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Análisis y Modicación de Conducta
2024, Vol. 50, Nº 182, 55-68
ISSN: 0211-7339
Personas mayores y soledad: conocer para intervenir
Loneliness in old age: understanding to intervene
Mercedes Vélez 1, 2
Christian Cáceres 2, 3
Susana Menéndez 1, 2
1Departamento de Psicología Social, Evolutiva y de la Educación. Universidad de Huelva. Huelva, España
2Grupo de Investigación “Desarrollo de Estilos de Vida en el Ciclo Vital y Promoción de la Salud” (HUM-604)
3Centro Residencial para Personas Mayores “Jesús de Nazaret”. Huelva, España
Resumen
La soledad es un fenómeno complejo que en los úl-
timos años ha ido adquiriendo mayor relevancia a nivel
social y académico. Esta nueva y creciente realidad so-
cial plantea retos a diferentes niveles (sanitario, laboral,
legal, administrativo, etc.) y constituye un importante
desafío para la administración. Las relaciones sociales
de calidad destacan como estrategia para reducir la
soledad y el aislamiento social, y forman parte de las
propuestas de la OMS para la promoción del enveje-
cimiento activo y saludable. Para afrontar este desafío
es necesario conocer qué es la soledad y qué impacto
tiene en la salud, qué características suelen tener las
personas que la experimentan y cuáles son las posibi-
lidades de intervención. El propósito de este trabajo es
revisar y resumir la literatura cientíca reciente sobre
estas cuestiones, con especial referencia al contexto
español.
PalabRas clave
Soledad; personas mayores; salud; intervenciones.
abstRact
Loneliness is a complex phenomenon that has
gained increasing importance both socially and aca-
demically in recent years. This new and growing social
reality presents challenges at various levels (health,
employment, legal, administrative, etc.) and consti-
tutes a signicant challenge for administration. High-
quality social relationships stand out as a strategy to
reduce loneliness and social isolation, forming part of
the WHO’s proposals for promoting active and healthy
aging. To address this challenge, it is necessary to un-
derstand what loneliness is, its impact on health, the
typical characteristics of those who experience it, and
the possibilities for intervention. The purpose of this
work is to review and summarize recent scientic lite-
rature on these issues, with a special focus on the Spa-
nish context.
KeywoRds
Loneliness; elderly; health; interventions.
Correspondencia: Mercedes Vélez, Departamento de Psicología Social, Evolutiva y de la Educación. Universidad de Huelva, Avda Tres de
Marzo s/n. 21071 Huelva. E-mail: maria.velez@dpee.uhu.es
Recibido: 01/12/2023; aceptado: 29/12/2023
56 PERSONAS MAYORES Y SOLEDAD: CONOCER PARA INTERVENIR
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
Tanto desde el punto de vista académico
como social, la soledad es un tema de crecien-
te interés en la actualidad. Ello se debe, en par-
te, al progresivo aumento de la proporción de
personas mayores con respecto a la población
total, cambio que constituye uno de los fenó-
menos sociodemográcos más destacados de
las últimas décadas. Las proyecciones globales
indican que la población de más de 65 años
aumentará del 10% en 2022 al 16% en 2050,
pudiendo duplicar al número de niños meno-
res de 5 años (Organización Naciones Unidas
[ONU], 2022). En España, el envejecimiento es
especialmente notable debido a dos factores:
la alta esperanza de vida de la población, una
de las más elevadas del mundo, y unas tasas de
fecundidad muy bajas (Iglesias & López, 2021).
En nuestro país, las personas con 65 años o más
supondrán el 30.39% de la población en 2050,
frente al 20.1% de 2022 (EuroStats, 2023).
