) para los
bancos españoles. (Brei et al., 2020) han estudiado el impacto de las bajas
tasas de interés en las actividades de intermediación de 113 bancos durante
el período 1994-2015 y han verificado que un aumento en el valor del margen
derivado de las actividades comerciales se asocia a una reducción de RWA.
El debate no está cerrado porque la conveniencia de un sustancial
incremento de los requerimientos de capital de las entidades bancarias de
manera sustancial y que algunos autores sitúan en niveles del 50% en relación
con los activos ponderados por riesgo o del 30% del total de los activos,
supondría una gigantesca dilución de los actuales accionistas al tiempo que
una reducción al mismo nivel de la rentabilidad financiera. Admati y Anat
(2015) defienden que los bancos deberían tener un capital equivalente al 30 %
del valor de sus activos, es decir, niveles de capital semejante a los que tienen
las empresas manufactureras o industriales. Su postura es muy razonable
ya que nada hay en la actividad de los bancos que permita considerar que
soportan en menor medida el riesgo de devenir insolventes cuando se eleva su
endeudamiento. Es justo, al contrario. Sobre todo, si se tiene en cuenta que,
como hemos dicho, valorar los activos de los bancos es más difícil y menos
seguro que valorar los activos de una empresa manufacturera. El valor de un
crédito depende de la solvencia del deudor, solvencia que cambia de forma
continua y que lo puede además hacer bruscamente y que depende, a su vez,
de la confianza del “mercado” en tal solvencia.
El uso de RWA en la supervisión bancaria ha sido criticado por varios
motivos. Le Leslé y Avramova (2012), por ejemplo, destacan la prociclicidad
de esta métrica y el incentivo para que los bancos jueguen con el sistema
subestimando los riesgos. La medida de apalancamiento introducida
por Basilea III no se basa en el riesgo y está destinada a complementar el
requisito ponderado por riesgo, ya que los coeficientes de apalancamiento
son más fáciles de calcular y tienden a ser más anticíclicos que los RWA (Brei
y Gambacorta, 2014).
Los requisitos regulatorios pueden cambiar potencialmente la asignación
de recursos entre bancos, dependiendo de la métrica utilizada. El cálculo de
RWA explica en gran medida las diferencias estructurales entre los activos
totales y los ponderados por riesgo. Haldane y Madouros (2012) encuentran
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que un enfoque basado en calificaciones internas, utilizado por los bancos
más grandes, conduce a ponderaciones de riesgo más bajas que el enfoque
estandarizado, que es utilizado principalmente por los bancos más pequeños.
Santos y otro (2020) analizan las razones que conducen a una creciente
variabilidad en el valor de los RWA. Los autores comparan un indicador de los
RWA del mercado con los índices de RWA producidos por los mismos bancos.
El resultado muestra que el valor de los RWA atribuidos por evaluadores
externos tiende a ser superior al valor de los RWA comunicados de forma
autónoma por los bancos. Esta diferencia se debe a que, mientras que, por
un lado, los observadores externos del mercado atribuyen un valor adicional
a RWA para considerar el valor de las operaciones opacas de los bancos, por
otro lado, los bancos tienden a omitir información relacionada con el riesgo.
La regulación implementada en Basilea III implantó un criterio más
estricto de capital pero que el cálculo de las ponderaciones por riesgo de los
activos se siga delegando en los bancos supone un perverso incentivo para
su infravaloración que no parece que se haya corregido. En relación con esto,
es muy interesante el análisis realizado por elBanco Central Europeo(2021)
sobre los modelos internos utilizados por las entidades bancarias que supervisa
(Targeted review of internal models, TRIM) que identificó más de 5.800
deficienciasque según el supervisor deben ser subsanadas. El BCE clasifica la
gravedad en una escala de F1 a F4, donde F1 se refiere a un impacto bajo y
F4 a un impacto muy alto. Alrededor del 30% de los hallazgos planteados en
las investigaciones in situ de TRIM tienen una alta gravedad, es decir, F3 o F4.
El impacto de las incidencias supondría que las entidades han minusvalorado
los RWA en un 12% de los computados, es decir, unos275.000 millones de
euros de los RWA existentes en los modelos examinados correspondiente a 65
entidades significativas. El impacto estimado en la ratio de capital ordinario de
nivel 1 (Common Equity Tier 1 – CET1) de las entidades que utilizan modelos
internos, sería inferior enpromedio en unos 71 puntos básicosen las ratios
CET1 de las entidades dentro del ámbito de aplicación como resultado de la
revisión realizada durante el período comprendido entre 2018 y 2021.
