Revista Iberoamericana de
Economía Solidaria e
Innovación Socioecológica
RIESISE
Vol. 7 (2024), pp. 33-51 • ISSN: 2659-5311
http://dx.doi.org/10.33776/riesise.v7.8284
R
Este artículo contextualiza la emergen-
cia de un nuevo ciclo en la Socio-historia del
movimiento cooperativo vasco. Analizamos
brevemente las evidencias de este nuevo ciclo
haciendo hincapié en los procesos de desarro-
llo territorial del Grupo Mondragon, principal
experiencia del cooperativismo vasco. Propo-
nemos en el presente estudio una lectura se-
gún la cual, las recientes salidas de los Grupos
Orona y ULMA representan un signo más de
esta nueva etapa, en concreto, el último resul-
tado de las transformaciones vinculadas a la
territorialización de Mondragón y a la erosión
de la identidad cooperativa.
A
This article aims to contextualise the emer-
gence of a new cycle within the socio-history of
the Basque cooperative movement. We briefly
analyse the evidence of this new cycle, focu-
sing on the territorial development processes
of the Mondragon Group, the main experience
of Basque cooperativism. In this study, we pro-
pose an analysis according to which the recent
departures of Orona and ULMA Groups repre-
sent yet another sign of this new stage, spe-
cifically the latest result of the transformations
linked to the territorialisation of Mondragon
and the erosion of cooperative identity.
EL DESARROLLO TERRITORIAL DEL MOVIMIENTO
COOPERATIVO VASCO A LA LUZ DE LA SALIDA DE
ORONA Y ULMA DEL GRUPO MONDRAGÓN
THE TERRITORIAL DEVELOPMENT OF THE BASQUE
COOPERATIVE MOVEMENT ACCORDING TO THE DEPARTURE
OF ORONA AND ULMA FROM THE MONDRAGON GROUP
Miguel de la Fuente
LANKI Ikertegia (Mondragon Unibertsitatea)
mdelafuente@mondragon.edu
P 
Cooperativismo vasco, Grupo Mondra-
gon, Identidad cooperativa, Socio-historia.
K
Basque Cooperativism, Mondragon coo-
perativism, Cooperative Identity, Socio-history.
C JEL
: A14, P13
Fecha de recepción: 13/05/2024
Fecha de aceptación: 12/09/2024
Fecha de publicación: 27/11/2024
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1. INTRODUCCIÓN
En 1956, cinco jóvenes de Arrasate (Gipuzkoa) fundaron la cooperativa
ULGOR con la ayuda del sacerdote Jose María Arizmendiarrieta. La creación
de esta cooperativa, que luego cambió su denominación por Fagor,
representa el inicio de la historia del que devendrá Grupo Mondragon. Desde
entonces, las cooperativas de la Experiencia Cooperativa de Mondragon
(ECM) han desarrollado estructuras de cobertura e intercooperación para
cumplir con la función social del cooperativismo vasco: la generación de
empleo de calidad arraigado al territorio1. Aunque las cooperativas de
Mondragon no son las únicas de Euskal Herria2, el Grupo vasco lo conforma
una red de más de 80 cooperativas industriales, alimentarias, educativas y
de servicios, así como un banco cooperativo y una mutualidad de previsión
social. Su presencia como grupo empresarial es global, y representa la
experiencia cooperativa industrial más desarrollada en el mundo.
En diciembre de 2022, dos de los principales grupos que conforman
Mondragon, Orona y ULMA, decidieron abandonarlo después de más
de 60 años de intercooperación. La facturación de cada grupo superó en
2021 los 830 millones de euros y emplean a más de 5.000 trabajadores
respectivamente, estando presentes en más de 80 países del mundo3.
A lo largo de su historia, el cooperativismo vasco ha destacado por
ser un fenómeno plural y profundamente arraigado al territorio. En este
artículo4, hemos contextualizado nuevamente nuestra propuesta de Socio-
historia del movimiento cooperativo vasco, centrándonos en la emergencia
de un nuevo ciclo histórico (De la Fuente, 2024). Analizaremos los signos
1 Debatimos ampliamente la cuestión de la función social del cooperativismo en Euskal
Herria en (De la Fuente, 2020).
2 Euskal Herria es el término recomendado por la Euskaltzaindia para referirse a
los territorios de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, Nafarroa (Behera y Garaia), Lapurdi y Xiberoa
(Euskaltzaindia, 2003). Territorio representado por tres realidades administrativas diferenciadas
a las que haremos referencia específicamente con el nombre de Comunidad Autónoma de
País Vasco, Comunidad Foral de Navarra y la Communauté d’Agglomération Pays Basque.
3 Datos obtenidos de la web de Orona [https://www.orona-group.com/ consultado el 2
de diciembre de 2022] y del sitio web de ULMA [https://www.ulma.com/es consultado el 2
de diciembre de 2022]. Orona se dedica a la fabricación de ascensores mientras que ULMA
agrupa nueve cooperativas de sectores diferentes como las soluciones para la construcción, la
industria alimentaria y la agricultura.
4 Este artículo es una ampliación y adaptación al castellano del capítulo Le développement
territorial dans l’histoire du coopérativisme (De la Fuente, Pendiente de publicación) del libro
Le développement des territoires à la lumière de l’Economie sociale et solidaire (Gianfaldoni
et al., Pendiente de publicación), que fue presentado en el VII Encuentro REJIES, de Jóvenes
Investigadores en Economía Social, celebrado en enero de 2024 en la Universidad de Almería.
