Metodología

Planteamientos teóricos

Los modos de expresión de una nueva generación frente a lo anterior han ido modificándose constantemente a lo largo del tiempo. De forma similar cabe entender la especial relación que se mantiene entre la ciudad actual y su pasado: la proyección urbanística del presente frente a un cuerpo heterogéneo de actuaciones anteriores –históricas– que genéricamente se engloban hoy bajo la denominación de casco histórico. Esta confrontación ha producido -antes y después- diferentes respuestas de acuerdo con las distintas sociedades usuarias de lo urbano. Desde este punto de vista, el estudio de la propia evolución urbanística de las ciudades nos va a ofrecer básicamente los más variados ejemplos de procesos de destrucción, mantenimiento, fosilización, revitalización, etc.,  sufridos en su tejido histórico.

La repetición una y otra vez de este diálogo entre lo presente y lo pasado a lo largo del tiempo es, en definitiva, lo que ha conformado la visión y estado actual de nuestras ciudades. Sin embargo, aun admitiendo que ha habido desde siempre una conciencia de la existencia, al menos formal, de una ciudad antigua, histórica, junto a otra cotidiana, no han podido ser más diversas las maneras de acercarse a esta problemática, que pasarían desde definir el propio concepto de casco histórico, hasta decidir qué lecturas del mismo han de constituir el legado futuro.

Casco, centro, conjunto… Reflexiones sobre un concepto cambiante

Las características especiales de nuestro objeto de estudio se ponen claramente de manifiesto desde el momento de intentar una definición conceptual o terminológica. Podemos decir que a lo largo de este siglo se ha ido construyendo el concepto de conjunto histórico tal como hoy lo aceptamos. Este proceso ha supuesto la abstracción de conceptos como monumento o ruina, la valoración del patrimonio arquitectónico como aproximación entre cultura y urbanismo, o la misma consideración de la ciudad como espacio social e histórico.

Las intervenciones sobre monumentos en suelo urbano hasta hace relativamente poco tiempo causaban en la mayoría de las ocasiones una descontextualización del resultado final a favor de una magnificación del objeto y, por tanto, en detrimento de una verdadera comprensión histórica de la obra como parte de un todo, la propia ciudad. Esta situación se ha de valorar desde la concepción romántica y neoclasicista de la ciudad del siglo XIX, la cual, indudablemente, aportó las bases de una arquitectura de recuperación del patrimonio primando al monumento en sí, todavía sin contemplarlo explícitamente en su contexto urbanístico presente. Desde este punto de vista, la denominación de conjunto, conjunto monumental, va a aplicarse en primer lugar a las agrupaciones de monumentos, las cuales nos hacen recordar la ingente herencia que se materializaba en las ruinas de las ciudades de la antigüedad clásica repartidas a lo largo de todo el Mediterráneo.

Este podría ser el carácter mayoritario de las actuaciones sobre el patrimonio durante los primeros decenios del siglo XX. Los desastres materiales ocasionados en Europa por la II Guerra Mundial y la labor posterior de urgente reconstrucción, marcaron un punto crítico respecto a la reconsideración de conceptos como restauración, conservación o intervención urbanística. Es necesario destacar, no obstante, que ya en la Carta de Atenas de 1931 se introducía un claro sentido de necesidad de definición de la obra arquitectónica como parte de un contexto urbano e histórico. Posteriormente, la Carta de Venecia de 1964 profundiza en aspectos contextuales de la obra o “monumento” y lanza el concepto de “sitio”. Estas primeras puestas en común entre los profesionales de la restauración, mayoritariamente arquitectos, condujeron positivamente a una internacionalización del problema de tal modo que sus resoluciones, las sucesivas “Cartas”, han sido un referente teórico fundamental hasta el presente.