Como se puede apreciar en el Gráfico 1, el 92% del aumento de RWA
se debió a medidas de supervisión del riesgo de crédito. Del porcentaje, las
carteras de crédito de bajo riesgo crecieron en 188 mil millones de euros
(68% del incremento) y el riesgo de carteras minoristas y pymes estaban
minusvaloradas en 65 mil millones de euros (24% del incremento). El riesgo
de mercado y el de crédito de contraparte aportaron 11 mil millones cada uno
(4%).
Gráfico 1. Impacto en RWA de los modelos inspeccionados por el BCE
A pesar de las deficiencias halladas, los resultados de las investigaciones
del TRIM no han modificado la posición del BCE que confirmó que los modelos
internos de las entidades significativas pueden seguir utilizándose para calcular
los requisitos de fondos propios.
El análisis del BCE lo confirman Behn y otros (2022) pero indican que
no por ello la regulación tiene que ser positiva porque, si bien los bancos
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subestiman el nivel de riesgo y reducen los requisitos de capital agregados,
podría darse el caso de que se limitase el otorgamiento de préstamos por
parte de grandes bancos con efectos potencialmente beneficiosos para ciertos
prestatarios. Además, plantean que los objetivos de la reforma no se han
logrado plenamente, ya que los bancos “optimizaron” la regulación basada
en modelos.Este comportamiento dio lugar a requisitos de capital inferiores
a los previstos para préstamos que eran al menos tan arriesgados como antes
y socavó los objetivos de la propia regulación porque además los costos fijos
facilitaron que solo los introdujeran los grandes bancos con la consiguiente
oligopolización. Sin embargo, que exista en el análisis una minusvaloración del
12% de los RWA da una importancia mucho más significativa a la estrategia
seguida por las entidades bancarias españolas en los últimos 13 años y que
describiremos a continuación.
3. estrategia de Las entidades de depósito españoLas en reLación con La gestión
de Los activos ponderados por riesgo
El conjunto de entidades bancarias de la Eurozona ha incrementado los
activos totales un 15,23% en el período que va entre 2008 y 2021 mientras
que los RWA se redujeron un 2,07%. Con 4,6 billones de activos de incremento
en esta etapa, los RWA disminuyeron en 267.000 millones de euros. Como
se puede apreciar en los gráficos 2 y 3, en esa realidad ha sido decisiva la
estrategia implementada por las entidades de depósito de España desde el
estallido de la crisis. Porque son sus datos los que han cambiado sensiblemente
el mapa global de la Eurozona. Mientras los activos totales de las entidades
españolas crecieron un 10,7%% en el período que va entre 2008 y 2021, sus
RWA se redujeron un 32,9%. O, dicho de otro modo, con 386.000 millones
más de activos que en 2008, el riesgo reconocido por las entidades se redujo
hasta 2021 en 723.000 millones de euros.
Creer que la evolución se debe a una reasignación de las carteras de
crédito para hacer más prudente la política de riesgo, es un ejercicio de
optimismo poco creíble. Sin el decisivo peso de las entidades españolas, el
resto de la Eurozona habría aumentado sus activos totales un 14,9% y sus
activos ponderados por riesgo un 4%.
En 2008 el conjunto de entidades de depósito españolas tenía el 60,9%
de RWA sobre total de activos y han pasado al 38% a final de 2021. Con ello
se ha reducido sensiblemente la diferencia con respecto al promedio existente
con el resto de la Eurozona en la que las entidades tienen ratios inferiores
como se puede apreciar en el gráfico 4.
En 2008, la diferencia media en la proporción de RWA con respecto a los
activos totales entre las entidades de crédito de España y las de la Eurozona
sin contar a las entidades españolas, era de 21,1 puntos. A final de 2021 la
diferencia se había reducido un 90% hasta los 2,2 puntos.
Si analizamos la diferencia por países de las entidades bancarias más
significativas supervisadas por el BCE, podemos apreciar en el gráfico 5 que
37
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en 2021 los bancos españoles tenían el 38,2% de RWA sobre activos totales,
frente al 36,3% de Italia, el 31% de Francia, el 29,8% de Países Bajos o el
29,7% de Alemania.