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de este nuevo periodo, antes de focalizarnos en cómo los cambios sociales
y la estrategia de construcción territorial del Grupo Mondragon han
transformado la identidad cooperativa. Proponemos aquí una lectura según
la cual la salida de Orona y ULMA representa un signo más de esta nueva
etapa, en concreto, el último resultado de las transformaciones vinculadas a
la territorialización de Mondragón y a la erosión de la identidad cooperativa.
Para hacerlo hemos utilizado una metodología propia basada en una
epistemología contextual y, más concretamente, en una visión crítica o
radical, con la que destacar las prácticas sociales subyacentes (Madill et
al., 2000) y (Rynes & Ghepart, 2004). La construcción de este relato se ha
generado mediante la combinación de las herramientas de la Historia y la
Sociología, siguiendo la propuesta de socio-historia de (Déloye & Voutat,
2002) y (Déloye, 2017). Ello al hilo de diferentes narrativas colectivas, con
una especial atención a los discursos subalternos (jóvenes, migrantes,
mujeres, etc.), generalmente obviados en los discursos oficiales (Spivak,
2008) y (Spivak, 2017). Nuestras herramientas metodológicas han sido las
entrevistas en profundidad a diferentes agentes del cooperativismo vasco,
seleccionadas en base a diferentes niveles estructurales (territorio, cargo
en la cooperativa, edad, etc.) mediante un muestreo snowball (Goodman,
1961). Las entrevistas han sido complementadas por una exhaustiva
revisión bibliográfica de artículos de investigación, prensa y archivos. Los
resultados del trabajo de campo se han tratado mediante el Análisis Crítico
del Discurso (Van Dijk, 2001); (Martín, 2003) y (Van Dijk, 2014).
2. LA SOCIO-HISTORIA DE LAS COOPERATIVAS EN EUSKAL HERRIA
El contexto socio-histórico del cooperativismo vasco se puede dividir en
cuatro ciclos históricos (De la Fuente, 2024), desde las primeras experiencias
cooperativas a finales del siglo XIX hasta la actualidad, momento en el que
parece evidente la emergencia de un nuevo ciclo histórico (el cuarto). En
primer lugar, hallamos el Cooperativismo de Anteguerra (1884-1945), en
el que hace aparición un cooperativismo muy ligado al consumo y con un
notable éxito gracias a las sólidas estructuras cooperativas lideradas por
diversos agentes sociales, como el movimiento socialista (tanto partidos
como sindicatos), la Acción social de la Iglesia y, más tarde, el nacionalismo
vasco. Pero, también, gracias a la solidaridad colectiva en el seno del
propio movimiento y a la creación de instituciones financieras propias,
como el Banco Cooperativo del Norte (Arrieta et al., 1998, pág. 171). A
través de estas instituciones, el cooperativismo se arraigó orgánicamente
en el territorio hasta la Guerra Civil española, que destruyó el floreciente
movimiento. En el País Vasco francés, los primeros pasos de la cooperación
se dieron principalmente en el ámbito agrícola, aunque hubo expresiones
cooperativas de esos mismos agentes sociales. En todo caso, durante este
ciclo se construyó un cooperativismo poliédrico y geográficamente muy
distribuido en todos los territorios de Euskal Herria, cuyo nivel de desarrollo
cooperativo alcanzó a prácticamente toda la población de una forma que
difícilmente se volverá a experimentar (Ibid.). El dramático final de este
El desarrollo territorial del movimiento cooperativo vasco a la luz de la salida de ORONA y ULMA
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ciclo se dio tras la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial que
lastraron al cooperativismo a una situación crítica.
Este primer ciclo dio paso al Cooperativismo de la Necesidad (1946-
1975). Surgido en el contexto de posguerra, el cooperativismo buscaba
satisfacer las necesidades sociales básicas, como el trabajo, el consumo o
la educación. Las cooperativas de Mondragón son un excelente ejemplo
de este tipo de iniciativas que aprovecharon las condiciones económicas
favorables (del desarrollismo y el proteccionismo autárquico) para crear
estructuras intercooperativas como Caja Laboral, la mutualidad Lagun Aro
y un complejo sistema de formación profesional, aprovechando los escasos
márgenes actuación de la dictadura franquista. Mondragón es uno de
los ejemplos de autogestión colectiva más importantes de este periodo,
pero no es el único. Igualmente se llevó a cabo un lento pero progresivo
desarrollo de escuelas de base popular que se constituyeron bajo la forma
de cooperativas y cuya lengua vehicular era el euskera: las ikastolas. Estas
tuvieron, y tienen, un gran apoyo financiero de las cooperativas de cada
comarca y recibieron un apoyo importante de Caja Laboral. Las necesidades
económicas llevaron al cooperativismo de Mondragón a organizarse en
torno a Grupos Comarcales, que agrupaban a las cooperativas en base al
territorio. Sin embargo, los cambios políticos ligados al fin de la Dictadura
franquista en 1975, la influencia ideológica de Mayo del 68 y la muerte en
1976 de Arizmendiarrieta, promotor de estas cooperativas, desencadenaron
el inicio de un nuevo ciclo.
