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Análisis y Modicación de Conducta
2024, Vol. 50, Nº 184, 89-104
ISSN: 0211-7339
Relación entre las tendencias conductuales y las expresiones
faciales: Implicaciones en el trastorno de ansiedad social
Relationship between behavioral tendencies and facial
expressions: Implications for social anxiety disorder
Fernando Gordillo León
Universidad de Salamanca
Lilia Mestas Hernández
Universidad Nacional Autónoma de México
Resumen
Los seres humanos nos acercamos y alejamos de
estímulos y situaciones que nos agradan y desagra-
dan, respectivamente. Este es un proceso que com-
partimos con el resto de los seres vivos. Los factores
que determinan las conductas de aproximación y
evitación son complejos y se mantienen en continua
interacción. En concreto, se pueden establecer a par-
tir de la asociación entre estímulos, entre estímulos y
respuestas, entre diferentes conductas o cogniciones,
integrándose en constructos como la personalidad,
que nos permiten situar en un continuo relativamen-
te estable las tendencias conductuales que caracte-
rizan a cada individuo. En esta revisión narrativa nos
centraremos en las expresiones faciales emocionales,
como estímulos informativos de gran relevancia so-
cial que activan conductas de aproximación y evita-
ción en el perceptor. A partir de este conocimiento,
profundizaremos en la importancia de la medida y
análisis de las tendencias conductuales asociadas a
las expresiones faciales en persona con trastorno de
ansiedad social.
PalabRas clave
Apetitivo, aversivo, emoción, evolución, TAS.
abstRact
Human beings approach and avoid stimuli and
situations that please and displease us, respectively.
This is a process that we share with the rest of living
beings. The factors that determine approach and
avoidance behaviors are complex and involve conti-
nuous interaction. Specically, they can be establis-
hed from the association between stimuli, between
stimuli and responses, and between dierent beha-
viors or cognitions, integrating into constructs such
as personality, which allow us to place on a relatively
stable continuum the behavioral tendencies that cha-
racterize each individual. In this narrative review, we
will focus on emotional facial expressions as infor-
mative stimuli of great social relevance that activate
approach and avoidance behaviors in the perceiver.
With this knowledge, we will deepen in the impor-
tance of measuring and analyzing the behavioral ten-
dencies associated with facial expressions in people
with social anxiety disorder.
KeywoRds
Appetitive, aversive, emotion, evolution, SAD
Correspondencia: Fernando Gordillo León. E-mail: fgordilloleon@usal.es
Recibido: 17/07/2024; aceptado: 01/09/2024
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
Introducción
A lo largo de la evolución de los seres huma-
nos se ha producido una continua adaptación
de las características físicas y comportamen-
tales, para hacer frente a las demandas am-
bientales. En este proceso se han mantenido
características especícas que nos diferencian
de otras especies. En primer lugar, un cerebro
grande en proporción al cuerpo y con un alto
grado de complejidad, locomoción bípeda,
dentición anterior reducida, dependencia de
la cultura y utilización del lenguaje simbólico
(Muehlenbein, 2015). Además, se observan ca-
racterísticas especícas de crecimiento físico y
de maduración sexual, periodos prolongados
de desarrollo infantil y adolescente, y retraso
en la maduración sexual (Bogin, 2021). El au-
mento del volumen del cerebro condicionó la
aparición de la comunicación simbólica (len-
guaje), y fomentó la especialización cortical,
promoviendo interacciones sociales cada vez
más complejas y dinámicas (Schoenemann,
2012). La adquisición del lenguaje supuso un
salto cualitativo en la forma en la que nos rela-
cionábamos. Pero esto no quiere decir que los
sistemas de comunicación previos desapare-
cieran o se estancarán como canales de trans-
misión de señales relevantes para la supervi-
vencia. Este es el caso de la expresión facial,
una potente herramienta de coordinación so-
cial que transmite la información más rápido
que el lenguaje, y permite inferir el estado de
ánimo de los demás (Batty & Taylor, 2003).
En este contexto de creciente complejidad
e interacción entre cultura y biología, donde
hemos mencionado marcadas diferencias en-
tre los seres humanos y el resto de las especies,
también se mantienen patrones de comporta-
miento comunes. Uno de ellos tiene que ver
con la base de la supervivencia y una premisa
lógica y fundamental, que es: acercarse a lo que
nos agrada y nos benecia, y alejarse de lo que
nos desagrada y nos perjudica (Cacioppo et al.,
1993). La asociación entre agrado-benecio y
desagrado-perjuicio, se sustenta en la relación
entre los procesos emocionales y motores, y
podría considerarse un adecuado marcador
para determinar interacciones desadaptativas
con el entorno, entre ellas las relacionadas con
el ajuste emocional y social, que se observa en
algunos trastornos como la ansiedad social.
