Postmodernidad, complejidad y placer estético-emotivo...
E, , () . - https://doi.org/10.33776/erebea.v12i1.7645
Para Lipovetksy esta (des) «personalización» sistemática ha supuesto una pro-
fundización en el narcismo (= «obsesión moderna del Yo en su deseo de revelar su
ser verdadero o auténtico»; Lipovetsky, 2002, p.64), lo cual ha derivado en una
estetización de la persona y que está llevando, irremisiblemente, a una desubstan-
ciación de la misma y, en denitiva, al vacío. Así pues, denirá esta nueva etapa
como edad posmoderna, donde la información y la expresión priman sobre las que,
en la E. Moderna, eran válidas: la producción y la revolución (Lipovetsky, 2002,
p. 14). Estamos ante una nueva vaciedad —dirá— en los estertores de nuestro
tiempo, y en los cuales se está primando el proceso por encima del contenido («el
acto de comunicación sobre la naturaleza de lo comunicado»). El problema, pues,
recae ahora en que corremos el riesgo de no decir nada, e, incluso, de llegar a
instalar un absurdo en nuestras sociedades contemporáneas —y, avisará, además
en política tenemos el riesgo del marketing político (2002, p. 25); tema éste, por
cierto, muy «viriliano».
Finalmente, para nuestros propósitos en este capítulo, hay que resaltar a otro
magníco autor: P. Virilio (1938-2018). Para este lósofo, el problema principal
de la postmodernidad sería la cuestión de «la emoción pública» (Virilio, 2009, p.
93 y ss.), y es la que con mayor urgencia hay que tratar: dirá que una tecera guerra
mundial se apoyaría en la tiranía de la «ubicuidad» y de la «instantaneidad» (la
«información instantánea»), pues esto supondría una universalización a «tiempo
real» de una única emoción-sensación, con la cual se podría dirigir a la población
al provocar en ella un sentimiento de «inseguridad». Esta cuestión es crucial para
Virilio: lo que sucedería en la postmodernidad es la completa «sincronización
de las mentalidades», mediante la técnica de storytelling a través de lo los mass
media, con el objetivo nal de alcanzar una «estandarización de opiniones», pro-
pias de la «era industrial, y hacerlo, además, a escala mundial» e instántanea, y,
al tiempo, instalar una sensación de «inseguridad» perpetua. Es, lo que Virilio ha
denominado como «terrorismo de masas» (mass killer), lo cual arma que se apo-
ya en una audiovisibilidad de la política. Para Virilio, nalmente, la humanidad
postmoderna puede caer en crear ese «accidente original» (u originario), en el cual
se tendría en tensión a la Humanidad en un «horizonte de expectativa» (Virilio,
2009, p.103 y ss.) y con el cual, teniendo al mundo en un puño, se podría deses-
tabilizar el orden público de manera inmediata. Pues el miedo, atenaza y paraliza,
e impide tener el coraje para responder. Este es, para Virilio, el gran riesgo en el
que caeremos y, ante todo, hay que evitar.
Morin, pues, nos ayudará a comprender —mucho antes— cómo se deben
evitar ciertas tendencias populistas —en el sentido que Virilio ha descrito como
democracia emocional—, y esquivar así esa sincronización de la emoción colec-
tiva que, en denitiva, «aboliría», en palabras de Virilio, «cualquier democracia»
(Virilio, 2009, p. 111). Se trata, como arma Virilio, del sexto continente susti-
tutivo del espacio virtual (Virilio, 2009, p.146), pero, para seguir siendo sólidos,