En el tercer ciclo, que hemos denominado Cooperativismo del
Bienestar (1976-2000), las cooperativas industriales del Grupo Mondragón
cambiaron su modelo de desarrollo. Desde mediados de los años setenta,
la organización en Grupos Comarcales estableció y reforzó los vínculos
entre las cooperativas y entre los cooperativistas de cada región. Las
particularidades socio-geográficas del País Vasco favorecen fuertes vínculos
entre las comunidades locales5, que los Grupos Comarcales trasladaron
al ámbito laboral, reforzando así la identidad cooperativa. Sin embargo,
a partir de los años 80, las crisis económicas provocaron dificultades a
muchas cooperativas. Para adaptarse a la nueva coyuntura, la Caja Laboral
y los propios Grupos Comarcales tuvieron que tomar nuevas medidas para
superar el contexto económico desfavorable. Una de esas medidas fue la de
organizarse en función de sus sectores de actividad, por lo que la distancia
física y simbólica entre sus miembros se agrandó. Las cooperativas tuvieron
que centrar su actividad en su supervivencia, y el modelo de desarrollo
comunitario se vio, por consecuencia, relegado a un segundo plano.
Paralelamente, durante este tercer ciclo, en el País Vasco francés
empezaron a surgir diferentes SCOPs (Société Coopérative Ouvrière
de Production) para tratar de ofrecer trabajo digno a los jóvenes que
se veían obligados a migrar. Estas SCOP, creadas desde finales de los
5 Algunos ejemplos de esos lazos comunitarios se atienden con los sentimientos de
pertenencia engendrados por los dialectos locales del euskera (euskalki) o las solidaridad
intergrupal de los grupos de amigo (koadrilloak).
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setenta a principios de los noventa, generaban empleo en sociedades
gestionadas democráticamente (Itçaina, 2007). Su particularidad es que
lo hacían siguiendo el espíritu de construir un “Mondragón miniaturizado”
(Hemen Elkartea, 2017, s.p.). Además, estas cooperativas tuvieron una
fuerte voluntad de replicarse constituyendo herramientas para fomentar el
desarrollo territorial endógeno6. Este movimiento, que ha sido calificado -y
se ha autodefinido7- de cooperativismo identitario (Itçaina, 2010, pág. 390),
estuvo muy vinculado a la evolución del nacionalismo vasco en la región,
y representó una primera alternativa al modelo que el propio Mondragón
había comenzado a aplicar. Este movimiento nacionalista, sin embargo,
a partir de los años 90 empezó a atender a otros movimientos sociales y
lingüísticos, lo que unido con las sucesivas crisis económicas de algunas
de estas SCOP, aceleró un cambio de etapa, en la que el cooperativismo
empezó a perder importancia entre los agentes políticos. Algo que sucedió
también al sur del Bidasoa.
3. EL NUEVO CICLO COOPERATIVO
Euskal Herria ha experimentado evidentes cambios sociales, políticos y
económicos en las últimas décadas que han tenido un efecto directo en las
cooperativas. Las grandes cooperativas industriales de Mondragón fueron
capaces de superar las sucesivas crisis económicas de los años 90, gracias
a diversas medidas para ser económicamente más eficientes, y entraron
en el siglo XXI con una excelente posición de mercado. La introducción de
filiales a partir de 1995 (Altuna, 2008, págs. 167-173), la consolidación de
una masa de trabajadores temporales subcontratados y la modificación de
los baremos salariales, que pasaron de 1:3 a 1:6 (Larrañaga, 2004, págs.
65-66), representan algunas de estas transformaciones sin precedentes en
el cooperativismo. Al mismo tiempo, esta posición fue erosionado ciertos
consensos sociales y generando profundas tensiones internas (Cheney,
2002) o (Errasti, 2013). Asistimos, además, a cambios en la composición
del movimiento cooperativo vasco: las cooperativas que se crean hoy son
de menor tamaño, se concentran en el sector servicios y se crean en zonas
urbanas, y sobre todo, en el área metropolitana del Gran Bilbao (De la
Fuente, 2020).
Parece evidente que todos estos cambios han llevado al cooperativismo
vasco a un Nuevo Ciclo histórico. En este, las grandes cooperativas
industriales localizadas en pueblos de menor tamaño, modelo típico de
las del Grupo Mondragon, conviven con nuevas cooperativas con menos
socios y situadas en ciudades. Algunos autores han sugerido la emergencia
de este nuevo ciclo haciendo hincapié en los nuevos lazos de solidaridad
6 Nos referimos a la asociación para la promoción de la economía local y el
emprendimiento, Hemen, y a la sociedad de capital riesgo Herrikoa, vid. (Itçaina, 2020). Ambas
han sido, y son, herramientas para el desarrollo económico del País Vasco francés, en las cuales
el cooperativismo ha tenido un papel importante.
7 Los cimientos de este movimiento cooperativo se organizaron en torno a “un même
sentiment identitaire, une même communauté d’intérêt, dépassant le seul profit immédiat pour
investir dans l’emploi” (Hemen Elkartea, 2017, s.p.).