Prueba de este sentido ambiental respecto al monumento es la proliferación de reuniones de carácter diverso que tienen como tema de discusión a la ciudad histórica y que se desarrollarán durante los años sesenta y setenta. La sincronía entre Cultura y Ciudad, entendida la primera como conjunto de todo tipo de manifestaciones de una sociedad, y la segunda como contenedor de la memoria social, se nos muestra claramente en la Carta del Restauro de 1972 (BRANDI, C., 1992, p. 129 y ss.). La aportación fundamental de aquellos momentos era la referencia explícita a los problemas del desarrollo y la planificación de las actuaciones urbanísticas en su relación con el patrimonio arquitectónico. La intervención sobre el patrimonio habrá entonces de contemplar el problema de la integración en un espacio, el urbano, afectado por unos usos, un paisaje próximo y un destino social, los cuales pertenecen a un tiempo, el presente. La ordenación del territorio, la evolución, desarrollo, renovación y crecimiento urbanos, son las nuevas preocupaciones de los responsables de la gestión de los monumentos y centros históricos.

La consideración desde los setenta de la ciudad como “lugar” -lugar de la memoria, expresión cultural, seña de identidad- debe relacionarse con las aportaciones teóricas de A. Rossi, en concreto de su definición de “locus”, cargado de historicidad cuando se aplica a la obra arquitectónica (ROSSI, A., 1992 ; pp. 185 y ss.). Podríamos decir, en definitiva, que la consideración del monumento como documento conduce fácilmente a un tratamiento de la ciudad como “libro” que ha de ser leído. La culminación, en parte, de las nuevas espectativas se materializará en la promulgación de la Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico (1975) por el Comité de Ministros del Consejo de Europa, en la que se introduce el concepto de “conservación integrada”.

La estrecha relación entre patrimonio y ciudad vuelve a encontrarse con fuerza en el último concepto citado. Para algunos, el término de conservación integrada es el resultado de la aplicación urbanística sobre la intervención en el patrimonio (MIARELLI-MARIANI, G. ; 1990, pp. 14-20), para otros, supondría, más concretamente, la integración de monumentos, grupos de edificios y sitios en el entorno físico de la ciudad actual a través de programas dirigidos a revitalizar monumentos y antiguos edificios para asignarles usos sociales diferentes tal vez a sus funciones originales pero compatibles con su dignidad de acuerdo con el carácter de su emplazamiento (MUDARRA, M. ; 1994, p. 11).

Actualmente, la evolución de los conceptos aplicables a la intervención sobre el patrimonio parece haber superado, al menos desde el campo del discurso teórico, el término monumento. Desde este punto de vista, la Carta del Restauro de 1987 propone la sustitución del término “monumento” por el de “manufactura histórica”. La trascendencia es importante ya que se descarga al objeto-monumento de cierto juicio de valor y pasa a ser tratado como elemento de lectura histórica, al mismo rango, podríamos decir, que el resto de manifestaciones culturales, sobrepasando aquel único nivel de aproximación desde lo arquitectónico o lo artístico si tenemos en cuenta la fuerte carga multidisciplinar que entraña la investigación histórica en su concepción más actual.

Todo lo dicho anteriormente nos sirve para argumentar cómo a lo largo de este siglo se ha evolucionado desde el concepto del monumento-objeto al de monumento-contexto y, por último, al de ciudad histórica.

Podría decirse que el “concepto cambiante” al que nos referíamos al principio, ha sido el esquema de relaciones del contenedor con el contenido, de la ciudad con sus lugares de la memoria.

La ciudad, ahora entendida como contexto histórico y social, es destinataria final del proyecto de intervención sobre el patrimonio. Casco, centro o conjunto son términos que necesitan igualmente de una definición. En primer lugar, podemos decir que la evolución sufrida por los mismos ha sido, en cierta medida, relacionable con la propia tendencia a la contextualización que mencionábamos anteriormente respecto a la idea de monumento. Por otra parte, también ha sido, y es, diferente su significado según sean aplicados desde otras aproximaciones al problema de la ciudad y el patrimonio, nos referimos al planeamiento urbanístico, la intervención técnica o la investigación histórica.

Los conceptos casco antiguo o casco histórico están fuertemente arraigados en la terminología tradicional propia de la gestión urbanística de nuestro país. Su empleo como referencia a una parte de la ciudad nace de un interés por sectorizar el espacio urbano y, por tanto, responde fundamentalmente a los fines técnicos y operativos inherentes al planeamiento del territorio. Su aplicación se ha hecho extensiva durante este siglo a otros ámbitos como pueden ser la terminología turística, el análisis geográfico urbano, los estudios estadísticos, económicos, sociales, etc., y,  generalmente, a la gestión de las administraciones locales.

