Síntesis histórico-arqueológica

La revisión de las experiencias previas, antes realizadas, y la explicación arqueológica alcanzada por investigadores o equipos de investigadores que actuaron en la ciudad, junto con la consulta e incorporación de los textos conservados en los archivos locales, raramente utilizados con anterioridad para ese fin, además del estudio de la evolución geomorfológica del espacio habitado en relación con la ocupación humana del mismo, han permitido establecer una serie de hipótesis generales diacrónicas (GÓMEZ y CAMPOS, 2001) que deberán ser analizadas puntualmente en un próximo futuro, puesto que el ciclo positivo de la investigación no puede darse por terminado en el momento actual.

La ocupación humana del lugar donde ahora se asienta la ciudad de Huelva es un hecho que responde a la formación estratégica de los cabezos y a su relación con el espacio marítimo y marismeño de la ría de Huelva. Sólo en el período contemporáneo éstos fueron abandonados, aunque sus superficies fueron utilizadas como pequeños huertos de frutales y viñedos, hasta que la nueva estructura urbana que requería la que sería capital de provincia en 1833 determinó su destrucción y la adaptación de alguno de ellos. La extensión por las zonas más bajas, playa, marismas, esteros, estaría relacionada con el uso de éstas como puerto, ocupándola de hecho y con extensión cuando las alturas y laderas no pudiesen alojar a una población en aumento, o por otras necesidades, quizás como lugar de mercado exterior desde la Protohistoria, y especialmente en los períodos moderno y contemporáneo donde se crea la nueva estructura del puerto.

La ocupación estratégica de los cabezos y la instalación en la superficie más llana que éstos conformaban hasta la línea intermareal, siempre progresando hacia el sur por efecto de la dinámica natural en conjunción con las actividades antrópicas que lo propiciaban, ha sido la dialéctica establecida de forma recurrente entre la sociedad y su medio ambiente. Del estudio de las formas diacrónicas de ocupación y de las acciones llevadas a cabo para adaptarse la población a las características físicas del lugar, ambas siempre en continuo cambio, surgen presupuestos imprescindibles para el conocimiento de los procesos históricos que dieron lugar a la estructura actual de la ciudad, tanto en lo emergente como en lo soterrado.

Por ello, los restos arqueológicos a los que hoy se tiene acceso, deberán ser explicados en función de la dinámica general presente no sólo en el momento en que éstos se originaron, sino que hay que tener en cuenta, especialmente, los procesos erosivo-sedimentarios naturales y las transformaciones realizadas por las sociedades que los heredaron posteriormente, que con nuevas acciones pudieron afectarlos directa o indirectamente y, en cualquier caso, hacerlos desaparecer para siempre.

Desde la metodología o la perspectiva arqueológica más simple, nunca podrá obviarse, como se ha indicado anteriormente, que no se puede considerar a Huelva como una formación tipo tell,  en el sentido clásico del término. Fundamentalmente, y como también se ha señalado, estos presupuestos deberán tenerse en cuenta cuando se actúe en los principales ejes de desagüe de los cabezos, el lugar por donde siempre, incluso en los siglos XIX y XX, se canalizaba la pluviometría invernal, cuya principal evidencia serán estratos heterogéneos, de amplia cronología, conformados como paquetes clasificados por granoselección.

De la misma forma, deberá tenerse en consideración la constitución geológica del espacio ocupado, que si de muro a techo se suceden las unidades mio-pliocenas definidas como Arcillas de Gibraleón y Arenas de Huelva, sobremontadas por niveles de gravas y otras formaciones del Cuaternario, la columna aparece en diferente cota tanto en los cabezos como en las zonas llanas, y todo el conjunto fue matizado por la evolución holocena posterior a la Transgresión Flandriense.

Conocidos a escala general estos presupuestos (GÓMEZ y CAMPOS, 2001), ha podido establecerse que la primera ocupación de Huelva fue muy anterior a la que generalmente se había propuesto. De hecho, la mayor parte de esas evidencias más antiguas se han localizado en contextos de cronología posterior, tanto en actividades realizadas en los cabezos y en la zona llana, como en objetos depositados en el Museo Provincial, que fueron recogidos sin método en los vertederos municipales de la marisma, aunque procedentes del vaciado de cimientos en el casco antiguo (GONZÁLEZ DE CANALES, SERRANO y LLOMPART, 2005).