Por todo lo anterior, la estructura demográ-
ca en relación con la edad está cambiando a
nivel mundial y continuará haciéndolo, reorga-
nizando y deniendo sociedades cada vez más
envejecidas en las que, además, vivir solo/a
va a ser cada vez más frecuente. Esta nueva y
creciente realidad social plantea varios retos a
diferentes niveles (sanitario, laboral, legal, ad-
ministrativo, etc.) y constituye un importante
desafío para las administraciones, quienes de-
ben hacer cambios igualmente numerosos y
diversos para adaptarse al mayor número de
personas mayores, pero también a su nuevo
perl, ya que sus características y necesida-
des son diferentes a las de las generaciones
anteriores (Baarck et al., 2021; Gajardo, 2015;
Newmyer etal., 2022). Para hacerlo, es esencial
comprender a fondo las múltiples implicacio-
nes del envejecimiento de la población, entre
las que se encuentra la vivencia de la soledad,
y así, poder abordar este desafío de salud pú-
blica con el respaldo de evidencias cientícas
sólidas.
Una de las repercusiones de este nuevo
panorama sociodemográco es el creciente
interés por optimizar la salud de las personas
mayores, que encuentra reejo en recomen-
daciones transnacionales muy relevantes. Así,
a nivel internacional tanto la Organización
Mundial de la Salud (OMS) como la ONU vie-
nen enfatizando que la promoción de la sa-
lud y, en concreto, de los años que se viven
sin enfermedades ni problemas limitantes,
son aspectos fundamentales en la respuesta
que las sociedades deben ofrecer ante el cre-
ciente envejecimiento de la población (OMS,
2015; ONU, 2012). Recientemente, la OMS ha
destacado en su plan para la Década del Enve-
jecimiento Saludable 2021-2030 (OMS, 2020) la
importancia de envejecer con salud y agregar
más vida a los años a través del paradigma del
Envejecimiento Activo y Saludable. Este enfo-
que permitiría a las personas mayores seguir
siendo agentes activos que enriquezcan y for-
talezcan las sociedades. Con este objetivo, la
propuesta de la OMS incluye estrategias para
fomentar relaciones sociales de calidad como
parte fundamental de las actuaciones que en
cada país se deben poner en marcha para pro-
mover la salud y el bienestar de las personas
mayores. En concreto, y de acuerdo con estas
recomendaciones, se destaca la conveniencia
de desarrollar programas nacionales y auto-
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MERCEDES VÉLEZ • CHRISTIAN CÁCERES • SUSANA MENÉNDEZ
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
nómicos para crear ciudades y comunidades
inclusivas (OMS, 2020).
Por tanto, conocer qué es la soledad, en qué
medida está presente en nuestra sociedad, a
quién/es afecta en mayor medida y cuál/es son
sus consecuencias en la salud, además de qué
podemos hacer para prevenirla y minimizar su
impacto negativo, es fundamental y urgente,
especialmente en el ámbito de la intervención
psicosocial. El propósito de este trabajo es re-
visar y resumir la literatura cientíca reciente
sobre estas cuestiones, con especial referencia
al contexto español.
1. ¿De qué hablamos cuando hablamos
de soledad?
Existe acuerdo a la hora de considerar que
la soledad es un fenómeno complejo que in-
cluye componentes diferenciados y que con-
viene considerar de forma especíca. Así, se ha
propuesto analizar la soledad distinguiendo la
modalidad de apoyo del que se carece (sole-
dad emocional versus social) o el tipo de redes
sociales con las que se tiene poco contacto
(soledad familiar versus no familiar) (Bermeja &
Ausín, 2018; López Doblas & Díaz Conde, 2018;
Yanguas etal., 2018, 2019). Estas distinciones
son muy interesantes, pero una clasicación
también muy habitual y que queremos des-
tacar aquí es la que diferencia entre los com-
ponentes objetivos y subjetivos de soledad
(Arruebarrena & Cabaco, 2020; Bermeja & Au-
sín, 2018; Celdrán & Martínez, 2020; López Do-
blas etal., 2020; Torío, 2021; Victor etal., 2000;
Yanguas, 2020; Yanguas et al., 2018, 2019).