La distribución de la composición del riesgo en 2021 de las entidades
bancarias más significativas que son supervisadas por el BCE muestra como
elemento diferencial más significativo entre países de la Eurozona, la horquilla
existente entre el porcentaje que supone el riesgo de crédito en los bancos
españoles (87,8%) en España y Francia en comparación con el 79,5% que
computan las entidades de Países Bajos (gráfico 6).
Se evidencia en los gráficos 7 y 8 que los bancos de países que tienen
porcentajes más reducidos de medición de riesgo con modelos internos IRB
como España con un 38,6%, arrojan un promedio superior de RWA comparado
con activos totales. En el otro extremo podemos encontrar a los bancos de
Países Bajos con un 68,2% de riesgo de crédito medido con modelos internos
y solamente un 29,8% de RWA sobre activos totales.
Eso explica la exitosa estrategia seguida por parte de las entidades
bancarias españolas para introducir modelos internos de gestión del riesgo
que les han permitido reducir hasta la décima parte la diferencia de cómputo
de RWA con respecto a entidades de otros países de la Eurozona que existía
en 2008.
Sin embargo, la otra cara de la moneda es lo que supone esa reducción en
términos de solvencia porque, si bien los datos de las entidades de depósito
españolas muestran una sensible mejora en la ratio que relaciona el capital
más las reservas de las entidades de depósito con respecto a los RWA que
pasan del 11,3% en 2008 al 17,5% en 2021 (14,1% a 20,8% en la Eurozona),
si comparamos con los activos totales, la ratio ha pasado del 6,3% al 5,9%
mientras que la Eurozona mejoraba del 5,6% al 7,4% (gráfico 9).
Es decir, con respecto a los activos totales, la banca española ha empeorado
su solvencia mientras que la de la Eurozona la habría incrementado.
4. efectos de una inadecuada contabiLización de Los rWa: eL caso deL banco
popuLar
Siguiendo el estudio realizado en Sánchez Mato (2022) en relación con el
caso del Banco Popular, podemos ver cómo las estrategias inadecuadas de
reducción de RWA pueden ser no detectadas a tiempo por los supervisores
para evitar situaciones de insolvencia. Como se aprecia en el gráfico 10,
de 2005 al primer trimestre de 2017 los activos totales del Banco Popular
pasaron de 77.698 millones de euros a 147.114 millones de euros, un 89%
de incremento mientras sus RWA se reducían casi un 14%. El resultado de
la estrategia fue que, mientras en 2005 los RWA suponían el 90,6% de los
activos totales, en el primer trimestre de 2017 ya únicamente eran el 41,4%.
La grave situación del Banco Popular llevó a que el Fondo de Restructuración
Ordenada Bancaria (FROB) ejecutase el mandato de la Junta Única de
Resolución (JUR) y realizó la primera resolución bancaria a nivel europeo en el
38 Carlos Sánchez Mato · Eduardo Garzón Espinosa · Bibiana Medialdea García
primer semestre de 2017. Se trataba de evitar un concurso de acreedores o
una liquidación desordenada que habría impactado gravemente en las cuentas
públicas. La valoración del Popular estimada por la JUR era negativa en un
rango que iba de los 2.000 millones de euros en el escenario base a los 8.200
millones en el adverso4 lo que revelaba el inadecuado riesgo considerado en
los activos de la entidad por sus modelos internos.
El análisis que hemos realizado demuestra que una caída desordenada
o incluso una liquidación ordenada, habría supuesto un coste inicial para el
Estado, que solo podría calificarse como espectacular ya que el Tesoro Público
habría tenido que asumir un riesgo de casi 36.000 millones de euros si, en vez
de vender el Banco Popular al Santander, se hubiera activado la suspensión
de pagos. El Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) disponía a finales de 2016
de un patrimonio total de 1.598 millones de euros cuando, según aseguró el
ministro de Economía, Luis de Guindos, los depósitos de personas físicas que
habría que garantizar en el Popular ascendían a 35.900 millones. Lógicamente,
en el caso de que se hubiera ido a la alternativa del concurso de acreedores,
el FGD no habría podido dar respuesta y habría tenido que recurrir al Tesoro
Público.
Pero el coste para el sector público sería superior ya que, desde la
aprobación de la normativa en 2012 que permite la monetización de los
créditos fiscales, la liquidación del Banco Popular hubiera activado el cobro
directo de 4.000 millones de euros en créditos fiscales que hubiera tenido
que abonar la Hacienda Pública. Este importe tiene su origen en los activos
fiscales diferidos (DTA, por sus siglas en inglés) generados por Popular a raíz
de las pérdidas registradas por la entidad durante los últimos ejercicios.