En este trastorno, las expresiones faciales co-
bran una especial relevancia porque permiten
inferir intenciones y afectos en los demás, que
pueden ser interpretadas como señales de
amenaza. Por lo tanto, podrían inducir cambios
en las tendencias de aproximación y evitación
como reejo de dicha interpretación. En esta
revisión narrativa estableceremos con claridad
la relación entre expresiones faciales emocio-
nales, tendencias conductuales y ansiedad so-
cial, con el objetivo de comprender mejor sus
implicaciones en el abordaje terapéutico.
Principio fundamental de supervivencia:
aproximación y evitación
Todas las especies de animales comparti-
mos la tendencia conductual de acercarnos y
alejarnos de lo que nos agrada y desagrada,
respectivamente. Estas conductas de aproxi-
mación y evitación se relacionan con motiva-
ciones apetitivas y aversivas (Lang et al., 1997),
son la base del comportamiento humano
(Puca et al., 2006), incrementan la probabilidad
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
de supervivencia (Phaf et al., 2014), y están es-
trechamente asociadas a la percepción de las
emociones (Davidson & Hugdahl, 1996). Esta
vinculación tan estrecha entre emociones y
tendencias conductuales se ha evidenciado en
la lateralización de nuestro cerebro, con una
mayor especialización de las emociones posi-
tivas y las tendencias conductuales de apro-
ximación en el hemisferio derecho, y de las
emociones negativas y las tendencias conduc-
tuales de evitación en el izquierdo (Harmon-
Jones, 2003).
Sin embargo, en cada uno de nosotros hay
una gran variabilidad respecto a lo que consi-
deramos apetitivo o aversivo; es decir, entre lo
que es positivo y nos atrae, y lo que es negati-
vo y nos repele. Es evidente que hay estímulos
y situaciones que son identicados por la gran
mayoría de los seres humanos como estímulos
apetitivos (e.g., comida, sexo) y aversivos (e.g.,
depredador, comida en mal estado). Sin em-
bargo, fuera de los extremos en los que hay un
alto consenso, encontramos que para algunas
personas las relaciones sociales son muy agra-
dables, mientras que para otras suponen una
fuente importante de estrés. Además, estas
diferencias se sitúan en un continuo donde el
todo/nada pierde sentido, y el grado en el que
a cada uno de nosotros nos atraen las relacio-
nes sociales, siguiendo con este ejemplo, está
determinado por características internas relati-
vamente estables.
Ahora bien, ¿cuál es el origen de esta varia-
bilidad? En primer lugar, debemos considerar
las asociaciones que se producen en la interac-
ción con el entorno, que determinan en parte
la conguración de las conductas en las per-
sonas. Esto sucede cuando dos estímulos apa-
recen próximos temporalmente, o cuando una
conducta precede a un estímulo. Por lo tanto,
podemos hablar de dos clases de asociaciones,
la primera determinada por las relaciones en-
tre estímulos (Pavlov, 1927; condicionamiento
clásico), y otra por la relación entre las accio-
nes y el entorno (Thorndike, 1898; condicio-
namiento instrumental). Estas asociaciones
pueden congurar gran parte de la gama de
conductas apetitivas y aversivas que muestran
los seres humanos a lo largo de su vida.
A través del condicionamiento clásico, un
estímulo neutro (estímulo condicionado), tras
varias asociaciones con un evento biológica-
mente relevante (estímulo incondicionado),
como el dolor (condicionamiento aversivo) o la
comida (condicionamiento apetitivo), dan lu-
gar a respuestas defensivas o de aproximación,
respectivamente (Andreatta & Pauli, 2015). La
variabilidad de los estímulos que generan en
nosotros tendencias de aproximación y evita-
ción se amplía considerablemente como con-
secuencia de asociaciones producidas entre
estímulos y eventos a lo largo de nuestra vida.
Por ejemplo, cuando alguien nos da una mala
noticia, como la muerte de un ser querido, es
posible que el portador de la noticia (muy ne-
gativa), por asociación, adquiera la capacidad
de producir tendencias de evitación cada vez
que le vemos. Si bien es cierto que estas aso-
ciaciones pueden extinguirse, potenciarse o
invertirse, dependiendo de la frecuencia y si-
tuaciones en las interactúe con dicha persona
en el futuro.
