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Análisis y Modicación de Conducta
2023, Vol. 49, Nº 180, 69-81
ISSN: 0211-7339
http://dx.doi.org/10.33776/amc.v49i180.7591
El cerebro estresado y su implicación en el comportamiento
desadaptativo durante la pandemia por COVID-19
The stressed brain and its implication in maladaptive
behavior during the COVID-19 pandemic
Fernando Gordillo León
Universidad de Salamanca
Palabras clave
Amígdala, Cognición, Corteza prefrontal,
Emergencia, Salud pública, Comportamiento social.
resumen
Los seres humanos se enfrentan a diario a situa-
ciones estresantes ante las que deben responder
con ecacia para sobrevivir y adaptarse al entorno.
Sin embargo, la elevada intensidad y persistencia
del estresor, como sucedió durante la pandemia del
COVID-19, podría tener un efecto negativo sobre la
neurología, cognición y conducta de las personas.
Estructuras como la amígdala y la corteza prefrontal
se ven afectadas por el estrés agudo y persistente,
siendo la base explicativa de las actitudes y conduc-
tas desadaptativas que ocurren en situaciones de
emergencia. Procesos como la latencia entre el estrés
y la toma de decisiones, la reevaluación cognitiva, y la
imitación, todos dependientes de la corteza prefron-
tal y la amígdala, permiten explicar la rápida difusión
de las fake news, el negacionismo, y las compras com-
pulsivas durante la pandemia del COVID-19. A partir
del análisis realizado de la información, se pueden
establecer unas pautas de abordaje, basadas en los
conocimientos neurocognitivos, con las que afrontar
situaciones de emergencia: 1) Monitorear el nivel de
estrés poblacional; 2) Gestionar la información trasmi-
tida (intensidad/frecuencia); 3) Evitar contradicciones
informativas (incertidumbre); 4) Promover modelos
de imitación; 5) Establecer sistemas de ayuda a gru-
pos vulnerables; 6) Facilitar el ocio controlado.
abstract
Human beings face stressful situations on a daily
basis and must respond eectively to survive and
adapt to the environment. However, the high intensity
and persistence of the stressor, as happened during
the COVID-19 pandemic, could have a negative
eect on peoples neurology, cognition and behavior.
Structures such as the amygdala and the prefrontal
cortex are aected by acute and persistent stress,
being the explanatory basis for the maladaptive
attitudes and behaviors that occur in emergency
situations. Processes such as the latency between
stress and decision-making, cognitive reappraisal,
and imitation, all dependent on the prefrontal cortex
and the amygdala, explain the rapid spread of fake
news, denialism, and compulsive purchases during
COVID-19 pandemic.
Based on the analysis of the information, some
approach guidelines can be established, based
on neurocognitive knowledge, with which to
face emergency situations: 1) Monitor the level
of population stress; 2) Manage the information
transmitted (intensity / frequency); 3) Avoid
informational contradictions (uncertainty); 4)
Promote imitation models; 5) Establish support
systems for vulnerable groups; 6) Facilitate
controlled leisure.
Keywords
Amygdala, Cognition, Prefrontal cortex,
Emergency, Public health, Social behavior.
Recibido: 04/02/2023; aceptado: 31/03/2023
Correspondencia: E-mail: fgordilloleon@usal.es
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Análisis y Modicación de Conducta, 2023, vol. 49, nº 180
La salud mental durante la pandemia
del COVID-19
Durante el 2020 la mayoría de las personas
han sido sometidas a niveles de estrés inusual-
mente altos debido a la situación de emergen-
cia generada por la pandemia del COVID-19.
En un estudio realizado en España utilizando
medidas de autoinforme, un 36% de las perso-
nas consultadas manifestaron sufrir un impac-
to psicológico de moderado a severo debido
a la emergencia sanitaria, un 25% síntomas de
ansiedad de leve a severo, un 41% síntomas
depresivos, y un 41% estrés (Rodríguez-Rey
et al., 2020). Por otro lado, el porcentaje de la
población española con síntomas de ansiedad,
depresión y estrés se ha estimado entre el 20%
y el 30% (Odriozola-González et al., 2020). En
china, tras el primer mes de pandemia, se re-
portó un porcentaje del 7% de la población
con posibles síntomas de estrés post traumá-
tico (Liu et al., 2020a), en Estados Unidos fue
del 31,8% (Liu et al., 2020b), en Italia del 29,5 %
(Forte et al., 2020); mientras que en España del
15,8% (González-Sanguino et al., 2020). Las va-
riables que podrían estar asociadas a una me-
jor salud mental durante la pandemia fueron la
satisfacción por la información recibida sobre
la situación de pandemia, la realización de ac-
tividades de ocio y la percepción positiva del
estado de salud (Rodríguez-Rey et al., 2020).
