ANTONIO DAVID MARTÍN BARRADO 123
Análisis y Modicación de Conducta, 2023, vol. 49, nº 180
http://dx.doi.org/10.33776/amc.v49i180.7659
diferencias es en la cantidad de redes sociales
ni en el número de contactos entre los jóvenes
(Espinar y González, 2009). Aunque las adoles-
centes son las que más usan las redes sociales
(García et al., 2013).
Revisando diferencias generacionales, los
jóvenes muestran movilidad diafásica, usando
un registro formal o coloquial según la situa-
ción. También son los que más crean expre-
siones vagas y opacas (“ipas”, “petado”, …),
aunque según crezcan esta distinción se va a
transformar en un lenguaje más cuidado, de-
pendiendo de características como el grupo
social de referencia y el nivel socio-económico
(Gómez del Castillo, 2017; Sánchez, 2015). Por
otro lado, los jóvenes tienen más contactos,
proviniendo la mayoría de relaciones físicas
(Bohórquez y Rodríguez-Cárdenas, 2014).
¿Hay dicultades en el lenguaje abreviado?
La respuesta en redes sociales puede ser
demorada e incluso ignorada, sin haber turnos
de palabra ni elementos prosódicos e irónicos
(Crystal, 2002), aunque haya emoticonos para
paliar esa carencia. Sin embargo, se puede vol-
ver atrás en el tiempo para leer lo escrito (Sán-
chez, 2015). El lenguaje electrónico coge ele-
mentos del lenguaje oral y escrito, pudiendo
considerarse como un tercer medio indepen-
diente que comunica de forma pobre oralizan-
do lo escrito (Ayala, 2014; Cabedo, 2009; Crys-
tal, 2002; 2008; Sánchez, 2015; Giraldo, 2018;
Giraldo et al., 2018; González, 2011).
González (2011) en contraposición a Crys-
tal (2002), arma que la frontera entre el len-
guaje oral y abreviado es muy frágil, ya que
los jóvenes siguen usando frases hechas, neo-
logismos, tópicos, etc. Ayala (2014) cree que
estas características lo hacen muy cercano
al lenguaje oral, pero que es un empobreci-
miento del lenguaje ya que no invita a la re-
exión de lo que se escribe ni se cumplen con
las normas ortográcas. Sin embargo, Cabedo
(2009) cree que el chat es una oralidad ngi-
da, una ilusión entre los usuarios de que su
conversación es igual de able que una co-
municación cara a cara.
Por otro lado, para Sánchez (2015) existen
tantos códigos como hablantes, aunque los
une el carácter dialógico del chat. Lejos de pa-
recer una pérdida, para Levis (2006) es una ga-
nancia, el lenguaje se adapta al momento his-
tórico, por ello, para entender este lenguaje es
necesario poseer: buena capacidad para leer,
comprender y ser habilidoso en las nuevas tec-
nologías (Castillo, 2016). Para Crystal (2002) el
mensaje abreviado por el hecho de serlo hace
que pierda redundancia, de igual forma con-
sidera poco importante el no cumplimiento
de las normas ortográcas, ya que el recep-
tor puede empatizarse de las condiciones en
las que el emisor lo escribió (falta de tiempo,
presión, etc.). Pero ello no quita la dicultad
de conocer muchas de las palabras creadas
dentro de una red social, ya que hay vocablos
como “WTF”, “ xD” o “LOL” que sólo entienden
los usuarios (González, 2011; Sánchez, 2015).
Vienen dicultades derivadas de “navegar”
por muchas páginas a la vez, lo que da lugar a
que los usuarios no hagan un reconocimiento
profundo de la información, se quedan con lo
más relevante (Ayala, 2014; Castillo, 2016), lo
cual también inuye al leer los mensajes y ser
más dependiente del móvil (Centeno, 2017; Pe-