La ciudad del “Oro azul” (1888-1928)

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Fotografías:

Fotografía 1: Casa-Ayuntamiento. Lugar: Isla Cristina (Huelva). Fecha: s.d. (hacia 1900). Autor: por Edición del Bazar Bautista. Fondo/colección: Colección de Fotografías y Postales, signatura F-001/0087, Archivo Histórico Provincial de Huelva. Observaciones: la casa consistorial fue demolida a causa de los daños sufridos por el terremoto de 1968. Sobre el solar se trazaría  la actual calle Marina al Este de la Pza. de las Flores.

Fotografía 2: “Plaza de la Constitución” (hoy Pza. de las Flores). Lugar: Isla Cristina (Huelva). Fecha: 1929. Autor: Postal impresa por Edición del Bazar Bautista. Fondo/colección: Postal impresa (Archivo Histórico Provincial de Huelva). Observaciones: la actual Plaza de las Flores de la localidad, centro neurálgico de la vida social de la localidad desde finales del XIX, fue bautizada con diferentes nombres que reflejaban los vaivenes políticos del país: Plaza de Cánovas del Castillo, de la Constitución y, tras 1936, del Caudillo Generalísimo Franco. Al entrar en vigor de la Ley de Memoria Histórica de 2007, el Pleno del Ayuntamiento acordó retirar la placa de azulejos dedicada al dictador para sustituirla sencillamente por Pza. de las Flores,  denominación con que era conocida popularmente.

Fotografía 3: “Plaza del Caudillo” (hoy Pza. de las Flores). Lugar: Isla Cristina (Huelva). Fecha: s.d. (hacia 1960). Autor: Postal impresa por Ediciones Alarde, Oviedo, nº13. Fondo/colección: Colección de Fotografías y Postales, signatura F-001/0095 , Archivo Histórico Provincial de Huelva. Observaciones: véase la fotografía anterior. Complétese con la consulta del art.  “Arquitectura regionalista y burguesía conservera (Isla Cristina)” en este canal web.

COMENTARIO

 

El 24 de octubre de 1924 el rey Alfonso XIII concedía a Isla Cristina el título de “Ciudad”. Fue el reconocimiento oficial del crecimiento de esta población en una época de extraordinario esplendor socioeconómico y de trascendencia histórica, que bien merece ser analizada.

Fueron múltiples los factores que condujeron, a lo largo del siglo XIX, a que Isla Cristina alcanzara un desarrollo de la magnitud que conoció. Sin entrar en un estudio pormenorizado de sus distintos aspectos, se pretende en esta ocasión dar a conocer algunos de los más determinantes. Ante todo, se trató de un desarrollo marcado por el auge industrial, articulado en torno a la captura y manufactura del atún y la sardina. Por ello que, en analogía con la expresión “Oro rojo” que resume las bases del éxito actual de poblaciones cercanas dedicadas al cultivo del fresón hoy en día, el título del presente estudio aspira a sintetizar las claves de aquella floreciente población: la nueva ciudad del “Oro azul”.

Es cierto que la manufactura pesquera –conservas de sardina y atún – y los subproductos obtenidos de ella –aceites y grasas de pescado – se venían exportando desde la época fundacional, a bordo de laúdes 1. En las últimas décadas del siglo XIX, se había generalizado en los puertos de Valencia y Barcelona el transbordo de los productos isleños a buques mercantes a vapor con destino a otros puertos en Italia y Francia, entre otros destinos en el Mediterráneo. Según un informe municipal fechado en 1901, las manufacturas de Isla Cristina se exportaban:

“… a Vila-real, Argel, Marsella, Cette, Burdeos, Hamburgo, Génova, Livorno, Civita-Vecquia, Nápoles y Buenos Aires”.

Años más tarde partían pequeños vapores desde Huelva o Ayamonte hacia el Norte de Europa, en una tendencia al alza que alcanzaría su cenit en volumen de exportación en 1919, recién concluida la Primera Guerra Mundial. A los puertos mediterráneos, se sumaron los de Londres, Glasgow, Liverpool, Amsterdam, Rotterdam, Amberes, Bergen, Goteburgo, Rouen, Bari e incluso Nueva York, Filadelfia y La Habana. Tal calibre alcanzó aquella actividad exportadora que la estadística de la oficina de Telégrafos local, medio de comunicación por excelencia de los negocios a principios de siglo, contabilizó 16.757 telegramas en un solo año (1913), de ellos 1.625 internacionales. Estas cifras duplicaban a las de muchas capitales de provincia españolas.

Ligado a este proceso de modernización económica, Isla Cristina experimentó un notable crecimiento demográfico, consecuencia de un destacado saldo migratorio obtenido a raíz de la intensa demanda de mano tanto para las embarcaciones como en las fábricas, industrias auxiliares y demás actividades surgidas en un ámbito urbano dinámico: construcción naval, confección y mantenimiento de redes y artes, panaderías, comercios, lugares de ocio, etc.