El concepto de centro histórico se crea en el contexto más específico de querer delimitar a la ciudad como asentamiento histórico humano vivo (BENAVIDES, J., 1994, p. 29) y diferenciarla así del concepto de sitio. La denominación arranca de las experiencias italianas de los setenta en las que se designa tanto a ciudades en su totalidad, por ejemplo las medievales, como a partes claramente diferenciables de ciudades modernas. Desde este punto de vista, existe gran correspondencia con la denominación de casco que describíamos anteriormente, sin embargo se añade una importante connotación cultural y no sólo operativa porque se ha sobrepasado el primer nivel de acercamiento unilateral desde lo técnico o urbanístico, es decir, se introduce el componente de ocupación ciudadana viva y actual en los espacios de carácter histórico con el planteamiento de que la protección y conservación de éstos no ha de olvidar el cuidado y atención del entorno humano y social usuario de los mismos en el presente.

El concepto conjunto histórico, por fin, vendrá a aportar, junto a lo cultural, una precisión legal a los términos expuestos anteriormente. La influencia de la aplicación de este concepto va a ponerse de manifiesto en la propia consideración de la ciudad histórica como objeto jurídico o normativo. La necesidad de la ley por delimitar el objeto de su aplicación está, como veremos más adelante, fuertemente unida al compromiso de cada época respecto a la valoración de su patrimonio urbano.

El nuevo sentido de conjunto proviene de la Reunión de Nairobi de 1976 organizada por la UNESCO y con una influencia clara en las normativas legales elaboradas desde entonces por los distintos estados miembros. Conjunto vendría a englobar tanto a una delimitación en espacio urbano -todo o las partes más significativas-, como a todo tipo de construcciones y espacios cuya cohesión y valor son reconocidos desde el punto de vista arqueológico, arquitectónico, prehistórico, histórico, estético o sociocultural  (BENAVIDES, 1994; 28). Esta visión globalizadora, pues, está enfatizando el valor del ambiente, del contexto, y, por tanto, creemos que su aportación principal la tiene en su relación con el problema urbano, allí donde puede servir para superar, al menos desde el punto de vista teórico, la situación de encontrarnos ante un objeto de estudio histórico polifacético, misceláneo y sintético por sí mismo.

Llegados a este punto, el panorama actual de la ciudad histórica podría esbozarse a través de la definición y análisis de aquellas aportaciones que, desde diferentes perspectivas, han propiciado el que nuestro objeto de estudio haya adquirido esa condición de unicidad, de existir, en suma, como problema. Pretendemos aproximarnos a la ciudad histórica desde los dos vectores de fuerza que, en nuestra opinión, están redefiniendo continuamente las relaciones entre legado y futuro: nos referimos concretamente, primero, al estudio de la consideración de la ciudad histórica como objeto normativo y, segundo, al estudio de la consideración de la misma como objeto proyectual.

Entendemos que la evolución del propio concepto de patrimonio histórico durante este siglo fue recibida por los poderes públicos, especialmente desde los años treinta, como parte de una idea de estado, como un referente cultural de fuerte carga o potencial político. La ciudad histórica llega hasta nuestros días, en definitiva, con un marco legal propio, constituyéndose en objeto normativo.

El segundo acercamiento a la ciudad histórica comprendería todo la diversa gama de esfuerzos en planificación e intervención de facto sobre la misma. Es en este plano de aproximación donde se pone de manifiesto el carácter sintético y dinámico del problema urbano: la ciudad histórica como proyecto en continuo desarrollo. Las relaciones actuales entre planeamiento urbanístico, intervención arquitectónica en el patrimonio inmobiliario y, en los últimos años, arqueología urbana, nos llevan a la consideración de la ciudad histórica como objeto proyectual.