El desarrollo territorial del movimiento cooperativo vasco a la luz de la salida de ORONA y ULMA
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de los cooperativistas para con otros trabajadores y sindicatos (Kasmir,
1999, pág. 118) y (Kasmir, 2016), mientras que otros han insistido en las
relaciones con las filiales, augurando cambios en estas relaciones (Errasti et
al., 2002, pág. 140) o en la creación de Olatukoop, un grupo cooperativo
alternativo (Julio & Udabe, 2023). Y, por otra parte, hay quienes desde
el propio Mondragon consideran que en esta nueva etapa, los factores
externos son decisivos (Ortega & Uriarte, 2015, pág. 10).
Las recientes “escisiones” de los grupos cooperativos Orona y ULMA
confirman la aparición de un nuevo ciclo en el movimiento cooperativo
vasco. La idea que defendemos en este artículo es que estos cambios,
y sobre todo, aquellos habidos en la construcción territorial del Grupo
Mondragon han ayudado a la transición hacia el Nuevo Ciclo socio-
histórico. Además, sostenemos que la salida de Orona y ULMA representa
la última vuelta de tuerca de esa transición. Las razones de estas escisiones
son múltiples, pero intentaremos vincularlas a la desterritorialización de la
gran corporación con sede en Arrasate.
4. LA CONSTRUCCIÓN TERRITORIAL DEL GRUPO MONDRAGON
Es esencial analizar la construcción territorial del Grupo Mondragon
para dar respuestas a algunos interrogantes sobre los procesos de
vinculación del cooperativismo al territorio y, concretamente, para cubrir
una importante laguna académica existente sobre cómo los cambios
experimentados durante el ciclo del Bienestar han afectado al desarrollo
territorial. Fue durante este ciclo socio-histórico en el que el cooperativismo
de Mondragón se centró en la búsqueda de la competitividad en detrimento
de un proyecto territorializado. La Experiencia Cooperativa de Mondragón,
iniciada en 1956 con la creación de Fagor, representó el inicio de un
nuevo momento del cooperativismo. En diferentes pueblos y villas vascas,
empezaron a surgir diferentes cooperativas industriales y de consumo para
satisfacer las necesidades de amplias capas de la población. Además, se
fundaron Escuelas profesionales para formar a los futuros cooperativistas y
una cooperativa de crédito, la Caja Laboral, para canalizar el ahorro popular
hacia la inversión. De esta forma, convocando el trabajo digno, el consumo
a menor coste, la educación y el crédito, se dio lugar a la “tetralogía
fundacional de la experiencia de Mondragón” (Molina, 2011, pág. 39).
La Caja Laboral, banco cooperativo del Grupo, asumió la tarea de
identificar nuevos nichos de mercado, recuperar empresas en quiebra y
ayudar a determinadas ramas de actividad a escindirse de las cooperativas
solventes y operar de forma independiente. Este fue el caso de gran parte
de las primeras cooperativas como COPRECI o Fagor Ederlan. Su objetivo
no era meramente económico, sino de transformación social. Así lo afirmaba
la propia Caja al decir que: “no se buscó y se deseó la formula cooperativa
como simple expresión de reforma microeconómica, sino como vía para
transformaciones de mayor alcance social y económico” (Caja Laboral
Popular, 1967a, pág. 11).
Estas transformaciones sociales se lograron gracias a la creación de
otras cooperativas en diferentes regiones de Euskal Herria, en un proceso
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liderado por Caja Laboral que se extendió desde Arrasate hacia las zonas
más alejadas y que se apoyó económicamente en las aportaciones de
las cooperativas más rentables. En 1998, de las más de 100 cooperativas
que componían la Corporación Cooperativa Mondragón, el 45% habían
sido creadas por la rama empresarial de Caja Laboral (Uribarri, 1998, pág.
25). Esta política de “reproducción cooperativa” fue posible gracias a una
amplia prospección económica. Larrañaga, uno de los fundadores de Fagor,
reconocía que “durante años funciona la estrategia de la imitación inducida
y son muchas cooperativas las que emergen en el País Vasco enracimadas
el árbol de la Caja Laboral Popular” (Larrañaga, 1998, pág. 138).
Como resultado fueron surgiendo nuevas cooperativas en prácticamente
todas las comarcas de Gipuzkoa y en muchas partes de Bizkaia. Con menor
intensidad, pero siguiendo la misma estrategia, también se crearon en Araba
y Nafarroa. No se trataba sólo de cooperativas industriales, sino también
agrícolas, de vivienda, ganaderas, forestales y pesqueras. Igualmente, se
crearon cooperativas de consumo que se fueron agrupando en torno a la
cooperativa Eroski y numerosas estructuras de intercooperación como la
mutua Lagun Aro que se escindió de la Caja Labora. El objetivo, de acuerdo
con la función social del cooperativismo vasco, era crear empleo de calidad
y arraigado al territorio. Lo mismo ocurrió en el País Vasco francés, donde
el cooperativismo de Mondragon tuvo una gran influencia teórica que dejó
su impronta en la creación del movimiento mencionado a su imagen y
semejanza (Itçaina, 2010), si bien de menor escala.
4.1 LOS GRUPOS COMARCALES
La estrategia de reproducibilidad, denominada de “imitación inducida”,
permitió la creación de todo un tejido económico cooperativo para
numerosos trabajadores vascos. Esta estrategia, iniciada en la localidad de
Arrasate, sirvió de apostolado cooperativo para las nuevas cooperativas que
se iban extendiendo progresivamente por el territorio, dando lugar a los
Grupos Comarcales, que agrupaban a las cooperativas de una misma zona
como mecanismo de intercooperación para la creación de nuevas empresas,
la mancomunidad de recursos y el apoyo en caso de dificultades económicas.