Desde esta perspectiva se entiende que la so-
ledad tiene, por un lado, un componente ob-
jetivo, fundamentalmente vivir en solitario y/o
en una situación de claro aislamiento debido
a mantener muy escasas relaciones sociales.
Pero por otro lado, la soledad también se ca-
racteriza por un componente subjetivo que se
diferencia de los anteriores, el sentimiento de
sentirse solo/a o de soledad no deseada, que
tiene que ver con la manera en que una per-
sona percibe, experimenta y evalúa su propia
situación: la soledad no deseada resulta de la
discrepancia entre las relaciones sociales que
se tienen y las que se desearía tener, discre-
pancia que provoca un sentimiento de insa-
tisfacción motivado por la escasez de ciertas
relaciones en cantidad o en calidad (Celdrán &
Martínez, 2020; Domènech-Abella etal., 2017;
López Doblas etal., 2020; López Doblas & Díaz
Conde, 2018; Torío, 2021; Yanguas etal., 2018,
2019).
Estos tres indicadores deben ser conside-
rados y analizados de manera diferenciada,
dado que están relacionados, pero no son
equivalentes. Vivir solo/a es una forma de re-
sidencia que favorece pero no determina ni
los contactos sociales ni la satisfacción con los
mismos: se puede vivir en solitario y mantener
contactos frecuentes y/o de calidad con fami-
liares y amigos (de Jong Gierveld etal., 2015;
López & Pujadas, 2018; Victor etal., 2000). Asi-
mismo, una red social escasa no implica nece-
sariamente sentimientos de soledad y una red
numerosa no supone la ausencia de dichos
sentimientos (Arruebarrena & Cabaco, 2020;
Cattan et al., 2005; de Jong Gierveld et al.,
2015; Gené-Badia etal., 2016; López Doblas &
Díaz Conde, 2018; Masi etal., 2011; Ong etal.,
2016; Victor etal., 2000). Estos diferentes indi-
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
cadores de soledad son independientes pero
están relacionados: aunque vivir en solitario
no es sinónimo de estar objetivamente aislado
y/o de sentirse subjetivamente solo/a, ambos
indicadores son más frecuentes entre las per-
sonas mayores que viven solas (Gené-Badia
etal., 2016; López Doblas & Díaz Conde, 2018;
Ong et al., 2016; Victor et al., 2000; Yanguas
etal., 2019). Y, puesto que vivir solo es cada vez
es más común entre las personas mayores, las
posibilidades de experimentar sentimientos
de soledad podrían aumentar, ya que, además,
a estas edades conuyen otras circunstancias
vitales (p.ej. pérdida de seres queridos, en es-
pecial la pareja, la jubilación, así como mayor
probabilidad de que aparezcan problemas de
salud), que favorecen cambios en la congu-
ración de la red social que pueden restringir
o dicultar las posibilidades de relacionarse y
gestionar la soledad (Celdrán & Martínez, 2020;
Sancho etal., 2020).
2. La soledad en la vejez en cifras
Como ya se ha señalado, la soledad es un fe-
nómeno complejo y multidimensional y, para
ofrecer evidencias sobre ella, hay que atender
a indicadores muy diversos. A este respecto,
y en coherencia con la clasicación que se ha
descrito más arriba, en este trabajo se toman
en consideración datos tanto objetivos (vivir
en soledad; estar solo/a) como subjetivos (sen-
tirse solo/a). Conviene destacar que existen
importantes diferencias en cuanto a la forma
de acceder a estos indicadores y, por tanto, a
la mayor o menor actualización de los datos
disponibles. En lo que sigue se exponen las
evidencias más recientes sobre cada uno de
estos indicadores entre las personas mayores
en España.