Por otro lado, los estímulos apetitivos y
aversivos tienen asociado un componente
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
emocional, inherente a las conductas de apro-
ximación y evitación que generan. Es decir, un
estímulo neutro puede resultar apetitivo y nos
atrae porque en algún momento nos acerca-
mos a él y fuimos reforzados, incrementándose
la probabilidad de que en el futuro se repita di-
cha conducta de aproximación y el consecuen-
te refuerzo. Esto no es ni más ni menos que la
principal premisa del condicionamiento ins-
trumental u operante (Skinner, 1938). Aplicaría
lo mismo para los estímulos negativos, si bien
debemos decir que hay estímulos que por su
conguración estimular no requieren de una
primera aproximación para ser considerados
como apetitivos o aversivos, porque tienen
un soporte neuronal innato, como los estímu-
los que inician los motivos primarios (hambre,
sed, sexo, sueño), si bien es cierto que incluso
estos estímulos se ven inuenciados por las
asociaciones que mantienen con otros estímu-
los, y con nuestras condutas y las de los demás,
de forma que pueden darse casos en los que la
comida llegue a ser un estímulo aversivo (e.g.,
trastornos de la conducta alimentaria).
En la explicación del comportamiento hu-
mano debemos tener en cuenta otro aspecto,
como por ejemplo la posibilidad de que una
conducta que se repite con más frecuencia por
ser agradable para el individuo pueda incre-
mentar la frecuencia de otra menos agrada-
ble pero que se considera necesaria (Premak,
1959). Por ejemplo, la conducta de jugar al fut-
bol en un niño puede incrementar la conducta
de lectura si se asocian adecuadamente (e.g.,
podrás jugar al futbol si le dedicas más tiempo
a la lectura) (Domjan, 2004). De todo lo dicho
se puede extraer que las tendencias de apro-
ximación y evitación que experimentamos de-
penden de las características inherentes de los
estímulos (biológicamente preparados), de la
asociación entre estímulos (condicionamiento
clásico), de los refuerzos y castigos asociados
a las relaciones entre estímulos y conductas
(condicionamiento operante o instrumental),
incluso de las contingencias temporales esta-
blecidas entre las propias conductas (principio
de Premack).
Pero si nos quedamos aquí a la hora de ex-
plicar el origen y la variabilidad de las valora-
ciones que realizamos sobre los estímulos y
situaciones del entorno, mantendríamos una
postura reduccionista, dado que tan solo he
hablado desde el enfoque conductual. Sin
duda el ser humano es mucho más que con-
ducta, también es cognición (pensamiento). La
elaboración de asociaciones entre estímulos, y
entre estímulos y conductas a través del pen-
samiento es algo frecuente, y su efecto puede
llegar a mantener una fuerte asociación nega-
tiva entre estímulos, como sucede en las fobias
especícas – por ejemplo, miedo a los perros
por haber sido atacado de niño por uno-, a
pesar de haberse trabajado la extinción con-
ductual. Por esta razón en el tratamiento de
las fobias predomina un enfoque cognitivo-
conductual. Esto es así porque este tipo de
terapias asume una relación recíproca entre la
cognición (por “lo que pensamos), el afecto (lo
que sentimos) y la conducta (lo que hacemos)
(Llorente del Pozo & Iraurgi-Castillo, 2008). Solo
el hecho de imaginar una situación en la que
somos atacados por un perro podría ser su-
ciente para mantener la asociación. Por esta ra-
zón, las terapias utilizadas actualmente para el
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
tratamiento de muchos trastornos, entre ellos
las fobias, son cognitivo-conductuales, porque
cuentan con un alto respaldo cientíco (Cristea
& Hofmann, 2018).
La forma en la que valoramos los estímu-
los como más o menos apetitivos o aversivos,
pueden ordenarse bajo el término de perso-
nalidad”. La estabilidad de los rasgos de perso-
nalidad a lo largo de la vida ha sido un tema a
debate en las últimas décadas. Desde la pers-
pectiva clásica se entiende la personalidad
como temperamentos hereditarios con base
biológica, y poca dependencia del ambiente
una vez llegada la edad adulta (McCrae et al.,
2000). Por otro lado, la postura contraria, pro-
pone que los cambios producidos durante la
vida, especialmente hasta la adolescencia y la
juventud, hacen que la personalidad no sea un
constructo estable en el tiempo (Lewis, 1999).