El primero de estos Grupos Comarcales fue el grupo ULARCO, que a
partir de 1964 agrupó a las cooperativas de la comarca de Arrasate. Aunque
pasaron quince años hasta que el siguiente Grupo Comarcal se formalizase,
ULARCO fue el modelo a seguir (Larrañaga, 1998, págs. 198-200). Fue
también ese año cuando Caja Laboral comenzó a desplegar su estrategia de
replicación más allá de la zona geográfica más próxima a Arrasate, logrando
crear cooperativas lejos de su área de influencia. Las primeras cooperativas,
particularmente Fagor, fueron las que apoyaron económicamente gran parte
de este desarrollo cooperativo y de los Grupos Comarcales, gracias a sus
buenos resultados económicos (Foote & King, 1989, pág. 203). La organización
territorial del Grupo Mondragón durante el que hemos venido denominando
Ciclo del Bienestar se basó predominantemente en las comarcas. A finales de
los años 80, esta organización comarcal tenía el siguiente desarrollo:
El desarrollo territorial del movimiento cooperativo vasco a la luz de la salida de ORONA y ULMA
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4.2 LA TRANSFORMACIÓN DE LA ESTRUCTURA TERRITORIAL: LAS
DIVISIONES SECTORIALES
Con el paso de las décadas, el Grupo Mondragon se vio impelido a
orientar sus estructuras económicas hacia una búsqueda más intensa
de la competitividad económica en el mercado mundial. Mondragon
consideraba, en aquella época, que la división en Grupos Comarcales
daba lugar a “series de producción pequeñas, costes altos y productividad
bajas que se traducían en una baja competitividad” (Altuna, 2008, pág.
164). Por ello, se propusieron una serie de importantes modificaciones
internas como las modificaciones de los baremos para ampliar la horquilla
salarial (Ormaetxea, 1998, pág. 560-565). Hasta entonces las decisiones
estratégicas se tomaban en Caja Laboral, pero a mediados de los años 80
se constituyeron estructuras institucionales propias en tanto que Grupo
Cooperativo Mondragon. El primer Congreso Cooperativo tuvo lugar
en 1987 y, desde entonces, se empezó a diseñar una nueva estructura
organizativa con objeto de sustituir los Grupos Comarcales por Divisiones
Sectoriales que agrupasen a las cooperativas en función de sus actividades.
El resultado fue una estructura organizativa que abarcaba los principales
sectores de actividad: Finanzas, Industrial, Distribución, Financiero y Mutual
y Educación. Además, la División Industrial se fragmentó en diferentes
subsectores que, actualmente (sin tener en cuenta la salida de Orona y
ULMA), suman un total de once (como los de Automoción, Componentes,
Ascensores o Construcción por citar algunos). Esta reestructuración llegará
a su culmen en 1991 en el III Congreso Cooperativo con la adopción de una
nueva denominación, la de Mondragon Corporación Cooperativa (o MCC)
Fig. 1 Situación Geográfica de los Grupos Comarcales asociados a Caja
Laboral Popular, extraído de (Gorroño, 1985, pág. 116).
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que sustituía la anterior de Grupo Cooperativo Mondragón. La organización
resultante era mucho más vertical y no se basaba en vínculos geográficos,
sino sectoriales, tal como queda representado en el siguiente esquema:
No obstante, todo este proceso de transformación no estuvo exento de
conflictos. Las tensiones sociales internas aumentaron y algunos Grupos se
opusieron a la transformación sectorial. También surgieron dificultades de
coordinación puesto que los vínculos que antes unían a los miembros de las
cooperativas -basados en la proximidad geográfica, los lazos familiares o de
amistad- no podían forjarse tan fácilmente con miembros de cooperativas
más distantes.
Durante este mismo periodo, se abandonó la promoción de nuevas
cooperativas siguiendo la estrategia de reproducción cooperativa antes
mencionada. Esta estrategia funcionó bien en los momentos de expansión
económica, pero las crisis de los años 90 obligaron a Mondragon a
centrarse en la supervivencia de muchas cooperativas. Desde entonces, el
grupo vasco se ha limitado a la compra de algunas empresas en diferentes
sectores de actividad sin cooperativizarlas íntegramente. No obstante,
sí se ha promovido la creación de diferentes Centros de Investigación,
entidades culturales e, incluso, una universidad, Mondragon Unibertsitatea,
con forma jurídica de cooperativas. En Mondragón, además, el empleo
eventual (trabajadores no socios) devino estructural y las filiales en el
extranjero se consolidaron como una política propia. Un proceso de
Fig. 2: Modelo de estructura sectorial
Fuente: Larrañaga (1998: 281).
El desarrollo territorial del movimiento cooperativo vasco a la luz de la salida de ORONA y ULMA
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internacionalización global que se ha venido denominando «nueva división
internacional del trabajo» (Mendizabal et al., 2005, pág. 242). Si en sus
inicios el grupo Mondragon hablaba de “transformaciones de mayor
calado social y económico” (Caja Laboral Popular, 1967a, pág. 11), hoy
prefiere centrarse en el mantenimiento del empleo local y la estabilidad
económica de las matrices cooperativas. De hecho, Mondragón abandonó
la creación de nuevas cooperativas, limitándose a mantener los logros
económicos y sociales generados en Euskal Herria. El Presidente de una
de las cooperativas industriales del Grupo reflejó esta idea cuando, al ser
entrevistado, afirmó:
“Lo que se busca es reforzar, asentar y, realmente, que lo que
funcione siga funcionando. Y por supuesto que se necesitará
un pequeño crecimiento, pero no se trata de estar buscando un
crecimiento exponencial en el que exista una sociedad vasca
cooperativizada” (Online, 12 de abril de 2021).