 La arqueología urbana en su compromiso patrimonial

Desde principios de los años setenta nuevos modos de hacer arqueología van a empezar a ser puestos en práctica en determinadas ciudades europeas. Estas prácticas no sólo se enfocarán al empleo de métodos y técnicas nuevas, sino que la denominada arqueología urbana se hará con el ropaje de unos modos de organización propios estableciendo unos lazos con la sociedad allí donde desarrolla su actividad de recuperación y reconstrucción del pasado. La arqueología en la ciudad está comenzando a mostrar una nueva preocupación, nunca tan evidente antes, como es la del debate de su función social, su papel a jugar en el desarrollo de la ciudad como proyecto. Esta situación, como habíamos mencionado en apartados anteriores, ya se había producido de un modo similar en el profundo debate sobre restauración y rehabilitación en centros históricos actuales en relación con otras áreas disciplinares tales como la arquitectura y el urbanismo.

Hemos aludido en el punto anterior a la progresiva transformación del concepto de ciudad, primero como objeto desmembrado y finalmente como objeto integrado, comprehensible, en plena disposición para ser desarrollado como objeto proyectual. Igualmente, se han apuntado, a modo de esbozo, los acercamientos producidos en materia de bienes culturales por parte de la arquitectura, primero “monumentalista” y finalmente “contextualista”, y las indicaciones de distintas voces supranacionales en materia de patrimonio.

Nuestro referente ahora va a ser la aportación de la arqueología urbana en la línea de argumentación propuesta y que confluye finalmente en la idea de ciudad como proyecto. Nos interesa, en primer lugar, valorar el impacto del propio desarrollo teórico y práctico de la disciplina arqueológica en estos últimos cincuenta años. Son particularmente indicativos dos aspectos, tales como la transformación sufrida por el propio concepto de yacimiento aplicado al problema urbano, o, en el ámbito tecno-metodológico, la evolución del concepto de registro en arqueología así como los medios empleados en una recuperación del mismo, cada vez más exhaustivos.

La consideración del problema de la ciudad como objeto de estudio arqueológico ha conducido a un progresivo cambio conceptual desde dos perspectivas.

La primera, que podríamos llamar horizontal, afectaría a una redefinición del concepto de yacimiento. Éste se hace extensivo ahora a la ciudad en su totalidad produciéndose un replanteamiento obligado de las técnicas de referencia y registro debido a la especial circunstancia de la obligada discontinuidad espacial de las unidades posibles de muestreo arqueológico por razones inherentes a su condición de hábitat vivo. Se produce así el salto del solar-yacimiento al de ciudad-yacimiento, a la vez que se antepone el concepto de arqueología urbana frente al de arqueología en medio urbano donde la ciudad no es el objeto de la investigación, sino el marco de la misma.

La segunda, desde una perspectiva que denominamos vertical, afectaría a una redefinición del concepto de estratigrafía. El cambio producido desde la primitiva idea de ruina, con respecto al conjunto de evidencias materiales históricas sobre la línea del suelo, hasta la idea de la continuidad estratigráfica a los dos lados de la línea de horizonte es fundamental, desde nuestro punto de vista, para comprender el nuevo sistema de lecturas arqueológicas en el yacimiento-ciudad.

Estos dos aspectos de renovación conceptual hay que insertarlos en las diversas corrientes generales de la arqueología desde los años setenta del pasado siglo, para las que desde entonces, aun sin poder hablar específicamente de la creación de un cuerpo teórico para la arqueología urbana, la intervención arqueológica en la ciudad se va a convertir en uno de los bancos de prueba más importantes de su innovación metodológica y técnica. Así pues, en una valoración general, la progresiva construcción de una técnica arqueológica urbana va a deber una gran parte a las concepciones sistémicas o analíticas de la Nueva Arqueología para las cuales el problema urbano suponía un buen reto para poner en práctica los avances de tipo técnico y metodológico aportados por la “arqueología científica”.