También habría que tener en cuenta los
problemas a largo plazo derivados de la infec-
ción. Se estima que habrá un aumento de tras-
tornos relacionados con algún tipo de disfun-
ción cognitiva, no solo por el efecto directo del
virus sobre el cerebro, también por el daño a
otros órganos, los trastornos psiquiátricos sub-
yacentes y las dicultades cognitivas previas.
En concreto, el hipocampo parece ser especial-
mente vulnerable a las infecciones por corona-
virus, lo que podría explicar el deterioro pos-
terior de la memoria, incluso la aceleración de
trastornos neurodegenerativos como el Alzhe-
imer (Ritchie et al., 2020). Junto a esto, habría
que sumar el efecto insidioso de la ansiedad y
el estrés derivados de la situación de emergen-
cia. Por lo tanto, el estrés mantenido durante
todo el periodo de pandemia puede cambiar
temporalmente la funcionalidad de determi-
nadas regiones cerebrales. Estos cambios se
evidencian en décit cognitivos y comporta-
mientos desadaptativos durante la pandemia,
que requieren ser analizados, empezando por
los cambios cerebrales que los originaron.
Efecto del estrés sobre el cerebro
El estrés es una reacción siológica que
afecta al sistema nervioso y a los procesos con-
ductuales y cognitivos (Pruessner et al., 2007).
Se inicia a partir de un estímulo estresor (ex-
terno o interno) (Oken et al., 2015), que resulta
novedoso, impredecible, y supone una ame-
naza potencial, que en humanos podría ser de
tipo social (Ortega, 2019). El estrés implica la
activación de dos sistemas, que incrementan
la disponibilidad energética para responder
a las demandas del entorno. El primero es el
sistema nervioso autónomo simpático que in-
crementa los niveles plasmáticos de adrenali-
na y noradrenalina. El segundo es el eje hipo-
tálamo-hipósis-adrenal (HHA), que inicia una
respuesta algo más lenta que la anterior y que
termina con la liberación de los glucocorticoi-
des (McKlveen et al., 2015). Los receptores de
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los glucocorticoides tienen su localización en
la amígdala (MR, Tipo I, mineralocorticoides)
y la corteza prefrontal (GR, Glucocorticoides
Tipo II) (De Kloet et al., 1999). La liberación de
glucocorticoides, cortisol en algunas especies
(e.g., humanos, primates no humanos), y cor-
ticosterora en otras (e.g., ratas), estaría modu-
lando la magnitud de la respuesta, y afectando
de manera prioritaria a los sistemas de control
del estrés, como son, la corteza prefrontal, la
amígdala, el hipocampo, la estría terminal, y el
hipotálamo (Myers et al., 2014).
Los niveles elevados de cortisol afectarían a
la amígdala (AMG) y la corteza prefrontal (CPF)
de manera diferente. En concreto, la hiperac-
tividad de la amígdala inducida por el estrés
siempre va asociada a una disminución del
control inhibitorio en la corteza prefrontal, que
se relacionaría con la etiopatogenia de algu-
nos trastornos psiquiátricos, como la ansiedad
y los trastornos del estado de ánimo (Zhang et
al., 2018). Estudios con animales que han sido
sometidos a condiciones de estrés continuado
han evidenciado décit en los circuitos pre-
frontales e hipocampales, y un fortalecimiento
de las respuestas de la amígdala (Johnson et
al., 2018), aspectos característicos del estrés.