En el nuevo ciclo cooperativo, el modelo de la gran cooperativa industrial
ubicada en una pequeña ciudad vasca, el más común entre las cooperativas
del Grupo Mondragon, se consolida pero no se replica. Podemos afirmar que
la transformación de los Grupos Comarcales en Divisiones Sectoriales tuvo
importantes repercusiones en los vínculos territoriales de las cooperativas
de Mondragon, pero también en el conjunto del cooperativismo vasco,
muchas veces inspirado en la Experiencia Cooperativa fundada por
Arizmendiarrieta. La construcción territorial del Grupo Mondragón
ha representado un modelo sin precedentes al poner en marcha una
estrategia de replicabilidad territorial por “imitación inducida” exitosa.
Esta estrategia, que incluía el apoyo técnico y económico de Caja Laboral
y los fondos de los Grupos Comarcales, generó una dinámica a través de
la cual se construyó el propio Grupo Mondragón y gran parte del tejido
económico de numerosas comarcas vascas. Sin embargo, la transformación
de los Grupos Comarcales puso fin a esta reproducibilidad al orientar la
estructura organizativa hacia los sectores de actividad. Con la creación de
las Divisiones no se tenía en cuenta el arraigo territorial, lo que provocó una
de las primeras fracturas en los vínculos comunitarios de las cooperativas y,
en definitiva, una fractura en la identidad cooperativa.
5. LA IDENTIDAD COOPERATIVA VASCA, UNA IDENTIDAD TERRITORIALIZADA
La identidad cooperativa vasca se caracteriza por su doble dimensión, en
tanto que identidad profesional e identidad territorial. Aquí sostenemos un
enfoque según el cual la identidad es un resultado propio de la Modernidad,
con la que nos situamos en el mundo como parte de una “comunidad
definidora” (Taylor, 2006), pero también mediante un proceso de inclusión-
exclusión entre el “nosotros” y el “ellos” (Hall, 1996, pág. 35) que genera
un “afuera constitutivo” de esa comunidad, puesto que definir el “ellos”
configura igualmente nuestra identidad (Butler, 1990). Esto aplicado a la
doble dimensión de la identidad nos permite determinar quién forma parte
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de esta cooperativa, es decir, quién conforma el “nosotros” de nuestro objeto
de estudio. Así, hemos podido continuar y ampliar los escasos estudios
precedentes (Azkarraga, 2007) y (Heras-Saizarbitoria, 2014) otorgando a la
identidad cooperativa un campo de análisis más amplio.
En general, la dimensión profesional de la identidad cooperativa
delimita la “comunidad definidora” en torno los socios, y especialmente,
a aquellos de las cooperativas de trabajo asociado. En las entrevistas
realizadas, los cooperativistas han expresado abiertamente su “orgullo” de
pertenecer a las cooperativas. Su identidad profesional despasa los límites
de la fábrica o la oficina y los cooperativistas afirman su “pertenencia a
Mondragón” o que forman parte del “mundo de las cooperativas”. Además,
estos socios nos han transmitido la idea de que la cooperativa a la que
pertenecían era un patrimonio común que les había sido legado por las
generaciones anteriores y que debían transmitir a las siguientes. Su sentir
de pertenencia ha estado estrechamente vinculado al territorio, al que se
refieren como “lo de aquí” o el entorno” Este vínculo fue traído a colación
repetidamente durante las entrevistas por los cooperativistas. Por ejemplo,
cuando un socio joven mencionó el hecho de que algunas cooperativas
transferían parte de sus excedentes económicos a los pueblos en los que
originalmente se habían fundado, pese a que se habían desplazado. Esto
era así, ya que los fondos iniciales de algunas de ellas procedían de los
Grupos Comarcales.
La construcción territorial del Grupo Mondragon, ejemplificada en
los Grupos Comarcales, refleja la propia dinámica mediante la cual se
ha construido territorialmente la identidad vasca. La cooperativa, como
comunidad de trabajo, se inserta en una comunidad más amplia como es el
pueblo, la comarca o el país. El territorio es, por tanto, el primer vínculo entre
la identidad cooperativa y la identidad vasca. Mondragón reconoce este
aspecto, al decir que “un elemento de identidad y de cohesión importante
es el factor país” (Altuna, 2008, pág. 373). Sin embargo, la gran mayoría
de los estudios sobre el cooperativismo y la Economía Social y Solidaria
vinculan la existencia del movimiento cooperativo vasco a las relaciones
comunitarias de la sociedad vasca y, principalmente, al tradicional trabajo
voluntario entre vecinos, en euskera auzolan, al que se hace referencia con
bastante frecuencia en la literatura académica (Altuna, 2008, pág. 90) o
(Kasmir, 1999).