Elementos de renovación metodológica, como la crítica al sistema Wheeler-Kenyon de intervención en el yacimiento, producirán una progresiva puesta en escena de prácticas de excavación en área abierta y técnicas de registro apropiadas del tipo Harris Matrix o alguna de sus adaptaciones posteriores. Podemos señalar, como muestra de la capacidad de apropiación de nuevas técnicas por parte de la arqueología urbana, que las primeras aplicaciones de los métodos y técnicas referidos hay que buscarlas, para nuestro entorno, en las intervenciones sistemáticas sobre ciudades romanas de Italia y norte de África llevadas a cabo durante los setenta por equipos anglosajones principalmente (JUNYENT, 1991), sin contar aquellas experiencias aun anteriores realizadas en yacimientos de Gran Bretaña (HARRIS, 1991; RUIZ DE ARBULO, 1992).

Dentro de ese contexto de relaciones Ciudad-Patrimonio Histórico que hemos establecido, queremos situar al Proyecto Huelva en un punto medio teórico entre los dos ámbitos principales de la problemática analizada en las líneas anteriores: gestión patrimonial y realidad urbana. La conjunción de ambos, mediante la existencia del modelo integrador de arqueología urbana que defendemos, habrá de producir un nuevo sistema de relaciones entre la ciudad actual y su proyección histórica: una reinterpretación del significado, funcionalidad y desarrollo del Conjunto Histórico de Huelva.

El proceso metodológico

La adaptación metodológica a realizar desde la perspectiva de un proyecto de arqueología urbana tal como lo hemos definido, deberá traducir, desde nuestro punto de vista, el sistema de relaciones propuesto, el cual ha de mantener, desde los niveles de investigación arqueológica y problemática histórica propiamente dichos, hasta los niveles de tutela, difusión y significación social de los bienes culturales en la ciudad actual y futura. La matriz metodológica básica recoge, por tanto, una estructura ordenada a través de los niveles que denominamos de información, evaluación, intervención y proyección.

Nivel de Información

Como se ha señalado en los objetivos, una de las prioridades en la primera fase del proyecto consiste en la recopilación y tratamiento de toda la información disponible generada desde la elaboración de la carta del Riesgo.

La recogida, tratamiento y gestión de todo el cuerpo de datos que se generan en las intervenciones de arqueología urbana, han sido tema constante de discusión y de evolución recientes en el seno de nuestra disciplina. De todos es conocido el impulso experimentado en las técnicas de registro ar­queológico a partir de mediados de los setenta y desde las aportaciones anglosajo­nas principal­mente.

Durante los últimos años la importancia concedida al registro ha producido una multiplicidad de puestas en práctica de métodos de gestión de los datos con el propósito común de asegurar el control de la enorme magnitud de una información, tanto generada por anteriores equipos, como la obtenida en el presente.

En varias ocasiones se ha planteado la con­ve­niencia, en el marco de la Comunidad Andaluza, de seguir unos mínimos en cuanto a recogida y tratamiento de los datos arqueológicos que estén de acuerdo, tanto con los enfoques metodológicos más modernos y de mayor consenso, como con el empleo de unas técnicas -hoy totalmente estandarizadas- que suponen el almacenamiento y trata­miento digital de la información.

Respecto a esta problemática, y desde la perspectiva del Proyecto Huelva, se han seguido una serie de premisas que asumen, desde el esfuerzo de conseguir un entorno global de trabajo donde queden contemplados los datos arqueológicos en su propia diversidad, hasta la puesta en valor de los mismos en una línea de investigación y difusión de los bienes que componen nuestro Patrimonio.

Quedaría, pues, totalmente justificado abordar problemáticas tales como las de las propias características del registro de la información en el SIG, las implicaciones de su óptimo aprovechamiento de cara a los objetivos de la investigación histórica propiamente dicha, o incluso, a la necesaria articulación de los adecuados planteamientos de tutela, difusión y utilidad social del patrimonio histórico de nuestras ciudades.

Tal como se puede deducir de lo dicho, y como ya se comentó anteriormente, el objetivo último pasaría por conseguir un Sistema de Información del Patrimonio Histórico Urbano (Siphu),  lo cual impone la reflexión sobre una teoría del patrimonio que integre los necesarios aspectos ideológicos, metodológicos, técnicos y de desarrollo de la legislación, acordes con el tiempo presente.