Estos créditos fiscales, están siendo aprovechados por Banco Santander que
está usándolos para disminuir su factura fiscal a partir de 2018, pero una
liquidación, ordenada o no, hubiera convertido en exigible de forma inmediata
ese importe. Santander se beneficiará de los créditos fiscales generados con
Popular durante los próximos años.
Por lo tanto, el coste para el Estado de la no intervención en una crisis de
confianza de un banco como el Popular, habría supuesto un impacto de casi
40 mil millones de euros.
5. concLusiones
El riesgo asignado a cada activo es diferente según las probabilidades
calculadas de que sea fallido. Es en el cálculo de esas probabilidades en las
que se han especializado las entidades bancarias para construir modelos
complejos, en muchos casos incomprensibles para observadores con amplios
conocimientos en matemática avanzada. Pero los modelos internos no han
sido capaces de calcular adecuadamente los riesgos, más aún, han asignado
valores incorrectos que han generado apetitos desmedidos, basados en dichos
4 https://www.frob.es/en/Lists/Contenidos/Attachments/419/ProyectodeAcuerdoreducido_EN_v1.pdf
39
Los probLemas de soLvencia de Las entidades bancarias continúan. evoLución de Los activos ponderados ...
revista de economía mundiaL 65, 2023, 27-49
valores, por activos teóricamente seguros y para los que no se ha dotado ni
reservado capital como señalan Le Leslé y Avramova (2012).
No es casual. Tiene que ver con la extrema resistencia que los bancos
tienen a incrementar su base de capital por el efecto negativo que tiene en su
rentabilidad financiera. Es pertinente recordar la etapa de enorme crecimiento
de los activos bancarios cuando primaba la denominada en muchos
discursos por Alan Greenspan como exuberancia irracional. Se fantaseaba
con la desaparición de los ciclos económicos y los modelos de gestión de
riesgos bancarios fueron consecuentes con ello e incapaces de valorarlos
adecuadamente. La relajación en el rigor a la hora de conceder créditos provocó
una fuerte expansión impulsada por la regulación de solvencia emanada de los
acuerdos de Basilea II que permitía el uso de modelos internos elaborados
por las propias entidades para el cálculo de los requerimientos de capital,
difícilmente supervisables por su complejidad. El incentivo era perverso ya
que, a menor ponderación de riesgo, mayor era la posibilidad de conceder
préstamos, menor era el volumen de recursos propios que tenían que acopiar
las entidades y mayor la rentabilidad para los accionistas. Pero se multiplicaba
su incapacidad para hacer frente a las pérdidas. Además, se completaba
el cuadro con el cómputo como fondos propios de determinados pasivos
incapaces de absorber pérdidas. El resultado de la normativa regulatoria es
que, coeficientes de solvencia elevados, en muchos casos superiores al 11%,
se volatilizaron (Blinder 2014).
Nos planteábamos como objetivo del artículo abordar la evolución de los
RWA de las entidades de depósito de España y en qué medida la estrategia
seguida en el período 2008-2021 por su parte, las situaba con más capacidad
para hacer frente a crisis futuras. En ese sentido, la reducción de la diferencia
promedio en la proporción de RWA con respecto a los activos totales entre
las entidades de crédito de España y las de la Eurozona hasta los 2,2 puntos
porcentuales, un 90% de la existente en 2008, ha sido posible gracias al
uso de modelos internos. Que el activo total de las entidades de crédito en
España se haya incrementado un 10,7% en 2021 con respecto a 2008 y
en ese período los RWA se hayan reducido un 32,9%, nos alerta sobre la
inestabilidad sistémica que puede suponer el uso de estrategias para reducir
la ponderación del riesgo. Resolverla pasa por una mayor exigencia de capital
con capacidad de absorber pérdidas a las entidades bancarias que no sea
minimizado por modelos internos de evaluación de riesgo que no tienen
capacidad de dar respuesta adecuada ante los eventos negativos que pueden
producirse. El estudio de caso de lo ocurrido con Banco Popular es significativo
ya el porcentaje de sus RWA con respecto a los activos totales descendió
49,2 puntos porcentuales desde 2008 hasta su resolución en 2017 mientras
que sus activos crecían el 89%. Si bien no puede generalizarse sin más lo
ocurrido a todo el sector, esta contribución a lo investigado por la literatura
empírica previa indica que la estrategia seguida ha sido similar como acredita
el análisis realizado por BCE (2021) que reveló que las entidades analizadas
minusvaloraban en un 12% sus RWA.