Entre estos objetos, se cuenta con elementos de la Prehistoria reciente, paralelizables con el asentamiento del III Milenio a.C. de Papa Uvas (Aljaraque), otros atribuidos al Bronce del Sudoeste II pertenecientes a la primera mitad del II Milenio, y algún elemento cerámico de la fase arqueológica denominada Horizonte de Cogotas I, que indicaría la existencia de un hábitat del Bronce tardío característico de la segunda mitad del mismo siglo, como en otras áreas del Suroeste peninsular.

De hecho, las últimas investigaciones realizadas en la periferia de Huelva donde se localiza el yacimiento de La Orden-Seminario, han permitido documentar una intensa frecuentación de la península de Huelva desde el Neolítico Final, a mediados del IV milenio a.C. y durante el Calcolítico (III milenio a.C.), dos de las fases de ocupación mejor representadas en lo que se refiere al número de estructuras de habitación, funerarias y votivas documentadas (GONZÁLEZ y otros, 2008). Las estructuras de hábitat, principalmente “fondos de cabaña” y “silos” presentan plantas de tendencia circular y fueron excavadas en el sustrato geológico, por lo que originalmente fueron concebidas como subterráneas o semisubterráneas dependiendo de los casos (VERA y otros 2010a; GARRIDO y VERA, 2015). En dos localizaciones concretas dentro del yacimiento, se agrupan sendas necrópolis de sepulcros colectivos consistentes en sepulcros de cámara simple, cuevas artificiales con corredor y sepulcros de falsa cúpula o Tholoi (LINARES y VERA, 2015) Finalmente, dos espectaculares depósitos de ídolos cilíndricos fueron recuperados asociados a una de las agrupaciones calcolíticas de estructuras de hábitat (VERA y otros, 2010a y b).

Durante el II milenio a.C. destacan dos áreas de necrópolis de las fases iniciales de la Edad del Bronce (MARTÍNEZ y VERA, 2014), y un caserío con fondos, estructuras de almacenamiento y hornos domésticos del Bronce final (GÓMEZ y otros, 2014). Durante la Protohistoria la zona estuvo ocupada por diversos sistemas de cultivo superpuestos a base de zanjas y fosas que abarcan casi todo el I milenio hasta el cambio de era (VERA y ECHEVARRÍA, 2013; ECHEVARRÍA y VERA, 2015), asociados a estructuras de época orientalizante y turdetana (LÓPEZ y VERA, e.p.).

De momentos inmediatamente anteriores a la Fase clásica del Cabezo de San Pedro (RUIZ MATA, 1979), han de considerarse los materiales localizados en el Nivel 6 de la vaguada NW del mismo cabezo (BLÁZQUEZ y otros, 1979; GÓMEZ, 1997: 203), y otros localizados en contextos más recientes como en La Esperanza (BELÉN y otros, 1978). Los indicadores del poblamiento del final de la Edad del Bronce, comprobados estratigráficamente, han aparecido tanto en la cima como en la ladera de los cabezos de San Pedro, La Esperanza y La Horca, pudiendo haber existido también en los desmontados de El Cementerio Viejo y del Molino de Viento, que indicarían una extensión del hábitat de la Fase I prefenicia por esos cabezos. También existen evidencias de ocupación en zonas más bajas, junto a la zona intermareal, al menos en calle Puerto 10, ya que la ocupación en los cabezos nunca se entendería sin el uso del puerto (GÓMEZ 2007; 2009).

Este hábitat del Bronce Final -Fase I- recibiría los primeros elementos orientales, localizados en el Cabezo de San Pedro (BLÁZQUEZ y otros, 1970; BELÉN y otros, 1978; BLÁZQUEZ y otros, 1979; RUIZ MATA y otros, 1981) y, quizás producto de la evolución de la ladera del cabezo de La Esperanza, en calle Palos apareció el fragmento de crátera ática del Geométrico Medio II (AMO, 1976). Otros elementos fenicios antiguos han aparecido también en sedimentos más recientes en calle Puerto (FERNÁNDEZ, 1986: Fig. 4-5), que no habían sido así valorados (GÓMEZ y BALENSI, 1999).