De manera extrema ninguno de estos enfo-
ques se ha demostrado, ni la total estabilidad
de la personalidad a lo largo de la vida, ni el
total moldeamiento de la personalidad por las
situaciones y roles vitales. En cualquier caso,
la personalidad es uno de los factores más
determinantes a la hora de explicar la conduc-
ta humana.
La personalidad, como constructo, nos per-
mite comprender y prever el comportamien-
to de una persona a partir de los atributos o
rasgos que la denen. Esto queda reejado en
diferentes investigaciones que en los últimos
años han estudiado cómo se pueden predecir
los rasgos de personalidad a través de los pa-
trones de comportamiento en diferentes con-
textos, como el uso de los smartphones (Sta-
chl et al., 2020). De igual manera en las redes
sociales se podrían evidenciar características
psicológicas de los usuarios, como la persona-
lidad, por la frecuencia y uso que se hacen de
las herramientas disponibles en estas platafor-
mas (e.g., “Likes”) (véase Settanni et al., 2018).
Dentro de estos rasgos se vislumbran las ten-
dencias de aproximación y evitación a estímu-
los y situaciones que han venido marcadas por
la historia personal de cada individuo en base,
en algunos casos, a predisposiciones genéti-
cas. Desde la perspectiva neuroconductual, se
plantea que estas diferencias individuales de-
rivan de la actividad de ciertos sistemas cere-
brales. En concreto, el modelo de personalidad
propuesto por Eysenck (1967) identica un
conjunto de rasgos de personalidad, como di-
mensiones independientes entre sí. Por ejem-
plo, diferencias psicológicas derivadas de las
dimensiones de Introversión-Extroversión, y
Neuroticismo-Estabilidad se relacionan con di-
ferentes estructuras y mecanismos neuronales
(Becerra, J. A., 2010). En concreto, la dimensión
de Extroversión-Introversión se relacionaría
con la reactividad del sistema nervioso central,
mientras que Neuroticismo-Estabilidad con el
sistema cerebral que integra el circuito cortico-
límbico, que conecta el córtex cerebral con el
sistema nervioso autónomo (Eysenck, 1967).
Sin embargo, este modelo solo considera
la activación emocional, sin tener en cuenta la
dirección motivacional de la conducta cuando
las señales son apetitivas o aversivas. La Teo-
ría de la Sensibilidad al Refuerzo (Gray, 1976,
1987), integra el componente motivacional en
la propuesta de Eysenck mediante tres siste-
mas: El sistema de aproximación conductual
(SAC), que se relaciona con la motivación de
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
acercamiento. El sistema de inhibición con-
ductual (SEC), con la motivación de evitación,
y el sistema de Lucha-Huida-Bloqueo (SLHB),
relacionado con las conductas de evitación y
escape (Gray & McNauhton, 2000). Por lo tan-
to, podemos decir que todos los estímulos
con contenido emocional generan en mayor
o menor grado tendencias de aproximación o
evitación. De esta forma se establece un víncu-
lo fundamental entre las emociones y las ten-
dencias de acción (Frijda, 1986). El circuito mo-
tivacional apetitivo orienta al organismo hacia
estímulos con valencia positiva, mientras que
el sistema motivacional defensivo desencade-
na conductas de evitación para alejarse de los
estímulos negativos (Phaf et al., 2014).
En denitiva, todos estamos caracterizados
por nuestras apetencias y aversiones a dife-
rentes estímulos y situaciones. Estas actitu-
des determinan conductas de aproximación
y evitación que a lo largo de nuestra vida se
van consolidando y conformando nuestra per-
sonalidad (lo que nos gusta y lo que no). En el
contexto social, las señales que determinan
en mayor gado el comportamiento humano
provienen de la expresión facial. Esto es así
porque a través de este canal de comunica-
ción podemos prever el comportamiento de
los demás e inferir sus intenciones y estados
de ánimo. Todas estas señales fundamentales
para que podamos integrarnos en el grupo
social de manera satisfactoria y adaptativa. En
el siguiente apartado abordaremos la relación
entre las expresiones faciales y las tendencias
conductuales de aproximación y evitación,
como fase previa para comprender el valor de
esta relación en el estudio de los trastornos
psicológicos que cursan con problemas en la
interacción social.
