La “revolución azul” de las piscifactorías (1986)

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La dorada es, junto a la almeja, uno de los cultivos marinos más rentables. Foto de La Vanguardia (1 de febrero de 1986).

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Los recursos pesqueros no son ilimitados y los profesionales de la acuicultura española de la década de los 80 se basaron en que si la ganadería y el campo habían promovido con éxito la “revolución verde”, ¿por qué ellos no podían acometer la “revolución azul” o del pescado (ya emprendida en el Japón)?

Con la llamada “revolución azul” se pretendía algo simple, relativo a producción y precios: pescado para todos y a precios estables durante todo el año, teniendo en cuenta que

España tenía por aquel entonces uno de los consumos más altos de Europa en pescado per cápita: 35,5 kilos por habitante.

Sin embargo, esta novedad era vista con cierto reparo, aludiendo ciertos sectores de la sociedad, que la pesca tradicional desaparecería, algo que se negaba categóricamente desde el grupo Cupimar (Cultivos Piscícolas Marinos SA), uno de los pioneros españoles en el cultivo de pescados. Así lo hacía ver Lázaro Rosa, su consejero delegado: “La acuicultura no quiere sustituir a la pesca tradicional (tampoco podría hacerlo) sino complementarla”.

El grupo Cupimar, destacado pionero en dicha materia, optó en la década de los 80 por controlarlo todo: la adecuación de las salinas, la investigación, el engorde y producción del pescado y la comercialización del producto. Esto les supuso una inversión total de 3732 millones de pesetas, dentro de la cual se hubo de añadir el coste del asesoramiento japonés, norteamericano y de un grupo francés”.

Con respecto a los productos, este grupo especificó que Galicia, Cádiz y Huelva eran los puntos más destacados del mapa del cultivo piscícola en España y que sin embargo, su explotación estaba muy por debajo de sus posibilidades, afirmación confirmada por los expertos del Ministerio de Agricultura y Pesca del momento.

Teniendo en cuenta el medio natural y el mercado, Cupimar decantó su producción por determinados pescados (dorada, en especial lubina y lenguado, en menor grado), almejas, langostinos y ostras, intentando estabilizar los precios del mercado, cuyos dientes de sierra anuales eran todavía enormes. El ejemplo que demostraba esta afirmación era la trucha, que junto al mejillón, seguía siendo la base de las 300.000 toneladas de producción acuícola en España. Pues bien, tomando el período 79- 84, la trucha incrementó precios cada año en un 7 por ciento menos que el pescado de captura y en un 18 por ciento menos que el pescado importado. La trucha sufrió una depreciación monetaria en cinco años del 53 por ciento.

La FAO lo venía diciendo desde su conferencia sobre Acuicultura de Kyoto, en 1976: cultivemos pescado como cultivamos patatas o criamos pollos, o esto del pescado fresco —al entender tradicional— se acabará…

Fuente:  Joaquín Luna: “La “revolución azul” de las piscifactorías tiene fin conservador: seguir comiendo pescado fresco”,  La Vanguardia, 1 de febrero de 1986 (consultado en http://hemeroteca.lavanguardia.com,  21/12/2017)


Portfolio de: D.ª Irene Pascual Campos

Grado en Historia, curso 17/18

Asignatura: Historia Contemporánea Universal

Prof. Dr. Francisco Contreras Pérez

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