40 Carlos Sánchez Mato · Eduardo Garzón Espinosa · Bibiana Medialdea García
La regulación implementada y puesta en marcha como respuesta a las
brechas detectadas, no recoge de forma adecuada la experiencia de la crisis
que estalló en 2007 y la muestra más evidente de que los modelos internos
generan excesiva variabilidad de los RWA y no facilitan la comparación de las
ratios de capital ponderadopor riesgo, es la decisión del BCE de acordar en
2017 un suelo como salvaguarda adicional. Cuando se aplique plenamente
en 2027, el resultado que obtenga un banco después de utilizar los modelos
internos no podrá situarse por debajo del 72,5% de los RWA de ese mismo
banco calculados utilizando el enfoque estándar (BCE 2021b) y BCE (2019).
Aunque es un avance, consideramos que sigue siendo una brecha excesiva
y será necesario encontrar y aplicar métodos más sofisticados como la
inteligencia artificial y el aprendizaje automático para el cálculo de riesgos
como se describe en la literatura (Orgeldinger 2020).
Aunque es innegable que el marco regulatorio y de supervisión ha
cambiado sustancialmente en comparación con el existente antes de 2007,
los elementos esenciales que estaban detrás la crisis sistémica siguen ahí.
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gráfico 1. impacto en rWa de Los modeLos inspeccionados por eL bce
gráfico 2. variación activos totaLes y de activos ponderados por riesgo 2008 – 2021
44 Carlos Sánchez Mato · Eduardo Garzón Espinosa · Bibiana Medialdea García
gráfico 3. evoLución de Los activos totaLes y de Los activos ponderados por riesgo en Las
entidades de depósito (miLLones de euros)
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco de España.
Gráfico 3. Datos
Activos banca
española
RWA banca
española
Activos Bancos
Eurozona
RWA Bancos
Eurozona sin España
2008 3,608,379 2,197,142 30,553,892 10,720,707
2009 3,715,059 2,200,801 29,908,814 10,794,310
2010 3,783,462 2,156,952 31,072,021 11,040,268
2011 3,900,936 2,056,183 32,476,356 11,320,243
2012 3,867,261 1,798,277 31,733,082 10,293,678
2013 3,472,861 1,587,097 29,558,195 10,040,328
2014 3,579,009 1,709,693 30,181,033 10,190,357
2015 3,665,916 1,697,184 29,605,900 10,114,889
2016 3,602,767 1,663,196 29,816,080 10,153,483
2017 3,539,157 1,564,527 29,206,605 10,003,070
2018 3,585,898 1,529,873 29,689,267 10,193,172
2019 3,707,138 1,560,701 31,172,712 10,725,556
2020 3,882,050 1,489,621 33,774,282 10,758,150
2021 3,994,410 1,473,626 35,207,389 11,177,058
45
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gráfico 4. evoLución comparada de La proporción entre activos ponderados por riesgo y activos de
Las entidades de depósito españoLas y eL promedio de La eurozona (porcentaje rWa sobre activos)
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco de España y Banco Central Europeo.
Gráfico 4. Datos
RWA Bancos
españoles s/activos
RWA Bancos
Eurozona s/activos
Diferencia
Eurozona-España
2008 60.9% 42.3% 18.6%
2009 59.2% 43.4% 15.8%
2010 57.0% 42.5% 14.5%
2011 52.7% 41.2% 11.5%
2012 46.5% 38.1% 8.4%
2013 45.7% 39.3% 6.4%
2014 47.8% 39.4% 8.3%
2015 46.9% 39.9% 7.0%
2016 46.9% 39.6% 7.2%
2017 45.0% 39.6% 5.4%
2018 43.9% 39.5% 4.4%
2019 43.5% 39.4% 4.0%
2020 39.5% 36.3% 3.3%
2021 38.0% 35.9% 2.0%
46 Carlos Sánchez Mato · Eduardo Garzón Espinosa · Bibiana Medialdea García
gráfico 5 . porcentaje de activos ponderados por riesgo sobre totaL de activos de entidades
significativas supervisadas por bce 2021
gráfico 6. riesgo sobre totaL de activos ponderados por riesgo de entidades significativas
supervisadas por bce 2021