Relación entre las expresiones faciales
emocionales y las tendencias conductuales
Las expresiones faciales informan de la pre-
sencia de estímulos positivos (e.g., expresión
facial de alegría) y negativos (e.g., expresión
facial de miedo o ira). Por lo tanto, mantienen
una estrecha relación con las tendencias con-
ductuales de aproximación (estímulos positi-
vos) y evitación (estímulos negativos) (Marsh
et al., 2005). En concreto, las expresiones facia-
les y corporales de miedo e ira activan en las
personas que las perciben tendencias conduc-
tuales de aproximación y evitación, respectiva-
mente (Heuer et al., 2007; Ikeda, 2024; Marsh et
al., 2005). También se han comprobado estos
resultados analizando las distancias interper-
sonales, que, igualmente, son mayores cuando
la expresión facial es de ira, y menores cuando
son de miedo (Lebert et al., 2024). Por otro lado,
la expresión facial de alegría activa tendencias
conductuales de aproximación (Duijndam
et al., 2020; Nikitin & Freund, 2019), mientras
que los estudios sobre las expresiones faciales
de tristeza y asco obtienen resultados menos
claros. En concreto, la expresión facial de tris-
teza induce tendencias de aproximación cuan-
do se produce de manera automática, pero
cuando se hace consciente se produce evita-
ción. Mientras que el asco induce evitación, si
bien depende del tipo de tarea que se aplique
para su medida (Seidel et al., 2010). Entre las
variables que podrían modular las tendencias
conductuales hacia las expresiones faciales se
encuentran la personalidad (Cunningham et
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
al., 2010; von Borries et al., 2012), la relevancia
de la tarea para los objetivos (Krieglmeyer &
Deutsch, 2013; Mirabella, 2018; Mirabella et al.,
2023; Phaf et al., 2014), y la previsión de futuras
interacciones (Hess et al., 2000) (Tabla 1).
Por otro lado, y en términos generales, los
estímulos o situaciones que producen esta-
dos afectivos positivos generan tendencias
de aproximación o reducción de la distancia
física respecto a uno mismo, mientras que los
negativos generan lo contrario (Krieglmeyer et
al., 2010). Este es el caso de las emociones de
alegría, tristeza, miedo y asco. Sin embargo, no
siempre esto es así, porque los estímulos nega-
tivos que provocan ira provocan acercamiento
(Carver y Harmon-Jones, 2009; Mayan & Mei-
ran, 2011). Respecto a la experiencia emocio-
nal de tristeza, cuando se maniesta como
depresión, promueve conductas de evitación
ante situaciones positivas, mientras que en po-
blación sin este trastorno genera tendencias
de aproximación. Estas tendencias de evita-
ción, además, se asocian a sesgos negativos en
el procesamiento de la información, como se
ha observado en personas deprimidas (Trew et
al., 2011) (Tabla 1).
Mediante tareas de Aproximación-Evitación
(véase Roefs et al., 2011), utilizando joystick
(AAT, Rinck & Becker, 2007), el ratón del orde-
nador o la pantalla táctil (e.g., Wittekind et al.,
2021), se activan tendencias de aproximación
y evitación (e.g., Chen & Bargh, 1999; Czeszum-
ski et al., 2021). Por ejemplo, se pueden pre-
sentar a los sujetos experimentales diferentes
tipos de expresiones faciales (alegría, tristeza,
miedo, ira, asco, sorpresa), y se les pide que
realicen un movimiento con el joystick, el ratón
o la pantalla táctil acercándose o alejándose
de la expresión facial. De esta forma, el movi-
miento será más o menos rápido dependien-
do del tipo de expresión facial que aparezca.
Si se pide a un sujeto que mueva el joystick
hacia delante cuando se presenta en la panta-
lla del ordenador una expresión facial, tardará
menos en moverlo cuando la expresión facial
es de alegría (vs. ira), porque la alegría induce
aproximación y el sujeto realiza un movimien-
to de aproximación a la pantalla con el joystick.
Sin embargo, el movimiento será más lento
cuando se presenta una expresión de ira (vs.
alegría), porque este tipo de expresiones pro-
ducen tendencias conductuales de evitación
y el sujeto realiza un movimiento de aproxi-
Tabla 1
Resumen de la relación entre emoción (expresión y experiencia) y tendencias conductuales de
aproximación y evitación
TENDENCIAS CONDUCTUALES
Emoción Percepción emocional Experiencia emocional Referencias
Alegría Aproximación Aproximación Duijndam et al., 2020; Nikitin & Freund, 2019
Tristeza Aproximación/Evitación Evitación Seidel et al., 2010: Trew, 2011
Miedo Aproximación Evitación Marsh et al., 2005
Ira Evitación Aproximación Carver & Harmon-Jones, 2009; Maayan & Mei-
ran, 2011; Marsh et al., 2005
Asco Evitación Evitación Seidel et al., 2010
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
mación con el joystick. El procesamiento de la
información se daría en dos pasos, uno en el
que se produce una respuesta rápida de apro-
ximación-evitación, y otro donde se produce la
categorización de la expresión facial como una
emoción concreta, a partir de la información
contextual (Ikeda, 2022).