En el área de la Esperanza no han aparecido estructuras arquitectónicas bien definidas, que implica su destrucción en unos momentos que ahora no es posible determinar con fiabilidad, en todo caso en períodos antiguos, pero sin descartar que parte del arrasamiento de las zonas altas tuvo lugar en época contemporánea cuando se construyeron los depósitos de agua de la Cia. Riotinto. Por otra parte, será en las zonas más bajas del hábitat donde se hayan conservado y excavado restos arquitectónicos de las dos fases orientalizantes definidas por Ruiz Mata, al estar más protegidos de la erosión por la cantidad de sedimentos movilizados en las partes altas y redepositados allí. Por la misma razón, precisamente en las zonas bajas, cercanas a la cota intermareal, donde estarían las playas, marismas y/o esteros, en definitiva la zona portuaria, es donde se han localizado los niveles del período orientalizante relacionados con fases arquitectónicas bien definidas y un importante conjunto de cerámicas griegas arcaicas de los siglos VII-VI (GARRIDO, 1983; GARRIDO y OLMOS, 1982; FERNÁNDEZ, 1984; 1990; FERNÁNDEZ y otros, 1992b; GARRIDO y ORTA, 1989), y otros posteriores (FERNÁNDEZ, 1984), habiéndose sugerido era el lugar donde se realizaban las transacciones comerciales (GARRIDO y ORTA, 1989). Este será también el momento en que se inicia la utilización de la Necrópolis de La Joya y, posiblemente, los túmulos de Santa Marta, perdurando éstos últimos hasta cuando es patente la presencia griega arcaica (GARRIDO y ORTA, 1989).

Los hallazgos y excavaciones de principios de los años setenta indican un importante poblamiento en la segunda mitad del I Milenio a.C. en las zonas llanas y, también, la gran influencia de los procesos postdeposicionales que determinaron que apareciesen revueltos en las arroyadas procedentes de cotas más altas (AMO, 1976; BELÉN y otros, 1978; AMO y BELÉN, 1981); aunque pocos se conservaron en posición primaria, la mayoría de los localizados en las zonas inmediatas a los escarpes procedían de la cima. A pesar de que los datos publicados dejen entrever otro esquema, la ciudad turdetana ocuparía casi el mismo espacio que la de los siglos VIII-VI a.C. (TOSCANO y otros, 2013; TOSCANO y VIDAL, 2015; TOSCANO, 2016; TOSCANO y CAMPOS, e.p.).

El libro de Jacobo del Barco Dissertacion Historico Geographica, sobre reducir la antigua Onuba a la villa de Huelva, publicado en 1755, en el que analiza los datos disponibles para reivindicar que la villa donde nació fue el lugar de Onoba, a pesar de que la autoridad de Rodrigo Caro (1634) la había localizado en Gibraleón, puede considerarse el trabajo fundamental sobre la ciudad romana, aunque con anterioridad otros autores ya habían establecido esta identificación (SAN CECILIO, 1669). Con posterioridad, según se desprende de la documentación archivística existente y de la más reciente bibliografía generada (CAMPOS, 2011; DELGADO, 2016), son muchas las evidencias materiales que pueden servir para establecer, siquiera hipotéticamente, su estructura urbana y los principales elementos que la definen.

Hasta el inicio de las excavaciones en la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de los autores resaltaban el acueducto del Conquero (GARCÍA y RUFETE., 1996); la portada de la villa que se considera romana, la cual debía conectar a Onoba con la vía ab ostio fluminis Anae …Emeritan usque del Itinerario de Antonino; así como hallazgos arquitectónicos sueltos y restos de necrópolis que no resultan fáciles de localizar exactamente.

En relación a la portada, la cual confirmaría que la ciudad estuvo amurallada, fue derribada en el siglo XVIII (MORA, 1762) en la zona denominada, todavía a comienzos del siglo XX, Cruz de la Cuesta, que podría ser una rampa de subida a la acrópolis, según fue interpretado en el diseño del primer escudo heráldico de Huelva que nos ha llegado (MORA, 1762) y otros del siglo XIX con modificaciones que parecen menos reales debido a que ya no existía ésta. También la cuesta aparece  en el plano de los desmontes para abrir la calle Aragón en 1905, o el lugar de la Cruz en el mapa topográfico de 1870 reproducido por M. del Amo (1976). Toda la información existente en los siglos XVIII y XIX de elementos destacables de la Huelva romana es el resultado de haber sido destruidos sistemáticamente para rellenar las zonas bajas tal como se ha expuesto en un apartado anterior, porque sin duda la magnitud de los restos no podían pasar desapercibidos para los eruditos y autoridades locales. Algunos datos documentales, afortunadamente, se conservan en el Archivo Municipal, los cuales fueron recogidos primeramente por el fallecido historiador local D. Diego Díaz Hierro (LAZO, 1999), o en el Archivo Diocesano (SUGRAÑES, 1993).