Respecto a la soledad objetiva y, en concre-
to, a vivir en solitario, los resultados especícos
de España obtenidos en la encuesta periódica
EU-SILC (EU Statistics on Income and Living Con-
ditions) de EuroStat1 indican que, en 2022, el
24.9% de los mayores de 65 años en nuestro
país residía en un hogar unipersonal, siendo
esta situación más frecuente entre las mujeres
(ver Figura 1). Los datos acumulados de EU-
SILC señalan que esta forma de residencia en la
población mayor está aumentando (23.4% en
2004 y 24.9% en 2022), sobre todo en el caso
de los hombres (13.9% en 2004 y 16.1% en
2022) más que en las mujeres (30.3% en 2004 y
31.9% en 2022).
También en cuanto a indicadores objetivos
de soledad, hay que tomar en consideración la
frecuencia e intensidad de relaciones sociales,
particularmente cuando estas relaciones son
muy reducidas y sitúan a las personas mayo-
res en riesgo de aislamiento social. El trabajo
de Yanguas (2019) llevado a cabo en diferen-
tes zonas de España pone de maniesto que
el riesgo de aislamiento es mayor en el caso de
los no familiares (9.4%) que con miembros de
la familia (28.6%). Por otro lado, y aunque no
son datos exactamente comparables, nos pa-
rece conveniente destacar algunos resultados
de la Encuesta de Características Esenciales de
la Población y las Viviendas (ECEPV) del Insti-
tuto Nacional de Estadística (INE, 20212), reali-
zada con posterioridad al estudio de Yanguas
1 https://ec.europa.eu/eurostat/databrowser/view/ILC_
LVPS30/default/table?lang=en
2 https://ine.es/dynt3/inebase/es/index
htm?padre=8993&capsel=8994
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MERCEDES VÉLEZ • CHRISTIAN CÁCERES • SUSANA MENÉNDEZ
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
(2019) con una muestra representativa de la
población española de 16 o más años. En este
trabajo se recabó información sobre el apoyo
social, evaluado en función de si la persona tie-
ne habitualmente con quien hablar de sus pro-
blemas/sentimientos. Los resultados revelan
que los mayores de 60 años suponen un 30.6%
de todas las personas que informan no tener
apoyo social, siendo esta situación a estas eda-
des más frecuente en mujeres (32.7%) que en
hombres (28.5%). La falta de apoyo social no
tiene, en este estudio, una relación clara con la
forma de residencia (ver Figura 2): la mayoría
(37%) de las personas mayores que no tienen
apoyo social viven solas con su pareja (recuér-
dese que esta es la forma más habitual de resi-
dencia, Figura 1), y el resto de las posibilidades
alcanzan resultados inferiores pero similares.
Al margen de los indicadores objetivos a los
que se acaba de hacer referencia (cómo se viva
y/o qué relaciones se mantengan), para tener
una perspectiva completa de este fenómeno
hay que considerar el grado de soledad subje-
tiva en el colectivo de mayores, esto es, en qué
medida estas personas se sienten solas. Según
la última Encuesta de Condiciones de Vida rea-
lizada por el INE (20223), el sentimiento de so-
ledad afecta a un 30.2% de los mayores de 65
años y, de nuevo, este fenómeno es más acusa-
do en las mujeres (35.6%) que en los hombres
(23.3%) (ver Figura 3).
3. El perl de la soledad: características
de las personas mayores solas
Los datos anteriores señalan que la preva-
lencia de la soledad es diferente en hombres
3 https://www.ine.es/jaxi/Tabla.htm?tpx=58843&L=0
Figura 1. Formas de residencia en personas de 65 o más años.
Fuente: EU-SILC (EuroStat, 2022), datos de España.