Los asentamientos de Punta del Caimán y Punta del Moral, base de los galeones, se fueron configurando como núcleos estables de población, a la vez que ganaban en número de residentes procedentes, en su mayoría, del Levante andaluz y de Portugal. La Punta del Caimán pasó de ciento ocho habitantes en 1889, a trescientos en 1910 (con setenta y una casa). El Barrio Nuevo –“Allá Arriba”- también se había consolidado como un barrio de marineros. El conjunto de la población se triplicó en el medio siglo que va de 1850 a 1900, pasando de 2.000 a 5.991 habitantes respectivamente. Según el censo de 1920, ya había empadronados 9.567 individuos, aunque en las temporadas de mayor actividad pesquera y conservera Isla Cristina bien podía superar los 12.000.

El término municipal llegó a cambiar su fisonomía. A finales del siglo XIX, comenzó el relleno del caño del Cuquimán, cuyas aguas entraban por el solar de la desaparecida fábrica de USISA, delante del cuartel de la Guardia Civil, y anegaban los terrenos de la actual calle España. Hacia 1897, el extenso cordón dunar que se prolongaba desde la Punta a Urbasur fue declarado de utilidad pública por el Ministerio de Agricultura, bajo la denominación de “Monte de Dunas de Punta del Caimán y La Redondela”. En este proceso de reordenación territorial, se procedería en 1901 a la plantación del pinar y a la fijación de sus dunas hasta que, mediante un expediente de expropiación forzosa, el Estado culminaría su intervención protectora haciéndose con la titularidad de este espacio costero en 1928. A su vez, la inclusión de del núcleo poblacional Puente Carreras, que hasta 1922 había pertenecido a Ayamonte, hizo crecer el término municipal por su parte Norte; pasaría a denominarse Barriada Román Pérez en agradecimiento al alcalde que gestionó su anexión a Isla Cristina.

Las infraestructuras de la localidad se transformaron al mismo ritmo. Se construyó el primer puente sobre la ría Carreras entre 1889, año de comienzo de las obras, y 1892 en que se recepcionó la misma. Con capital totalmente isleño, se instaló la primera planta generadora de electricidad en 1901, sita en la calle Astilleros (hoy Capitán Cortés), que finalmente pasaría a propiedad de la Compañía Sevillana en 1925. El primer edificio para mercado de abastos se inauguró en 1910, así como se procedió a la plantación de los árboles en el emblemático Paseo de las Palmeras. Hasta entonces en sistema de alquiler, se compró el solar y se edificó la primera Casa Consistorial entre 1911 y 1913, que se inauguraría en 1915. El matadero municipal es de 1920-1923, y cinco años después de esta última fecha se terminó el puentecito de madera que unía la Punta del Caimán con el núcleo principal de la población.

En la década de 1910, hicieron su aparición los nuevos medios colectivos de transporte con los omnibus (etimología de “bus”). En la década siguiente, DAMAS crea su servicio de “camionetas”, que contará con un moderno edificio terminal en la posterior calle General Mola (1928). En esta misma vía pública, la firma norteamericana Ford sería la primera en disponer de un concesionario de automóviles en la ciudad, bajo la dirección de Fidel Cabet Chalé.

El automóvil era uno de los grandes símbolos de la nueva burguesía. La pequeña burguesía local ampliaba sus horizontes sociales a la par que sus capitales. La vivienda era, a la vez, otra oportunidad de hacer constar el éxito económico y las aspiraciones de status de una familia afortunada por los negocios. Se construyeron, introduciendo elementos de la arquitectura modernista, la casa de Román Pérez (1916-1917), la de “Gildita” (1923-1927), la “casa de don Justo” (1927), el Lulú (1920-21), entre otras muchas.

La época del “Oro Azul” la podemos dar por concluida en 1928, al arreciar la escasez de sardinas que se venía observando desde dos años atrás. La gran crisis provocó el desarme definitivo de muchos galeones y el cierre de varias fábricas. Los años de recesión se prolongaron hasta la temporada sardinera de 1936, pero el pronto estallido de la Guerra Civil truncó cualquier expectativa de resurgimiento a los niveles de aquellos cuarenta años que se sucedieron entre 1888 y 1928. No obstante, su legado demográfico, industrial, social, cultural y arquitectónico debe estudiarse y preservarse en tanto que seña de identidad histórica y sin el cual no cabría entender la actual ciudad de Isla Cristina.

 

Notas:

Todavía hacia 1900 persistía en Isla Cristina una flota de ochenta de estos pequeños mercantes de cabotaje originados en el Mediterráneo.

(Una primera versión de este artículo apareció publicada en el Laúd. Boletín de Estudios Históricos y Locales, Año I, # 1, julio de 2001, pp. 5 y sgtes.)


Vicente L. Márquez.

Asociación Cultural El laúd. Estudios históricos y locales.

(selección de fotografías por F. Contreras)

Visto y No visto. Canal de Historia y Gestión Cultural desde la imagen.

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