Los primeros trabajos de la antropología vasca intentaron analizar las
características físicas y culturales de lo “vasco” desde una perspectiva de
construcción de una identidad específica vinculada a la idealización del
mundo rural tradicional. Una visión androcéntrica excluyente de otras
identidades subalternas, que actualmente desafían ese ideal. Los cambios
sociales, religiosos, políticos y demográficos hacen necesaria una nueva
mirada sobre la representación de esta identidad en la actualidad (Zulaika,
2000). Hoy, la misma se halla vinculada al desarrollo urbano, los procesos
migratorios, el papel social de la mujer y las cuestiones medioambientales.
La importancia económica y simbólica del Grupo Mondragón coadyuvó
al surgimiento de un imaginario arquetípico de cooperativa industrial con
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un modelo único de cooperativista vasco, un imaginario que ahora se
enfrenta a nuevas cooperativas surgidas de entornos urbanos y de menor
tamaño. La salida de los grupos Orona y ULMA ha dado lugar a una tensión
dialéctica sobre lo que deben ser y cómo deben actuar las cooperativas en
el territorio. Esta tensión refuerza una lectura más abierta de la identidad
cooperativa, a la vez que cuestiona ciertas posiciones sobre la función
social del cooperativismo en Euskal Herria.
Algunas de los recientes trabajos sobre Mondragón, (Azkarraga, 2007) y
(Altuna, 2008), evocan este proceso de redefinición de su identidad que se
expresa como una necesidad imperiosa más allá de las fronteras del propio
Grupo.
“El sentido de ser cooperativista precisa una refundación, se
podría afirmar que precisa una refundación en el nuevo siglo. Una
refundición en la que se fundan los elementos históricos nucleares
del cooperativismo en un nuevo contexto histórico y en el que se
mezclen también los caldos de nuevas sensibilidades sociales”
(Altuna, 2008, pág. 372).
Una necesidad que es extrapolable al movimiento cooperativo vasco
que necesita, también, renovar su relato para adaptarse a esos nuevos
contextos y sensibilidades (Uriarte et al., 2021). En todo caso, podemos
afirmar que el territorio ha sido uno de los vectores de la construcción de
la identidad cooperativa. Una de las expresiones de este anclaje territorial
han sido los Grupos Comarcales de Mondragón, y cuya transformación
en Divisiones Sectoriales suscitó tantas resistencias. El euskera, es otro
de esos vectores de construcción. Los entrevistados destacan la labor
de promoción de la lengua realizada por las estructuras cooperativas, no
sólo en las ikastolas, escuelas con forma cooperativa, sino también por
parte de las grandes cooperativas industriales, que han promovido el uso
del euskera hasta la actualidad. Creemos que el territorio y la lengua son
elementos fundamentales en la construcción de la identidad cooperativa,
aunque estos no han sido, paradójicamente, reseñados por la mayoría las
investigaciones precedentes (Greenwood, 1989); (Foote, 1995) o (Altuna,
2008).
Mondragón sigue anclado en una dinámica de búsqueda de
competitividad en el mercado global y ha relegado el desarrollo territorial
a un segundo plano. No es casual, que este proceso haya coincidido con las
recientes escisiones de grupos tan territorializados como ULMA y Orona.
ULMA es un grupo formado por nueve cooperativas muy vinculadas a la
localidad de Oñati, mientras que Orona está muy ligada a Hernani, lejos
del valle de Arrasate. En diciembre de 2022, estos dos grupos decidieron
abandonar la Corporación, en un proceso que puede explicarse de
forma multicausal. Durante las entrevistas, los cooperativistas de Orona y
ULMA mencionaron el deseo de estos grupos de tener un mayor poder
de decisión en el seno de MCC, pero también la existencia de problemas
personales entre los respectivos equipos directivos y el del Grupo. Creemos
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que los dos factores más importantes en este proceso han sido, por un
lado, la forma en que Mondragón se ha desterritorializado, optando por las
Divisiones Sectoriales, y, por otro, los cambios mencionados en torno a la
identidad cooperativa. Estas tensiones identitarias quedan bien reflejadas
en las declaraciones realizadas por un cooperativista de ULMA a unos
informativos de radio momentos antes de asistir a la Asamblea General, en
la que, finalmente, se ratificó la separación,
“Hay situaciones propias de Ulma que son de toda la vida que
creo que son parte de la identidad de la empresa que… igual hay que
mantenerlas y es un poco lo que se debate aquí… Si te acoplas un
poco a lo que dice Mondragon o mantienes tus señas de identidad”
Declaraciones realizadas a (Urdín, 2022).
Acoplarse a lo que dice Mondragón o mantener tus señas de identidad”
puede funcionar como una buena síntesis sobre las tensiones no resueltas
entre la identidad y el desarrollo territorial en el seno del cooperativismo
de Mondragón. La influencia de la Corporación en la construcción territorial
del cooperativismo en Euskal Herria es significativa. Los numerosos
vínculos forjados entre las cooperativas y el territorio han impregnado gran
parte del desarrollo cooperativo, trascendiendo el sector industrial o las
fronteras del propio grupo Mondragón. La salida de Orona y ULMA plantea
un nuevo escenario discursivo, y es relevante atender a que estos grupos
cooperativos han abandonado la Corporación Mondragón, pero no así
estructuras intercooperativas como la mutualidad Lagun Aro o Caja Laboral.
