
36
Miguel de la Fuente
RIESISE, 7 (2024) pp. 33-51 ISSN: 2659-5311
de este nuevo periodo, antes de focalizarnos en cómo los cambios sociales
y la estrategia de construcción territorial del Grupo Mondragon han
transformado la identidad cooperativa. Proponemos aquí una lectura según
la cual la salida de Orona y ULMA representa un signo más de esta nueva
etapa, en concreto, el último resultado de las transformaciones vinculadas a
la territorialización de Mondragón y a la erosión de la identidad cooperativa.
Para hacerlo hemos utilizado una metodología propia basada en una
epistemología contextual y, más concretamente, en una visión crítica o
radical, con la que destacar las prácticas sociales subyacentes (Madill et
al., 2000) y (Rynes & Ghepart, 2004). La construcción de este relato se ha
generado mediante la combinación de las herramientas de la Historia y la
Sociología, siguiendo la propuesta de socio-historia de (Déloye & Voutat,
2002) y (Déloye, 2017). Ello al hilo de diferentes narrativas colectivas, con
una especial atención a los discursos subalternos (jóvenes, migrantes,
mujeres, etc.), generalmente obviados en los discursos oficiales (Spivak,
2008) y (Spivak, 2017). Nuestras herramientas metodológicas han sido las
entrevistas en profundidad a diferentes agentes del cooperativismo vasco,
seleccionadas en base a diferentes niveles estructurales (territorio, cargo
en la cooperativa, edad, etc.) mediante un muestreo snowball (Goodman,
1961). Las entrevistas han sido complementadas por una exhaustiva
revisión bibliográfica de artículos de investigación, prensa y archivos. Los
resultados del trabajo de campo se han tratado mediante el Análisis Crítico
del Discurso (Van Dijk, 2001); (Martín, 2003) y (Van Dijk, 2014).
2. LA SOCIO-HISTORIA DE LAS COOPERATIVAS EN EUSKAL HERRIA
El contexto socio-histórico del cooperativismo vasco se puede dividir en
cuatro ciclos históricos (De la Fuente, 2024), desde las primeras experiencias
cooperativas a finales del siglo XIX hasta la actualidad, momento en el que
parece evidente la emergencia de un nuevo ciclo histórico (el cuarto). En
primer lugar, hallamos el Cooperativismo de Anteguerra (1884-1945), en
el que hace aparición un cooperativismo muy ligado al consumo y con un
notable éxito gracias a las sólidas estructuras cooperativas lideradas por
diversos agentes sociales, como el movimiento socialista (tanto partidos
como sindicatos), la Acción social de la Iglesia y, más tarde, el nacionalismo
vasco. Pero, también, gracias a la solidaridad colectiva en el seno del
propio movimiento y a la creación de instituciones financieras propias,
como el Banco Cooperativo del Norte (Arrieta et al., 1998, pág. 171). A
través de estas instituciones, el cooperativismo se arraigó orgánicamente
en el territorio hasta la Guerra Civil española, que destruyó el floreciente
movimiento. En el País Vasco francés, los primeros pasos de la cooperación
se dieron principalmente en el ámbito agrícola, aunque hubo expresiones
cooperativas de esos mismos agentes sociales. En todo caso, durante este
ciclo se construyó un cooperativismo poliédrico y geográficamente muy
distribuido en todos los territorios de Euskal Herria, cuyo nivel de desarrollo
cooperativo alcanzó a prácticamente toda la población de una forma que
difícilmente se volverá a experimentar (Ibid.). El dramático final de este