No es necesario detallar el número y variedad de fuentes de infor­mación que son utilizadas durante la programación de un proyecto de investigación arqueológica. Desde este punto de vista, la intervención de campo, por ejemplo, es sólo una aportación más entre todo el repertorio de datos que serán utiliza­dos. Así pues, se puede considerar conveniente situar en un mismo nivel operativo, junto a los lotes de material exhumados en una excavación, el conjunto de información disponible de fuentes documentales sobre la ciudad, el análisis diacrónico de la estructura urbanística -forma urbis-, los datos ya elaborados procedentes de intervenciones anteriores sobre el patrimonio, ya sean arqueológicas, arquitectónicas, etc.

Esta relación de “parcelas de la información” puede seguir creciendo según los presupuestos de investigación y los objetivos finales de cada equipo de investigadores. Desde esta óptica, cada proyecto es el que, desde sus planteamientos teóricos o sus compromisos respecto al patrimonio histórico, podrá generar su propio entorno global donde quepa su visión sobre los métodos y técnicas de registro. Esta postura respecto al trata­mien­to de la información que se vierte en el proyecto intenta, en definiti­va, acoplar teoría y método, de modo que el conjunto de los datos esté dotado de un sentido crítico, de un porqué y de unos objetivos precisos que justifiquen el esfuerzo de su recogida.

El transcurrir de un proyecto de investigación pasa indefectiblemente por diferentes fases en las que, tanto el volumen como el protagonismo o tratamiento de ciertas partes del registro van a sufrir su particular evolución. Desde este punto de vista dinámico -la propia dinámica de creación del cuerpo de datos- es como se plantea el diseño de un método y puesta en práctica de una técnica de registro para nuestro enfoque de la Arqueología Urbana.

Esta labor ha de estar regida por unos determinados aspectos metodológicos y técnicos cuya fundamentación y estructura ya hemos publicado con anterioridad (CAMPOS, RODRIGO y  GÓMEZ, 1997).

Nivel Evaluación

Según lo expuesto, la matriz metodológica integra, formal y funcionalmente, lo que  denominamos como documentos de evaluación y diagnóstico o cartas de riesgo. Desde este punto de vista, es necesario hacer algunas precisiones más detalladas sobre la elaboración y funcionamiento de la carta de riesgo en el seno de la metodología del proyecto.

Aunque enclavado en el nivel denominado de evaluación, la dinámica de una carta de riesgo trasciende a los otros niveles metodológicos. De este modo, entendemos que las fases de diseño, elaboración y mantenimiento de la carta participan intensivamente del nivel denominado de información. Igualmente, para lograr una plena operatividad de la carta, entendida como herramienta de utilidad en la gestión del patrimonio, deberá de mantener una total relación con los niveles denominados de intervención y proyección.

Según lo mencionado anteriormente, hemos concedido una importancia capital, durante los años previos a la presentación de este proyecto, a la puesta a punto de la información adaptada a las necesidades del modelo de arqueología urbana defendido por nosotros, en el cual los documentos de evaluación y diagnóstico patrimonial no deben ser considerados un subproducto proyectual y sí una experiencia en continua actualización e interacción que será, en definitiva, lo que le dé vigencia y utilidad en cada momento.

Como estamos viendo, hablar de cartas de riesgo conduce a tratar implícitamente el concepto y método de arqueología urbana que estemos aplicando. No es operativo, desde nuestro punto de vista, mantener una dualidad metodológica que persiga, por un lado, el fundamentar la dinámica de un proyecto de arqueología urbana exclusivamente como contexto de investigación, y, por otro, construir por separado los documentos de diagnóstico. Como conclusión, estimamos que el nexo, en tanto a método y técnicas, lo constituye el  Sistema de Información del Patrimonio Histórico Urbano, al que anteriormente nos hemos referido. Es ésta, pues, desde planteamientos generales, nuestra concepción sobre la integración metodológica dentro del Proyecto Huelva, en el que se integra un modelo de carta de riesgo que va a participar y a exigir desde el primer momento su lugar en los sistemas de información, uno de los retos más recientes y con más perspectivas de debate en la arqueología de los últimos años.