Hasta muy recientemente, al haber permanecido inéditos estos datos, de la Huelva romana casi no se sabía nada, pues en la primera síntesis arqueológica provincial (ALMAGRO y otros, 1975), el Prof. Luzón sólo cita las fuentes clásicas, sus monedas, la inscripción perdida de Tetis, la existencia del acueducto, y la colección de C. Cerdán (LUZÓN, 1975).

Los primeros datos arqueológicos pertenecientes a las excavaciones realizadas en Huelva serán recopilados por M. del Amo (1976), y no será hasta el año 1992 cuando se publique una revisión de los mismos que incorpora los datos obtenidos en las urgencias (FERNÁNDEZ y otros, 1992c), y otra en 1997 (FERNÁNDEZ y otros, 1997) en la que se describe una síntesis de quince años de arqueología en Huelva.

Las más recientes investigaciones permiten esbozar las líneas generales de la estructura urbana de la ciudad de época romana (CAMPOS, 2002; 2011; DELGADO, 2016) hasta hace muy poco prácticamente desconocida.

Los restos de ocupación de las zonas altas de la ciudad, que se han perdido para siempre pero que han quedado recogidos en los testimonios historiográficos de los autores locales, indican que gran parte de Onoba se extendía por los desaparecidos cabezos de El Molino de Viento y de San Pedro, heredando la ciudad romana-republicana el lugar ocupado ininterrumpidamente desde el segundo milenio a.C. (CAMPOS, 2002; 2011; 2012; DELGADO, 2010; 2010-2011; 2012; 2016).

El estado actual de las investigaciones permite establecer la existencia de dos  zonas, además de la ubicada en altura, más o menos definida. La primera en torno a las Plazas de San Pedro, La Soledad y Calle Pablo Rada con restos de viviendas, una plaza enlosada con grandes lastras, y donde se vienen sucediendo en los últimos años hallazgos de diversa consideración todavía inéditos y por valorar. La otra, que aparece más nítida, se correspondería con una zona portuaria que más adelante veremos.

De lo expresado, resulta un hábitat de cierta importancia que, además de en las alturas mencionadas y de acuerdo con todo lo anterior, se extendía por las faldas del espacio llano situado entre dichos cabezos, fundamentalmente por el lugar ocupado por la villa de la Edad Moderna. Este recinto tendría una entrada por la actual calle de San Sebastián que perpetua el camino romano de salida de la ciudad y que conduce a Niebla, otra por la calle San Andrés, y especialmente por la cuesta empedrada existente entre el perdido Cabezo del Molino de Viento y el  de San Pedro, donde debió de ubicarse una de las puertas de la ciudad. Hacia el sur, quizás el límite estaría en la prolongación de lo anterior hacia la actual Plaza de las Monjas, alcanzando la c/ Pérez Carasa donde han aparecido restos de edificaciones, probablemente de la zona portuaria. Más hacia el sur, en la c/ Vázquez López, se localiza una de las necrópolis de la ciudad en uno de los espigones (VIDAL, 2006; BERMEJO y otros, 2013; FERNÁNDEZ, 2013; FERNÁNDEZ y otros, 2013; BERNARDES y otros, 2014).

Los cuatro puntos anteriores dibujan un recinto, en cuyo interior y exterior puede apreciarse el trazado de los principales ejes viarios de la ciudad y su continuación hacia el exterior y que son especialmente perceptibles en el parcelario y curvas de nivel del plano de 1870. Aunque lógicamente, dada la topografía del solar ocupado por la ciudad romana, no es posible pensar en una ciudad organizada ortogonalmente, si que se aprecian en el urbanismo actual los dos ejes principales que articularon la ciudad en sentido aproximado norte-sur y este-oeste, aprovechando los pasos naturales entre los cabezos. El primero de ellos uniría en sentido norte sur el acceso por la zona norte, donde se ubica la necrópolis de la Plaza Ivon Cazenave, con el sur, donde se localizó la necrópolis de Vázquez López, atravesando toda la zona neurálgica de la ciudad y el área portuaria, discurriendo por las actuales calles de San Andrés, Tres de Agosto y Vázquez López. En sentido este-oeste, desde el acceso por la portada conservada hasta el siglo XVIII, discurriría un eje por las actuales calles de Daoiz, Jesús de la Pasión y San Sebastián, atravesando la Plaza de San Pedro, lugar donde confluye con el eje norte-sur.