60 PERSONAS MAYORES Y SOLEDAD: CONOCER PARA INTERVENIR
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
y en mujeres. Las segundas, especialmente las
de más edad, suelen estar y/o sentirse solas
con mayor frecuencia, en parte por su mayor
esperanza de vida, que favorece que vivan en
solitario más que los hombres (Cohen-Mans-
eld etal., 2016; López & Pujadas, 2018; López
Doblas & Díaz Conde, 2018; Martín Roncero &
González-Rábago, 2022). Esta relación entre
soledad y sexo (particularmente clara en los
estudios realizados en España) tiene, muy pro-
bablemente, mucho que ver con circunstan-
cias generacionales asociadas a nuestra histo-
Figura 2. Falta de apoyo social entre personas mayores y forma de residencia.
Fuente: ECEPV (INE, 2021).
Figura 3. Personas de 65 o más años que se sienten solas.
Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida (INE, 2022).
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MERCEDES VÉLEZ • CHRISTIAN CÁCERES • SUSANA MENÉNDEZ
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
ria reciente, sobre todo al bajo acceso a la edu-
cación superior y la consiguiente desventaja
sociolaboral que padecieron las generaciones
de mujeres más mayores en nuestro país, res-
tringiendo sus oportunidades de participación
social (Cohen-Manseld etal., 2016; López Do-
blas etal., 2020; Martín Roncero & González-
Rábago, 2022). Además de estas explicaciones
podría haber un sesgo de género en la eva-
luación, que haría que fuera socialmente más
aceptable para una mujer expresar sentimien-
tos de soledad (de Jong Gierveld, 1989).
Pero más allá del sexo habría que pregun-
tarse cuáles son las características de las perso-
nas mayores que las harían más vulnerables a
estar y/o sentirse solas. En cuanto a la relación
de la soledad con diversos factores sociode-
mográcos hay que señalar la edad. Aunque la
soledad puede experimentarse en diferentes
momentos del ciclo vital (Yang & Victor, 2011),
dentro del grupo de personas mayores, mu-
chos estudio indican que son las de más edad
las que suelen estar y sentirse solas con mayor
frecuencia (Heikkinen & Kauppinen, 2011; Lo-
sada etal., 2012; Yang & Victor, 2011), especial-
mente más allá de los 80 años (Dykstra etal.,
2005; García etal., 2021; Pinquart & Sorensen,
2001). Sin embargo, en algunos estudios no se
ha encontrado una vinculación directa de la
edad con la soledad (Chawla et al., 2021; Jyl-
hä, 2004). Por tanto, la edad no conlleva por sí
misma un incremento de los sentimientos de
soledad, sino que tendría más relación con las
circunstancias precipitantes de la soledad du-
rante esta etapa de la vida, como pérdidas fa-
miliares, de pareja o amigos, reducción de las
redes sociales o problemas de salud (Dykstra,
2009; Shoenmakers etal., 2014).
El factor que sí se ha relacionado sistemáti-
camente con la soledad ha sido el estado civil.
No tener pareja, estar viudo/a, separado/a o no
haberse casado nunca se ha relacionado con un
mayor riesgo de soledad en ambos sexos (Co-
hen-Manseld etal., 2016; Dahlberg etal., 2015;
de Jong Gierveld etal., 2015; Green etal., 2001;
López Doblas etal., 2020; Masi etal., 2011).
Además de estas características sociode-
mográcas que se vinculan a un mayor riesgo
de experimentar soledad, también hay que
destacar diversas características de la red so-
cial. Aunque se ha planteado que la soledad
está relacionada con el tamaño de la red social
(mientras más personas la formen, menos so-
ledad), lo cierto es que la calidad de las relacio-
nes es más determinante que su cantidad (de
Jong Gierveld etal., 2015), aunque se requiere
tener un mínimo de relaciones para alcanzar
esa calidad (Antonucci et al., 2014). Además,
debido a la frecuente dicultad en esta etapa
para compensar las pérdidas que suelen pro-
ducirse en las redes sociales no familiares (pro-
blemas para conocer a nuevas personas y/o
generar nuevos lazos de amistad, debido a las
también frecuentes limitaciones de movilidad
o de autonomía), durante la vejez las relacio-
nes familiares tienden a ser más importantes
(Broese Van Groenou etal., 2013; López Doblas
et al., 2020; Sims et al., 2015; Yanguas et al.,
2019) y la red social de la persona mayor sue-
le estar integrada por más familiares y menos
amigos (De Jong Gierveld & Fokkema, 2015).