Sin embargo, si bien aceptamos cierta lógi-
ca, derivada de su funcionalidad, a las tenden-
cias de aproximación y evitación que provo-
can las expresiones faciales en los perceptores,
esto no aplica respecto a la expresión facial de
miedo, que genera tendencias de aproxima-
ción (paradoja de aproximación al miedo) ¿Por
qué acercarnos a un estímulo que nos advierte
de una amenaza? Una posible explicación es
porque este tipo de expresión facial funciona
como un estímulo aliativo, con el objetivo de
promover conductas de aproximación orienta-
das a prestar ayuda (Marsh et al., 2005). En esta
dirección apunta la hipótesis del simio teme-
roso (fearful ape hypothesis), donde se plantea
que el miedo es adaptativo en un contexto
grupal de cooperación (Grossmann, 2023), jun-
to a emociones como la suplica y el apacigua-
miento (Mercadante et al., 2023). Las expresio-
nes faciales de miedo reejan subordinación y
sumisión, y pueden inhibir los conictos (Hess
et al., 2000; Preuschoft, 1999). Cuando expre-
samos miedo parecemos más pequeños, dé-
biles, jóvenes y apaciguados (Schenkel, 1967).
Algunos estudios han comprobado, en este
sentido, que las expresiones faciales de miedo
guardan cierta similitud con las expresiones
faciales de niños vulnerables, y en ambos ca-
sos se producen tendencias conductuales de
aproximación (Hammer & Marsh, 2015).
Por otro lado, y dentro del campo de la eto-
logía, se ha encontrado que las expresiones de
miedo se reconocen mejor cuando es un hom-
bre (vs mujer) quien la expresa (Trnka et al.
2007, 2015). La mejor detección del miedo en
el rostro de los hombres podría explicarse por
la distinción de roles entre hombres y mujeres
en los primeros homínidos, siendo los hom-
bres los encargados de la vigilancia y protec-
ción del grupo. Parece razonable pensar que
una decodicación adecuada del miedo en la
cara de los hombres facilitaría la supervivencia
del grupo. Una vez detectada la expresión de
miedo en el componente del grupo encargado
de la vigilancia y protección, se generaría una
tendencia de aproximación hacia este sujeto,
facilitando la conducta de huida en la direc-
ción que tome quien ha detectado el peligro y
expresa miedo.
De esta forma, acercarse a quien expre-
sa miedo podría preactivar una conducta de
huida en los perceptores en la misma direc-
ción de quien vio la amenaza y expresó mie-
do. Este tipo de reacciones pueden observarse
en la conducta de los animales en su medio
natural, donde las amenazas percibidas en el
entorno generan conducta de escape con una
direccionalidad y trayectoria fundamentales
para que la huida tenga éxito (Domenici et al.,
2011). También se ha observado en las con-
ductas de huida de los seres humanos cuando
se producen en un contexto de emergencia.
En estos casos, se observan reacciones muy
variadas motivadas por el miedo y se advierte
la importancia de evaluar el comportamien-
to humano en estas situaciones (Bakhshian &
Martínez-Pastor, 2023). Dentro de este tópico
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FERNANDO GORDILLO LEÓN · LILIA MESTAS HERNÁNDEZ
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
de investigación, la expresión de miedo podría
inuir sobre la respuesta del grupo y su tra-
yectoria de huida, junto a otras variables. Para
comprenderlo mejor habría que partir de tra-
bajos que estudien si las expresiones faciales
pueden modular la respuesta motora. En este
sentido, una reciente investigación que ha uti-
lizado un robot iCub como instrumento para
generar expresiones faciales, encontró que la
expresión facial de alegría junto a una acción
brusca disminuía los parámetros de velocidad,
aceleración y altura máxima de movimiento.