En estas condiciones se producen cambios
morfológicos y funcionales en los núcleos de
la amígdala, que correlacionarían con los ni-
veles de estrés experimentados (Hölzel et al.,
2010). Por otro lado, la corteza prefrontal está
relacionada con la integración y procesamien-
to de la información sensorial (Harris y Mrsic-
Flogel, 2013), regulando los estímulos sen-
soriales y emotivos para generar respuestas
siológicas y conductuales en interacción con
otras estructuras cerebrales (Negrón-Oyarzo
et al., 2016). La disfuncionalidad de los circui-
tos CPF-amígdala y CPF-hipocampo formarían
parte de la patogenia de los trastornos psi-
quiátricos derivados del estrés (Duvarci y Pare,
2014). En concreto, la relación entre diferentes
subregiones de la corteza prefrontal medial,
ejercerían funciones excitatorias e inhibitorias
sobre neuronas del núcleo central de la amíg-
dala (Vidal-Gonzalez et al., 2006). De manera
más especíca, una reciente investigación con
modelos animales evidenció, en ratas con an-
siedad inducida por estrés, una desregulación
de las vías de comunicación unidireccional
entre la región dorsomedial de la corteza pre-
frontal y neuronas del núcleo basolateral de la
amígdala (Liu et al., 2020c).
El efecto continuado del estrés puede dar
lugar a un trastorno por agotamiento, que se
ha relacionado con una actividad funcional
alterada, que evidenciaría un procesamiento
de la información diferente (Skau et al., 2021).
Estudios de resonancia magnética han mos-
trado una reducción del volumen de la materia
gris en la corteza prefrontal, la corteza cingu-
lada anterior, el giro temporal superior, y un
aumento del volumen de la amígdala (Savic,
2015; Savic et tal., 2018). Por otro lado, se ha
encontrado una disminución en la conectivi-
dad funcional de la CPF dorsolateral, la corte-
za cingulada anterior, la amígdala y la corteza
motora (Golkar et al., 2014; Jovanovic et al.,
2011). Además, el estrés crónico provoca de-
ciencias en la microcirculación cerebral, que
es un proceso crítico para la salud cerebral y
la patogénesis del deterioro cognitivo asocia-
do con el estrés (Burrage et al., 2018). Precisa-
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mente en este punto, es donde nos pregunta-
mos ¿qué efecto tienen estos cambios en las
estructuras y conexiones cerebrales sobre los
procesos cognitivos?
Efecto del estrés sobre los procesos
cognitivos
El estrés continuado induce cambios es-
tructurales y funcionales en las conexiones
entre la corteza prefrontal y la amígdala. Es-
tos cambios tienen un significativo impacto
sobre diferentes procesos cognitivos, como
la atención, el aprendizaje, la memoria y la
toma de decisiones (Lupien et al., 2018). En
concreto, el estrés psicosocial, inducido du-
rante un mes, redujo el control atencional
e interrumpió la conectividad funcional en
la red frontoparietal, encargada del cambio
atencional (un mes después), si bien los efec-
tos fueron reversibles (Liston et al., 2009). De
manera más concreta, el incremento de los
niveles de noradrenalina y dopamina duran-
te el estrés afectan a los receptores α1-AR y
D1R, que activan las vías de señalización de
calcio-AMPc, abriendo los canales de pota-
sio, y debilitando así la conectividad de las
células de la CPF. Esto tendría consecuen-
cias sobre la conducta, el pensamiento y las
emociones, haciendo más vulnerable a los
efectos del estrés a la población adolescente
(mayor aumento de dopamina en la CPF) y a
los adultos mayores (pérdida de fosfodieste-
rasa) (Datta y Arnsten, 2019). Por otro lado,
modelos animales han evidenciado que la
corteza prefrontal ventro medial tendrían
un papel predominante en las respuestas
simpáticas del estrés psicosocial, enviando
proyecciones excitadoras al hipotálamo dor-
somedial. Esta vía permitiría comprender los
efectos del estrés psicosocial sobre las fun-
ciones corporales (Kataoka et al., 2020).
Por otro lado, la exposición prolongada
a glucocorticoides como el cortisol, se aso-
cia a cambios estructurales y funcionales
en el hipocampo, afectando a la memoria
(Blankenshipa et al., 2019). El estrés persis-
tente genera déficit en la referencia espacial,
la memoria operativa, y la flexibilidad con-
ductual (Cerqueira et al., 2007; Sousa et al.,
2000), que se atribuirían a una reorganiza-
ción sináptica/dendrítica en el hipocampo
y en la corteza medial prefrontal, si bien los
cambios estructurales y funcionales deriva-
dos del estrés crónico serían reversibles, así
como los efectos negativos sobre la toma de
decisiones (Soares et al., 2012). En concreto,
los mecanismos de estrés neuronal y cogni-
tivo podrían interrumpir la recuperación de
la memoria, limitando la capacidad de pla-
nificación prospectiva. Esto tendría efectos
negativos sobre el comportamiento de los
sujetos (Brown et al., 2020).