A la complejidad ya descrita hay que sumar
el eje cultural. Existen importantes diferencias
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
en los datos sobre la prevalencia de la soledad
en diversos contextos, hallándose niveles más
altos de los diversos indicadores de este fenó-
meno en las culturas mediterráneas y del este
de Europa que en los países nórdicos (Chawla
etal., 2021; Del Barrio etal., 2010; Lykes & Kem-
melmeier, 2014; Surkalim et al., 2022; Yang &
Victor, 2011). Con toda probabilidad estas di-
ferencias están vinculadas a las expectativas
en cuanto a las relaciones sociales, así como
a las normas culturales existentes en dichos
contextos. En aquellos países en los que las
expectativas y normas acerca de las relaciones
sociales son más exigentes y, por tanto, más
difíciles de satisfacer, se observan mayores ni-
veles de soledad (Sancho etal., 2020). En los
países mediterráneos (entre los que se incluye
España), el signicado que se le da a la familia
se relaciona con un contacto con los familiares
más frecuente y estable a lo largo del tiempo
y cuya ausencia funcionaría como un deter-
minante del sentimiento de soledad (Lykes &
Kemmelmeier, 2014).
4. Consecuencias de la soledad en la salud
Además de un fenómeno especialmente
frecuente en la vejez, la soledad es también
uno de los principales factores de riesgo en
esta etapa vital. Dada su vinculación con diver-
sos problemas de salud, la soledad se plantea
como causa de mayor mortalidad, morbilidad,
peores conductas relacionadas con la salud
y un mayor uso de servicios de salud (Victor
etal., 2018). No obstante, no hay suciente evi-
dencia empírica sobre la causalidad y la direc-
ción de esta relación, es decir, si es la soledad la
que impacta negativamente en la salud o si es
la mala salud la que causa la soledad (Arrueba-
rrena & Sánchez, 2020; Masi etal., 2011). Igual-
mente, los resultados son contradictorios en
cuanto al peso de cada indicador de soledad
(vivir solo, sentirse solo y/o estar solo) en el es-
tado de salud de los mayores, quizá debido a la
variabilidad en las investigaciones en la forma
de operativizar estos indicadores (Arruebarre-
na & Sánchez, 2020; Courtin & Knapp, 2017;
Domènech-Abella et al., 2017). Sin embargo,
la evidencia empírica que relaciona la soledad
con un mayor riesgo de que los mayores ex-
perimenten problemas de salud, tanto a nivel
físico como psicológico, es amplia. Entre las
consecuencias de la soledad para la salud fí-
sica destacan el deterioro del funcionamiento
vascular, un incremento del riesgo de desnu-
trición y malnutrición, la expresión de genes
proinamación, así como la alteración del sis-
tema inmune y de la capacidad funcional; por
lo que respecta a la salud mental, la soledad en
la vejez se relaciona con síntomas depresivos,
alteraciones del sueño y del funcionamiento
cognitivo, y mayor riesgo de desarrollar de-
mencia (Cohen-Manseld et al., 2016; Dono-
van & Blazer, 2020; Holt-Lunstad et al., 2015;
Rico-Uribe etal., 2018).
A todo lo anterior hay que sumar el impacto
que la pandemia por la COVID-19 y la estric-
ta restricción de contacto físico derivada de la
misma han tenido en las personas mayores.