Compartimos la opinión de que “la experiencia cooperativa precisa adecuar
y reconstruir su identidad” (Altuna, 2008, pág, 372) citando a (Azkarraga,
2007). Este es quizás el gran reto del cooperativismo en Mondragón, pero
también del cooperativismo vasco en su conjunto, generar nuevos vínculos
de identidad en el contexto de un nuevo ciclo socio-histórico.
6. CONCLUSIONES
En este artículo hemos contextualizado el movimiento cooperativo en
el País Vasco, destacando la emergencia de un nuevo ciclo socio-histórico.
También hemos mostrado cómo el cooperativismo de Mondragón
se ha construido territorialmente y cómo, en esta nueva etapa, este
cooperativismo coexiste con cooperativas urbanas y de menor tamaño.
Este nuevo ciclo también refleja la forma en que la identidad cooperativa
vasca ha evolucionado bajo la influencia de cambios sociales más amplios.
Podemos afirmar que el cooperativismo ha sido un actor en la
construcción del territorio, vinculando a las empresas que iban surgiendo
con el entorno. La estructura territorial del Grupo Mondragon permitió
establecer vínculos directos entre las cooperativas y el mismo territorio
mediante herramientas formalizadas de intercooperación como los
Grupos Comarcales. Esta estructura organizativa del Grupo Cooperativo
Mondragon ha tenido, como es sabido, una vasta influencia en el movimiento
cooperativo mundial y, muy especialmente, en el resto de cooperativas de
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Euskal Herria. No obstante, la transformación de los Grupos Comarcales en
Divisiones Sectoriales supuso un cambio radical en la construcción territorial
de Mondragon y coincidió con el abandono de la promoción de nuevas
cooperativas mediante la estrategia de reproducción inducida. El Grupo
con sede en Arrasate se desvinculó así del territorio, centrándose en buscar
una mayor competitividad en el mercado global con la que sostener el
empleo local y la transformación social en el entorno geográficamente más
próximo. En el presente artículo proponemos una lectura que aborda esta
construcción territorial desde la perspectiva de los profundos cambios en
la identidad cooperativa vasca. Identidad que ha venido asociando el sentir
de pertenencia de los socios cooperativistas al propio territorio de Euskal
Herria. Este cambio de estrategia en la organización de MCC demuestra
también parte de las dinámicas históricas que, hoy, explican la salida de
los grupos cooperativos Orona y ULMA. Nuestro posicionamiento trata
de ofrecer una nueva línea doctrinal sobre los procesos de cambio socio-
histórico del cooperativismo vasco, y particularmente de la Experiencia
Cooperativa de Mondragon.
Nuestro análisis parte de una secuenciación diacrónica que reconoce
la existencia de un nuevo ciclo socio-histórico que refleja una nueva
tendencia de adaptación del movimiento cooperativo vasco, no solo de
aquel asociado al Grupo Mondragon, a los nuevos contextos económicos y
sociales. Esta es quizás la conclusión más significativa del trabajo que hemos
venido realizando (De la Fuente, 2024) y algo apenas reseñado hasta ahora.
El arraigo de las cooperativas al territorio es un elemento constitutivo
de la identidad cooperativa vasca. Esta identidad precisa, sin embargo,
una adaptación a nuevos modelos identitarios abiertos y plurales, como
los que se encuentran en la moderna sociedad vasca. Esto pasa, entre otras
cosas, por considerar en su justa medida como antecedentes cooperativos
las formas consuetudinarias de trabajo precapitalista (como el trabajo
colectivo entre vecinos, o auzolan), huyendo de una concepción esencialista
de la identidad cooperativa que ve en las cooperativas una forma natural
del hacer económico vasco. Es necesario repensar un proyecto identitario
estratégico que posicione al cooperativismo como un instrumento de
transformación social fundamental en este Nuevo Ciclo.
Otro elemento fundamental para la refundación de la identidad
cooperativa es regenerar la articulación territorial del movimiento
cooperativo. El Grupo Mondragon abandonó la promoción de nuevas
cooperativas y, a su vez, transformó los Grupos Comarcales en Divisiones
Sectoriales. Este cambio tuvo un impacto sin precedentes en el movimiento
cooperativo al alejarlo de su proyecto social para centrarse en la búsqueda
de la competitividad. La salida de Orona y ULMA representa un escenario
dialéctico interesante que sitúa la identidad cooperativa (si más no como
identidad organizacional de ambos grupos) en el centro de la discusión,
aunque aún es temprano para sacar conclusiones definitivas sobre estas
recientes escisiones.
Nuestra investigación representa una nueva forma de abordar
los procesos de construcción territorial del cooperativismo frente a
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investigaciones precedentes. Además, nuestra propuesta de secuenciación
socio-histórica de los cuatro ciclos del cooperativismo en Euskal Herria es,
aunque pueda sorprender, una novedad en esta materia de análisis. Señalar,
como hemos venido haciendo, que la identidad necesita ser refundada es
una idea central en nuestro trabajo y abre la vía a nuevas líneas de estudio que
restan poco trabajadas. Las cooperativas de Mondragon han demostrado
su capacidad para seguir siendo protagonistas de la transformación social
y del desarrollo territorial, pero poder seguir actuando como tales agentes
de cambio dependerá en gran medida de su capacidad para refundar y
adaptar su propia identidad al nuevo ciclo socio-histórico.
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