También la toma de decisiones se ve dete-
riorada en condiciones de estrés. Esto es así
porque se verían involucradas regiones deter-
minantes en este proceso, como son la amíg-
dala y la corteza prefrontal, incrementando
y reduciendo respectivamente su activación
(Lighthall et al., 2011); así como las neuronas
dopaminérgicas del área tegmental ventral y
el núcleo estriado (Starcke y Brand, 2012). En
concreto, en situaciones de estrés ambiental,
por ejemplo, el estrés derivado de un exceso
de temperatura, se reduce la capacidad de to-
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mar decisiones adecuadas, incrementando la
tasa de errores en una tarea Go-Nogo, y perju-
dicando las decisiones en situaciones de emer-
gencia (e.g., extinción de incendios). Esto se
explicaría por una reducción del control cog-
nitivo, que se reejaría en una disminución de
los potenciales Theta de las regiones frontales
(Coehoorn et al., 2020).
Las personas tomamos decisiones orien-
tadas a acercarnos a las recompensas y evitar
los castigos (Pessiglione y Delgado, 2015). En
el proceso de toma de decisiones la valoración
de los castigos y las recompensas estará en
la base explicativa del efecto del estrés sobre
este proceso cognitivo. El estrés alteraría la ca-
pacidad para reforzar y castigar conductas que
forman parte de la etiología de algunos tras-
tornos relacionados con la comida y el juego.
Estudios previos parecen evidenciar que el
estrés agudo (Berghorst et al., 2013) y cróni-
co (Hanson et al., 2016) reduce la sensibilidad
a las recompensas, pero no al castigo cuando
el estrés es agudo (Berghorst et al., 2013). Sin
embargo, estos resultados estarían condicio-
nados por la metodología utilizada (Pocelli y
Delgado, 2017). Por ejemplo, cuando el estrés
interacciona directamente con el proceso de
toma de decisiones, de manera previa y con
latencias cortas, se produce una mayor pro-
minencia o saliencia de la recompensa. Bajo
estas circunstancias, las respuestas asociadas
a la recompensa mejorarían (mayor prominen-
cia) (Kumar et al., 2014; Porcelli et al., 2012). El
efecto de la latencia entre el estrés y la toma
de decisiones podría ser dependiente de la
actividad de diferentes sistemas biológicos
que se desencadenan de manera inmediata a
la presencia del estresor, como son el Sistema
Medular Simpatico-Adrenal (SAM) (Kvetnans-
ky et al., 2009); el eje Hipotálamo-Pituitario-
Adrenal (HPA) (Kudielka y Kirshbaum, 2004)
y la inamación (Dantzer, 2006), y que harían
que el riesgo asumido en una decisión en los
primeros minutos tras el inicio de la respuesta
de estrés (latencias cortas) sea inestable, uc-
tuante y con consecuencias impredecibles (Ya-
makawa et al., 2016).
Hasta el momento hemos visto como el es-
trés afecta a diferentes estructuras cerebrales,
y como esto repercute en la funcionalidad de
los procesos cognitivos. Por último, nos intere-
sa sabes cómo todos estos datos pueden ex-
plicar las actitudes y conductas desadaptativas
que se producen en situaciones de emergen-
cia, como las acontecidas durante la pandemia
del COVID-19. En concreto, las actitudes nega-
cionistas, la reacción de la población ante no-
ticias faltas, o comportamientos como la com-
pra compulsiva de productos.
Explicando las actitudes y conductas
desadaptativas durante la pandemia
La denición del estrés, como la respuesta
a lo novedoso, impredecible e incontrolable,
coincide con las características que se dieron
en la pandemia del COVID-19 (Goldfarb, 2020).
Gran parte de la población mundial fue some-
tida a periodos de estrés continuados que han
podido producir cambios estructurales y fun-
cionales en el cerebro, tal y como hemos visto
en apartados anteriores. La cronicidad del es-
trés durante la pandemia se ha visto favoreci-
da por el continuo ujo de información sobre
infecciones, muertes y métodos de prevención
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que se han dado en los medios de comunica-
ción. En España, las fuentes de información más
utilizadas han sido la televisión (40,7%), las re-
des sociales (24,6%) y la prensa escrita (20,1%).