Sin embargo, una expresión facial de ira aso-
ciada a una acción suave los incrementaba
(Lombardi et al., 2024). ¿Cómo podría inter-
pretarse este resultado? En principio cuando
percibimos una expresión facial, tendemos a
imitarla (Hateld et al., 1993), al mismo tiem-
po que experimentamos un estado emocional
similar al reejado en el rostro. Este contagio
emocional podría considerarse un mecanismo
inicial de las reacciones afectivas consecuen-
tes al ver una expresión facial, que iría más allá
de simples reacciones motoras-miméticas (de
Gelder et al., 2004; Moody et al., 2007).
Sin embargo, tal y como hemos menciona-
do anteriormente, las continuas asociaciones
entre estímulos y respuestas modulan y gene-
ran una amplia variabilidad respecto a los es-
tímulos que consideramos agradables (apetiti-
vos) y desagradables (aversivos), y esto aplica
igualmente a las expresiones faciales. Si bien
es cierto lo expuesto anteriormente sobre las
tendencias conductuales asociadas a las ex-
presiones faciales, también lo es que el signi-
cado de las expresiones faciales puede modi-
carse dependiendo de las consecuencias que
se hayan asociado a dicha expresión durante
el aprendizaje social. Es decir, una expresión de
alegría puede volverse amenazadora cuando
consideramos que la persona que la produce
es peligrosa (véase Bublatzky et al., 2019). Un
reejo de esto son los patrones mostrados por
personas con trastornos de ansiedad social,
que perciben las interacciones sociales, incluso
las positivas, como amenazantes, y por lo tanto
las expresiones faciales emocionales inuye de
manera diferente a este grupo poblacional.
Ansiedad social y tendencias conductuales
El trastorno de ansiedad social (TAS), se
caracteriza por un miedo persistente a las si-
tuaciones sociales, donde se prevé una evalua-
ción negativa (APA, 2013). Este trastorno, de no
ser tratado, puede perjudicar diferentes ámbi-
tos de las personas como el rendimiento aca-
démico, el desarrollo social, el estado civil o el
desempeño laboral (Alomari, 2022). La terapia
Cognitivo-Conductual, habitualmente con un
componente de exposición, es el tratamiento
que más se aplica y con mayor evidencia cien-
tíca respecto a su efectividad (Wolitzky-Taylor
& LeBea, 2023). Entre los criterios establecidos
para su diagnóstico se encuentran las conduc-
tas de evitación por miedo intenso (APA, 2013).
Estas conductas de evitación se maniestan de
diferentes formas, en especial a través de com-
portamientos que promueven el alejamiento
de los demás, así como comportamientos que
reduzcan el malestar producido ante la presen-
cia de otras personas, como puede ser a través
del consumo de sustancias (Carrigan & Randall
2003). En este sentido, algunas investigaciones
han encontrado que la extraversión sería un
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
buen predictor del uso de sustancias en per-
sonas con ansiedad social (Aurora, & Coifman,
2021).
Respecto a las tendencias conductuales y el
TAS, se ha encontrado que la ansiedad social
afecta a la iniciación y ejecución de tenden-
cias de acción automáticas hacia expresiones
faciales emocionales (Evans et al., 2021), mani-
festando una mayor evitación hacia este tipo
de expresiones (Rudaizky et al., 2020). En otras
investigaciones, mediante procedimientos de
realidad virtual (RV), se ha analizado el com-
portamiento del cuerpo cuando el sujeto ex-
perimental se dirige a un objetivo concreto, y
se cruza con humanos virtuales que expresan
neutralidad o ira en su rostro. Los resultados
mostraron que las conductas de aproxima-
ción-evitación eran moduladas por las expre-
siones faciales de los humanos virtuales, y que
la ansiedad social amplicaba las conductas
de evitación, si bien no se observaron dife-
rencias entre el grupo control y el grupo con
ansiedad social respecto a la expresión facial
de ira (Lange & Pauli, 2019). Por otro lado, con
la metodología de Eye-Tracking, se comprobó
que los sujetos con ansiedad social manies-
tan Hipervigilancia-Evitación en respuesta a
las expresiones faciales estáticas, y evitaban
partes de la cara, como los ojos, especialmen-
te cuando expresaban emociones negativas
(véase Claudino et al., 2019).