Nivel de Intervención

Este nivel representa la vertebración del resto de los contemplados en la matriz, pues de la intervención se obtiene el cuerpo de datos fundamental que permitirá no sólo conseguir los objetivos de la investigación, sino también la adopción de las medidas de protección, conservación y difusión.

La gama de intervenciones, que no contempla excavaciones programadas desde el proyecto, integra tanto las realizadas sobre los bienes muebles, a las que nos referiremos más adelante, como sobre inmuebles por los diversos equipos que trabajen en la ciudad: excavaciones de urgencia, sistemáticas y de apoyo a la restauración; prospecciones tanto del territorio circundante, como del casco urbano, entendiendo por tales el análisis de las tramas, de los elementos murarios, tipología de edificios, existencia de sótanos, redes de saneamiento, etc.

El registro de las intervenciones se integra de forma homogénea dentro del diseño general del proyecto, donde aparecen georeferenciados todos los espacios urbanos, dando así sentido al concepto de la ciudad como yacimiento frente al ya obsoleto del solar como yacimiento. Estas referencias son las mismas utilizadas tanto en el Siphu, como en la Carta de Riesgo.

Se completan las intervenciones con las realizadas sobre los artefactos y ecofactos tanto la de los materiales descontextualizados o procedentes de antiguas intervenciones.

Junto con los objetivos de rendimiento científico que fundamentan cualquier iniciativa de estudio sistematizado de los materiales arqueológicos, hemos de señalar que, desde el plano estrictamente metodológico, se realizará un especial esfuerzo en cuanto al aprovechamiento de los recursos de almacenamiento electrónico de la información.

Esta vertiente de la labor de inventario y catálogo realizada sobre materiales arqueológicos recuperados en intervenciones arqueológicas, ocupa una diversidad de tareas, tales como la atención directa sobre ecofactos y artefactos -su individualización mediante código, su descripción y caracterización formal, selección, dibujo, etc.-, o, por otra parte, el tratamiento masivo de toda la información.

Tanto el volumen informativo que aportan las intervenciones, debido al desarrollo de la disciplina arqueológica durante los últimos decenios, como su propia capacidad para generar nuevos conocimientos históricos, implican un seguimiento continuo desde el aparato metodológico del Proyecto de Arqueología Urbana.

El estudio de artefactos, tanto sobre los descontextualizados como los procedentes de las anteriores excavaciones de urgencia, conllevará dos vertientes principales en un único proceso: la utilización de la Ficha Descriptiva, elaborada por el Proyecto de Arqueología Urbana, y la digitalización y posterior edición de todo el repertorio gráfico generado. A partir de la valoración de toda esa información, consideramos importante señalar que un paso posterior es el desarrollo de un programa más de tipo analítico sobre los restos materiales (artefactos y ecofactos), el cual nos proporciona un conocimiento por conjuntos, incidiendo en la aplicación de estudios estadísticos de detalle que desembocarán en la definición de tipologías para lotes concretos de artefactos.

Como se ha apuntado anteriormente, la adquisición de un archivo digital sobre cada elemento de cultura material recuperado por las intervenciones, es una tarea planteada de forma sistemática en el presente estudio. Varios son los factores que aconsejan la realización de esta digitalización masiva:
-Por un lado, los beneficios de una comodidad de uso y gestión -de tipo científico y de difusión- sobre la ingente cantidad de material estudiado, simplificando, en definitiva, los clásicos problemas de manejo y almacenamiento.
-La posibilidad de combinar los recursos informáticos de tipo gráfico y de tipo estadístico, para su aplicación conjunta sobre cada elemento cerámico con el fin de apoyar su propia definición tipológica.

Nivel de Proyección

Confluyen en este nivel todos los anteriores consiguiendo así la conexión de la investigación con la sociedad mediante la proyección científica que genera y divulga la síntesis histórica; socio-económica, a través de la museización de los elementos; y finalmente la proyección urbanística mediante la puesta en valor de los elementos inmuebles, contribuyendo con ello a la rehabilitación y el embellecimiento de la ciudad.

Con la aplicación faseada y a veces simultánea, según proceda, de los cuatro niveles contemplados en la matriz, se pretende la consecución de los objetivos expuestos en lo referente a la Investigación, Protección, Conservación y Difusión.