Aunque los cabezos proporcionan defensas naturales, es lógico pensar que el recinto señalado se encontraría rodeado, al menos en parte, de una muralla. En favor de esta hipótesis puede apuntarse la opinión del geógrafo árabe al-Himyarī, en su obra Kitāb Al-rawd al-mitﺀār, (Huici, 1964) escrita en el siglo XV  y la existencia del gran muro de sillares, colocados a soga y tizón, en el solar de  Plaza de San Pedro 4-5.

Del conjunto se deduce que Onoba fue una de las ciudades principales situadas en la periferia occidental de la Bética, la cual había heredado la situación estratégica y las posibilidades de explotar los recursos que antes hicieron al asentamiento portuario de la ría de Huelva uno de los centros hegemónicos de la Tierra Llana de Huelva (CAMPOS y GÓMEZ, 1995). De ninguna forma puede mantenerse que Onoba únicamente fuese un pequeño núcleo agrícola o un puerto de pescadores de escasa importancia; la estructura urbana que se deduce de la interpretación anterior no hace sino reforzar que el oppidum descrito por Plinio pudiera haber alcanzado ya su status coloniae (……) con las implicaciones que de ello debieron derivarse (BERMEJO y CAMPOS, 2013; CAMPOS, 2002; 2010; 2011; 2012; CAMPOS y otros, 2010; 2013; DELGADO, 2010; 2012; 2013; 2016).

Los restos posteriores a época romana brillan por su ausencia, especialmente los anteriores a la conquista cristiana. Retomando las descripciones que nos han llegado, la mención de estructuras islámicas es mucho más parca, toda vez que los eruditos locales destacaban casi siempre las romanas. En el mismo sentido hay que entender los textos pues, …los escritores locales …juzgan que desde el momento en que fue por don Alfonso X incorporada a la corona de Castilla, <<empezó a esclarecerse su historia>> (AMADOR DE LOS RÍOS, 1998: 187), en este caso la historia escrita.

Sin embargo, en relación a la ocupación medieval, a pesar de las destrucciones, se reconoce la ocupación de los cabezos de San Pedro y el Molino de Viento, donde Diego Gómez Mora menciona la existencia de fortalezas islámicas (SUGRAÑES, 1995), claramente diferenciados de los otros romanos.

En cuanto a las excavaciones del siglo XX, como los restos medievales han sido casi en general despreciados por la investigación, cuando se mencionan cascotes modernos, en gran parte, se trata de piezas pertenecientes a la ocupación islámica y cristiana medievales, así como de la villa de la Edad Moderna, considerados elementos del nivel superficial, incluso de más de dos metros, tal como se comprueba al revisar las cajas depositadas sin estudiar en el Museo Provincial, rotuladas superficie.

No obstante, se han mencionado hallazgos medievales en el Cabezo de San Pedro (BLÁZQUEZ y otros, 1970; BLÁZQUEZ y otros, 1979; BELÉN y otros, 1978), en la calle Plácido Bañuelos (AMO, 1976), Plaza de San Pedro (VAQUERIZO, 1987 ), calle Pablo Rada (CUENCA, informe inédito), La Fuente (FERNÁNDEZ y GARCÍA, 1991) pero, especialmente, en las urgencias realizadas en  calle San Andrés y Plaza de San Pedro (MERCADO y MEJÍAS, inédito). En el solar Plaza de San Pedro número 1, asociados a elementos arquitectónicos, se describen cuatro fases superpuestas, de los siglos VIII-IX la más profunda, una califal del siglo X, otra mucho más extensa entre el período taifa y la presencia almoravid y, finalmente, después de una aparente remodelación urbana, la almohade correspondiente a los siglos XII-XIII. Sobre esta fase, según los autores relacionados con uno de los principales edificios de la villa cristiana, aparecen restos que han sido fechados en los siglos XIV y XV.

Más recientemente, en las excavaciones de la necrópolis romana del antiguo colegio francés primero y en dos solares de la Plaza de San Pedro después, uno de ellos todavía en proceso de excavación se localizan restos de casas medievales que no obstante no han sido estudiados en profundidad.