Trabajos desarrollados tanto en España (Sala
etal., 2020), como en otros países (Macdonald
& Hülür, 2021; van Tilburg etal., 2021) mues-
tran el incremento de la soledad como una de
las principales consecuencias de la pandemia,
especialmente en las personas que ya estaban/
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MERCEDES VÉLEZ • CHRISTIAN CÁCERES • SUSANA MENÉNDEZ
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
se sentían solas antes, de manera que la sole-
dad puede considerarse el síntoma silencioso
del coronavirus (Torío, 2021).
5. Tipos de intervenciones para prevenir/
gestionar la soledad
Dado el impacto negativo de la soledad y
el aislamiento social en la salud física y men-
tal de las personas mayores, en los últimos
años se ha desarrollado una extensa literatu-
ra cientíca sobre diferentes intervenciones
destinadas a dotar a las personas que expe-
rimentan soledad de recursos para gestionar
su situación (véase Fakoya et al., 2020; Jarvis
etal., 2019; O’Rourke etal., 2018; Poscia etal.,
2018). Ante esta heterogeneidad se han pro-
puesto diversas taxonomías, como la de Gardi-
ner etal. (2018), quienes clasican estas inter-
venciones en seis categorías: las que facilitan
la interacción social; las terapias psicológicas;
la prestación de atención sanitaria y social; las
intervenciones asistidas con animales; las que
promueven lazos de amistad, y aquellas para el
desarrollo de habilidades. Asimismo, otros au-
tores las han categorizado teniendo en cuenta
si emplean o no Tecnologías de la Información
y la Comunicación (TIC) (Fakoya et al., 2020).
Dada la heterogeneidad de intervenciones,
diversas revisiones de la literatura recogen as-
pectos fundamentales para potenciar la eca-
cia de las intervenciones destinadas a reducir
el aislamiento y los sentimientos de soledad,
aunque con matices. Así, Jarvis et al. (2019),
O’Rourke etal. (2018), y Poscia etal. (2018) se-
ñalan la importancia de diseñar programas con
base en una teoría previa como aspecto crítico
en la ecacia de las intervenciones. Por su par-
te, Fakoya etal. (2020), O’Rourke etal. (2018)
coinciden en la necesidad de realizar una eva-
luación exhaustiva previa a la intervención
con el n de crear programas adaptados a los
usuarios que van a participar y al contexto en
el que se va a implementar. Finalmente, y con
respecto a las TIC, Jarvis etal. (2019) y Poscia
etal. (2018) apuntan al potencial de estas tec-
nologías a la hora de intervenir con personas
mayores con sentimientos de soledad, siempre
y cuando se tenga en cuenta la brecha digital
con respecto a las generaciones más jóvenes.
Como ha quedado reejado anteriormente,
la soledad no es un fenómeno unitario, sino
que tiene diversos componentes e indicado-
res, no es exclusiva de la vejez, tiene un perl
fundamentalmente femenino y son diversas
sus causas y consecuencias, al igual que los
enfoques para prevenirla y tratarla. Pese a ello,
como destacan Sancho etal. (2020), en gene-
ral, el abordaje que se hace de la soledad des-
de diferentes disciplinas es marcadamente ne-
gativo, simplicando y reduciendo esta com-
pleja realidad al mensaje “la soledad mata.