En tratamiento del TAS se han incorpora-
do importantes avances. Uno de ellos tiene
que ver con metodologías virtuales, que in-
crementan el acceso de los afectados al trata-
miento. Sin embargo, presentan problemas en
la adherencia o nalización de la intervención
(Kählke et al., 2019). Otras terapias han utiliza-
do audiencias virtuales para superar el miedo
a hablar en público, que han obtenido buenos
resultados, si bien el estudio se realizó con
una muestra pequeña (Yuen et al., 2019). Jun-
to a estos tratamientos, también se ha abor-
dado la modicación de los sesgos cognitivos
como una posible intervención en los trastor-
nos mentales, a través de tareas que implican
conductas de aproximación y evitación. Los
resultados encontrados muestran que el uso
de tareas de aproximación-evitación para mo-
dicar los sesgos cognitivos asociados al TAS
podrían tener efectos positivos a corto plazo
sobre las tendencias implícitas de acercamien-
to hacia estímulos positivos temidos, pero sin
que esto implique un cambio conductual sig-
nicativo, ni una reducción de la sintomatolo-
gía (Asnaani et al., 2014). Estos datos son con-
gruentes con los informados en una reciente
revisión sistemática respecto a los trastornos
de ansiedad, donde se encontró que los estu-
dios de modicación del sesgo cognitivo no
mostraron efectos clínicos signicativos (Loi-
jen et al., 2020).
Otros estudios, han trabajado para reducir
la tendencia de evitación automática hacia ca-
ras sonrientes que se presenta en sujeto con
niveles altos de ansiedad social, encontrando
que el entrenamiento de aproximación-cara
incrementó el estado de ánimo, y redujo la
ansiedad (Rinck et al., 2013). En otros trabajos
utilizando estrategias de aproximación hacia
imágenes positivas (vs. neutras), encontraron
mejoras en los síntomas de ansiedad, depre-
sión y anhedonia, así como incrementos en
la activación de regiones como el tálamo y la
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FERNANDO GORDILLO LEÓN · LILIA MESTAS HERNÁNDEZ
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 184
corteza prefrontal medial. Estas regiones es-
tán relacionadas con las valoraciones y las mo-
tivaciones asociadas a las relaciones sociales
positivas, por lo que este tipo de intervención
podría inuir a nivel neuronal (Bomyea et al.,
2023).
Conclusiones
Las tendencias de aproximación y evitación
están asociadas a nuestro desarrollo evoluti-
vo de forma inherente a la satisfacción de las
necesidades de subsistencia (apetitivo) y pre-
servación (evitativo). Estos patrones compor-
tamentales se han renado en nuestro desa-
rrollo para hacer frente al complejo sistema so-
cial, donde la subsistencia y la preservación se
vuelven menos evidentes que en etapas ante-
riores de nuestro desarrollo logenético. Aho-
ra las ventajas y desventajas son percibidas a
través de sutiles señales, muchas de las cuales
provienen de las expresiones faciales. En este
contexto, surgen dicultades de adaptación,
que se reejan en las tendencias conductuales
activadas por las expresiones faciales emocio-
nales.
Estudiar si las tareas basadas en tiempos de
reacción, como las descritas en este trabajo,
se relacionan con procesos subyacentes que
predicen las diferencias entre los individuos en
constructos teóricamente relacionados, como
la establecida entre las tendencias de acción y
el TAS, es fundamental para la interpretación y
validación de los resultados encontrados, así
como para la proyección de futuras investiga-
ciones (Fricke et al., 2023). Además, este tipo
de tareas permiten trabajar los sesgos cogni-
tivos asociados al TAS, con benecios a corto
plazo, si bien no queda claro que perduren en
el tiempo y tengan repercusión sobre la sin-
tomatología del TAS (e.g., Asnaani et al., 2014;
Loijen et al., 2020). Sin embargo, sí hay resul-
tados alentadores respecto al efecto que este
tipo de tarea tiene sobre los factores afectivos
asociados al TAS, como la ansiedad, la depre-
sión y la anhedonia (e.g., Rinck et al., 2013;
Bomyea et al., 2023). Por otro lado, también
se observan modicaciones en la activación
de regiones involucradas en las valoraciones
y motivaciones sociales, por lo que se necesi-
taría un mayor poder estadístico para detectar
los efectos conductuales que están detrás de
los neuronales (Bomyea et al., 2023). Todo esto
nos hace pensar que, si bien los efectos de este
tipo de tareas sobre la sintomatología clínica
no están claros, si se advierten cambios en pa-
rámetros importantes como el componente
afectivo y neuronal de los pacientes. Quizá las
tareas utilizadas no sean lo sucientemente
ecaces para promover cambios duraderos y a
largo plazo en este tipo de trastornos. Este se-
ría uno de los objetivos prioritarios a conseguir
en futuras investigaciones.
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