En términos generales, las personas que mani-
festaron necesitar más información mostraron
peor salud mental. Por otro lado, aquellos que
dijeron estar algo satisfechos o muy satisfechos
con la información recibida, mostraron meno-
res niveles de estrés. De igual manera, aquellos
que pasaron más tiempo informándose sobre el
COVID-19, mostraron mayor impacto psicológi-
co (Rodríguez-Rey et al., 2020).
Por lo tanto, podemos asumir que duran-
te la pandemia gran parte de la población ha
mantenido niveles de estrés elevados, durante
un tiempo prolongado. En este punto debe-
mos tener en cuenta una de las variables re-
levantes que mencionamos con anterioridad,
que podría explicar algunas de las conductas
desadaptativas observadas en la población. En
concreto la latencia entre el estrés y la toma de
decisiones. El estrés genera una mayor promi-
nencia de la recompensa cuando interaccio-
na directamente con el proceso de toma de
decisiones, de manera previa y con latencias
cortas (Kumar et al., 2014; Porcelli et al., 2012).
Por lo tanto, la rápida difusión de información
errónea sobre el COVID-19 podría favorecer
los episodios de estrés en la población, dando
lugar a una mayor prominencia de las recom-
pensas asociadas a la opción de reenviar la in-
formación (prevenir a los demás), sin compro-
bar su veracidad. En este caso, la recompensa
de salvar la vida de otras personas resulta muy
saliente por la corta latencia entre el estrés ge-
nerado por la información (e.g., medicamento
que agrava los síntomas) y la necesidad de to-
mar una decisión (e.g., reenviarlo para preve-
nir). Por otro lado, esto no afectaría a la promi-
nencia de los perjuicios o castigos por hacerlo
(Gordillo y Mestas, 2021). En esta situación re-
sultaría adaptativo entendiendo que el sujeto
estima que los benecios de reenviar la noticia
(prominencia de la recompensa) son mayores
que los perjuicios. Sin embargo, esta reacción
en cadena, en redes sociales de gran difusión,
puede generar que informaciones falsas o
inexactas incrementen a medio y largo plazo
los niveles de estrés poblacionales. De igual
manera, esta reacción se relaciona con circui-
tos clásicos de la respuesta al miedo, como el
de Ledoux (1996), donde se plantea una doble
vía de respuesta ante estímulos potencialmen-
te peligrosos, que prima los benecios de la re-
compensa al iniciar la respuesta defensiva (vía
secundaria: tálamo-amígdala), aun sin tener la
total certeza (vía primaria: tálamo-corteza), de
que el estímulo sea realmente un peligro.
El estrés también podría afectar a la forma
en la que evaluamos la situación. Esto podría
explicar actitudes y conductas desadaptativas
como las mostradas por los negacionistas. En
primer lugar, cabría decir que negar una evi-
dencia se puede interpretar como un proce-
so de reevaluación cognitiva que permitiría
reducir la importancia del estímulo estresor,
reduciendo así los niveles de estrés experi-
mentados. Este planteamiento es congruente
con el papel modulador de la evaluación cog-
nitiva de la amenaza sobre los niveles de es-
trés experimentados (Speisman et al., 1964).
Sin embargo, reducir de este modo el estrés,
desatendiendo o reevaluando la información
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amenazante, resulta especialmente preocu-
pante en países como Estados Unidos, donde
el 4% de la población mundial acumulan el
20% de las muertes por COVID-19 (Bilinski y
Emanuel, 2020). En este país, menos de la mi-
tad de la población prestó atención a las reco-
mendaciones sanitarias (Cornwall, 2020). Aho-
ra bien, ¿Cuáles son los mecanismos cerebrales
responsables de mantener las creencias falsas?
Las creencias falsas son frecuentes en trastor-
nos neurodegenerativos, y surgen cuando se
dan deciencias neuropsicológicas que facili-
tan el procesamiento de información sensorial
defectuosa, y que tienen su origen en los dé-
cits funcionales de los sistemas prefrontales
encargados de evaluar los pensamientos y las
creencias (Coltheart M., 2010); es decir, se re-
cibe información sensorial distorsionada y se
carece de la capacidad para determinar si la
información es verdadera o falsa (Miller, 2020).