Esta alarma, en ocasiones sin la suciente evi-
dencia, contribuye a aanzar los estereotipos
negativos asociados a la vejez en la población
general (Victor etal., 2000) y a que las propias
personas mayores los incorporen a su imagina-
rio y moldeen lo que esperan que pase cuando
se envejece, funcionando como una profecía
autocumplida y obstaculizando el que las per-
sonas traten de mejorar su situación y vean la
soledad como una experiencia inevitable que,
sí o sí, sucede en la vejez y tiene, también sí o sí,
tiene connotaciones negativas (Shoenmakers
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Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
et al., 2014). Por nuestra parte, y en línea con
lo que vienen planteando otros autores (Arrue-
barrena & Sánchez, 2020; Sancho etal., 2020),
creemos que es más apropiado mantener un
mensaje neutro sobre la soledad que no la de-
na como un problema sino como un reto que
puede, de hecho, ser una oportunidad para
que la persona desarrolle estrategias que le
ayuden a afrontar y gestionar de forma posi-
tiva su situación. En las sociedades occidenta-
les el ámbito social funciona como una señal
de éxito, y estar solo o sentirse solo planteado
como algo problemático o negativo en sí mis-
mo puede ser vivenciado como algo parecido
al fracaso (Perlman & Peplau, 1981). Este matiz
cultural y su impacto en las expectativas indivi-
duales plantean la conveniencia de un estudio
del fenómeno más comprehensivo y ligado a
un entorno concreto (Sancho et al., 2020). De
esta manera podríamos acceder a los diversos
signicados de las soledades (incluyendo el
positivo), para desligarnos de la corriente do-
minante y utilizar un enfoque de reto/oportu-
nidad y no de problema, con el que podamos
generar nuevas maneras de abordar la sole-
dad.
En consonancia con las ideas anteriores, el
estudio llevado a cabo por Menéndez et al.
(2022) cuanticó y analizó minuciosamente
el fenómeno de la soledad en 306 usuarios/as
de Cruz Roja Huelva, con el propósito de me-
jorar las intervenciones proporcionadas por
la entidad. Entre los hallazgos, se destaca la
relevancia demostrada por la red social no fa-
miliar en la prevención del sentimiento de so-
ledad. Se identicó que las personas de mayor
edad (particularmente aquellas mayores de 80
años), las solteras y aquellas que llevan entre 7
y 11 años viviendo solas presentaban un perl
más propenso a experimentar soledad (para
más detalles, véase Menéndez et al., 2022).
Estudios de esta índole son imprescindi-
bles para comprender la realidad especíca
de estas personas, permitiendo a los/as profe-
sionales que trabajan en el ámbito de la inter-
vención psicosocial adaptar sus estrategias de
prevención y/o tratamiento para aquellos que
experimentan sentimientos de soledad no de-
seada.
En conclusión, este artículo aborda el fenó-
meno de la soledad en personas mayores, des-
tacando su creciente relevancia en el contexto
demográco actual. El envejecimiento de la
población, especialmente notable en España,
plantea desafíos signicativos, y la soledad
emerge como una preocupación central. La
distinción entre componentes objetivos y sub-
jetivos de la soledad, así como la consideración
de factores sociodemográcos, culturales y de
salud, proporciona una visión completa de
este fenómeno complejo, resaltando la necesi-
dad de enfoques integrales y adaptados a con-
textos especícos.
Los datos presentados revelan que la sole-
dad afecta especialmente a las personas ma-
yores, con una prevalencia más alta en mujeres
y en aquellas que viven en solitario. Además,
la pandemia de la COVID-19 ha exacerbado
este problema, señalando la importancia de
abordar la soledad como un desafío de salud
pública. Su impacto negativo en la salud física
y mental de las personas mayores subraya la
necesidad de intervenciones efectivas. La di-
versidad de enfoques y estrategias propuestas
65
MERCEDES VÉLEZ • CHRISTIAN CÁCERES • SUSANA MENÉNDEZ
Análisis y Modicación de Conducta, 2024, vol. 50, nº 182
en la literatura cientíca reeja la complejidad
de este fenómeno.
En última instancia, se plantea la necesidad
de adoptar una perspectiva más neutral hacia
la soledad, evitando estigmatizarla y recono-
ciendo su diversidad de signicados. Consi-
derar la soledad como un reto más que como
un problema que puede convertirse en una
oportunidad para el desarrollo de estrategias
positivas, permite abrir nuevas perspectivas y
superar estereotipos negativos asociados a la
vejez. En un contexto de envejecimiento glo-
bal, comprender a fondo la complejidad de la
soledad se vuelve esencial para diseñar inter-
venciones ecaces y mejorar la calidad de vida
de las personas mayores.
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