En población sin demencias el proceso de las
falsas creencias puede cumplir una funcio-
nalidad similar, de forma que las teorías de la
conspiración pueden generar tranquilidad en
el mismo sentido que las creencias asociadas
a otros trastornos, pero con la peculiaridad de
que estas teorías se ven potenciadas por las cá-
maras de eco que son los actuales medios de
difusión por Internet. Es en este punto donde
el estrés podría inhibir la correcta funcionali-
dad de las regiones prefrontales, creando di-
cultades a la hora de determinar la falsedad o
veracidad de la información recibida.
Las neuronas de la corteza prefrontal lateral
codican la información percibida y memori-
zada en varios grados y con diferentes combi-
naciones de fuerza, por lo que se podría decir
que en la corteza prefrontal hay neuronas de
percepción (lo que estoy percibiendo), neuro-
nas de memoria (lo que recuerdo), y neuronas
que realizan ambas tareas (Mendoza-Halliday
et al., 2017); es decir, la corteza prefrontal se en-
carga de diferenciar lo que percibo de aquello
que recuerdo, lo abstracto o imaginado. Sería
la encargada, en concreto la corteza prefron-
tal anterior, de la monitorización de la realidad
(Simons et al., 2017). Esto sería congruente con
las diferencias en el volumen de materia gris
y blanca en la corteza prefrontal entre sujetos
con esquizofrenia y el grupo control, que po-
drían explicar la sintomatología positiva rela-
cionada con la perdida de la capacidad para
monitorear la realidad (Garrison et al., 2017;
Wiblea et al., 2001). En este sentido, la corteza
prefrontal, la región del cerebro más evolucio-
nada, resulta la más sensible a los efectos ne-
gativos del estrés. Incluso cuando el estrés es
agudo y leve puede causar una pérdida rápi-
da de las capacidades cognitivas prefrontales,
mientras que las exposiciones más prolonga-
das, podrían generar cambios arquitectónicos
en las dendritas prefrontales (Arnsten, 2018).
El efecto del estrés sobre la corteza prefrontal,
en interacción con otras variables (e.g., perso-
nalidad, trastornos mentales), podría explicar
por qué algunas personas son más vulnerables
que otras a asumir actitudes negacionistas en
situaciones de emergencia.
Por otro lado, también nos encontramos
con el efecto del estrés sobre los procesos de
aprendizaje. En este sentido, se ha encontrado
que algunos animales (abejas, palomas), cuan-
do se enfrentan a situaciones donde escasea
los alimentos, incrementan las conductas de
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aprendizaje vicario (imitar a sus congéneres)
(Grüter et al., 2011; Lefebvre y Palameta, 1988).
Además, cuando el contexto es peligroso e in-
cierto se genera una tendencia a jarnos más
en lo que hacen los demás, aunque dicha in-
formación no sea muy precisa (Boyd y Richer-
son, 1985; Galef y Whiskin, 2004; Webster y
Laland, 2008). Sin duda, todos estos estudios
con animales nos permiten comprender mejor
el comportamiento de los seres humanos en
contextos de peligro e incertidumbre, como la
compra compulsiva de determinados produc-
tos (e.g., papel higiénico) (Gordillo y Mestas,
2021). Estos datos pueden interpretarse des-
de los procesos de imitación neonatal, obser-
vados en primates humanos y no humanos,
y donde los circuitos parietales-prefrontales
(neuronas espejo), permitirían la conexión en-
tre la percepción y la acción necesaria para la
imitación de conductas (Simpson et al., 2014).
Esta sería la base para comprender que los
otros son como yo, iniciando así el desarrollo
de la teoría de la mente y la empatía (Meltzo
y Decety, 2003). Este proceso natural, desde el
nacimiento, se va atenuando conforme se de-
sarrolla el niño, de forma que en la edad adul-
ta se requiere distinguir claramente el origen
de los movimientos (propios o ajenos), con el
objetivo de inhibir movimientos, que de otra
forma se realizarían por el simple hecho de
percibirlos en los demás. Dos regiones están
involucradas en este proceso de inhibición,
la corteza frontomedial anterior y las uniones
temporoparietales (Brass et al., 2009), que al
verse afectadas por los niveles de estrés, po-
drían reducir su capacidad para inhibir las con-
ductas de imitación (e.g., ante una situación de
estrés se imita la conducta de compra de un
determinado producto). Pero la conducta de
imitación forma parte de la cognición social
(“el cerebro social”), relacionada estrechamen-
te con la actividad de las redes neuronales de
la corteza prefrontal, que tienen una alta exi-
bilidad para adaptarse al cambiante contexto
social (Forbes y Grafman, 2010). Sin embargo,
hasta la fecha y que sepamos, no hay estudios
que hayan analizado en profundidad los efec-
tos de la pandemia sobre el cerebro social para
comprender las conductas desadaptativas.
Conclusiones
En términos generales y resumiendo los da-
tos aportados en apartados anteriores, pode-
mos decir que el estrés durante la pandemia
del COVID-19 podría haber perjudicado la fun-
cionalidad de regiones prefrontales (hipoacti-
vando) y subcorticales como la amígdala (hipe-
ractivando). Esto podría tener consecuencias
en la capacidad de las personas para discernir
con claridad la información verdadera de la
falsa, para juzgar la veracidad y plausibilidad
de una información (actitudes negacionistas).
Al mismo tiempo, las tecnologías digitales ha-
brían acelerado la transmisión de la informa-
ción, incluso las falsas (fakes news), reduciendo
la latencia entre estrés y toma de decisiones, y
dando mayor prominencia a las recompensas
que a los perjuicios. También se podrían ver
afectados los procesos de empatía, la teoría de
la mente, los juicios morales, los procesos de
aprendizaje (imitación), todos dependientes
de la correcta interacción entre las regiones
prefrontales y la amígdala. Pero también es
cierto que son una minoría las personas que
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realizan conductas claramente desadaptativas,
por lo que cabría pensar en variables biológi-
cas o de personalidad que podrían estar carac-
terizando a este grupo poblacional. En conclu-
sión, se podría decir que ante situaciones de
emergencia, resulta prioritario actuar sobre la
intensidad del estrés poblacional, atenuando
sus consecuencias negativas, y promoviendo
un comportamiento más adaptativo.
En conclusión, y a partir de los datos apor-
tados en la presente revisión, se plantean las
siguientes sugerencias para atenuar los efectos
psicosociales del estrés sobre la población en
situaciones de emergencia sanitaria: 1) Monito-
rear la prevalencia del estrés poblacional, tanto
en intensidad como en frecuencia, con el obje-
tivo de evitar niveles de estrés demasiado bajos
o altos, siendo en ambos casos desadaptativo,
porque no generaría en la población un nivel de
activación óptimo (Yerkes y Dodson, 1908), que
permitiera una buena adherencia a las medidas
preventivas; 2) Gestionar la transmisión de la in-
formación, para promover que sea veraz, per-
tinente y proporcionada, en tanto los medios
de difusión podrían actuar como moderadores
de los niveles de estrés; 3) Evitar las contradic-
ciones en la difusión de la información sobre la
emergencia sanitaria, en tanto incrementa los
niveles de incertidumbre y rebaja la percepción
de afrontamiento, características propias del
estrés; 4) Promover modelos de imitación, que
redirijan los posibles décit en los procesos de
inhibición derivados de la hipoactivación de la
corteza prefrontal en situaciones de estrés (e.g.,
inuencer, deportistas, actores); 5) Facilitar ayu-
da con personal especializado, que proporcione
información y tratamiento a grupos vulnera-
bles. Esto ya se ha puesto en marcha en algunos
países, por ejemplo en Estados Unidos, donde
se han realizado algunas campañas, como la
realizada en Illinois y llamada “Call4Calm (Ayers
et al., 2020), con el objetivo de rebajar los ni-
veles de ansiedad y estrés de la población; 6)
Promover espacios seguros y controlados de ocio
para todos los rangos de edad, que incrementen
la sensación de normalidad y la percepción po-
sitiva del estado de salud. Todas estas sugeren-
cias son congruentes con un reciente estudio
en población española que ha relacionado una
mejor salud mental con la satisfacción por la in-
formación sobre la pandemia, las actividades
de ocio, y la percepción positiva del estado de
salud (Rodríguez-Rey et al., 2020).
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