Como sucedió siglos antes, la Wlba islámica aprovechó la estructura anterior, en este caso la romana tardía, manteniéndose como una pequeña población portuaria en relación a la  Labla o Isbilla sincrónicas. La …Madina Wlba, poco considerable pero bien poblada, ceñida por muralla de piedra, provista de bazares en los que se hace negocio y se ejercitan en diversos oficios según al Idrisi (CONDE, 1799), es confirmado por Yakut en el siglo XIII, que la distingue por ser una población de poca importancia, una alquería situada en una ensenada del Mar de las Tinieblas (AMADOR DE LOS RÍOS, 1998: 186).

En relación a su localización y estructura urbana, la madina estaría presidida por la alcazaba situada en los cabezos de San Pedro y del Molino de Viento. Como creía el párroco de San Pedro, la ocupación se situaba a intramuros -¿romanos?- en una zona aproximada, aunque más pequeña, que la que se ha estimado para la Onoba romana, pues no se han reconocido elementos arqueológicos fuera del área interior limitada por los citados cabezos, el del Pino, y los de la Esperanza, siendo su límite sur la parte alta de la actual calle Tres de Agosto. Es decir, una situación muy parecida a la descripción de al Hinyeri ya en época cristiana pues, la madina está defendida …de forma natural: las montañas que las rodean sólo presentan pasos estrechos (HUICI MIRANDA, 1964), los mismos descritos en relación a la Huelva romana.

Tras la conquista en el siglo XIII, la villa cristiana nació al amparo de los cabezos, …para derramar después su caserío por las vertientes …y extenderse en el llano; …allí [estuvo] la corte de los Becríes y su alcázar; de allí partían las murallas de piedra que según el Edrisí la cercaban en el siglo XII, …allí el <<castiello>> o el <<alcáçar>> que Sancho IV y su hijo dieron a don Juan Mathe de Luna, …y allí, sobre los descompuestos muros de tal fortaleza, construyeron por último para morada suya los Duques de Medinasidonia y Condes de Niebla, el castillo de que habla Rodrigo Caro (AMADOR DE LOS RÍOS, 1998: 194).

Esta descripción, junto a otros datos documentales, los mismos utilizados por el citado autor, nos lleva a estimar qué poco sería transformada la ciudad hasta la Edad Moderna. Sin dudas, el castillo mencionado antes de esa fecha sería la alcazaba islámica superpuesta al posible oppidum romano de los cabezos de San Pedro y Molino de Viento. De este castillo previo se hace mención en 1293, cuando Sancho IV otorga un privilegio a don Juan Mathe de Luna, que incluye …la tenencia y guarda por el rey, del castillo de Huelva, que a su muerte entregará a don Diego de Haro en 1299. Con posterioridad, que confirma la existencia de la fortaleza ¿pleno? medieval, se menciona en el testamento de don Diego, que lega …vender la villa y castiello que disen Huelua  (AMADOR DE LOS RÍOS, 1998: 188-190).

De esa forma, el castillo de Huelva descrito en 1667 por Don Luis de Coen y Campos (CALDERÓN QUIJANO, 1976: 199-200), y que ya se encontraba en ruinas (GOZÁLVEZ, 1990; 1993), fue construido sobre el anterior por los Condes de Niebla con otros propósitos que la defensa del puerto. Un elemento parecido es la parroquia de San Pedro, que, si algunos autores piensan que conserva todavía restos de la mezquita, éstos son ya mudéjares. Esa estructura amurallada con castillo destacado y arrabales relacionados con el puerto se deduce, incluso, de las descripciones pertenecientes ya a momentos posteriores.

Desde 1268 Huelva era puerto donde se controlaba el …tráfico de cosas vedadas y cobro de aduana o almojarifazgo (LADERO, 1992: 208), con lo que, por el hecho de que Niebla dependiese de su Concejo, desde la conquista cristiana a la Edad Moderna, se irá produciendo el auge de la primera en detrimento de la segunda, una circunstancia que sería aprovechada por la casa de Medina Sidonia, cuando obtiene a Huelva definitivamente en 1467. Desde la conquista ésta había pasado a ser propiedad de varios señores (GARCÍA-ARRECIADO, 1988), los cuales obtenían de ella sus rentas, generalmente sin morar en la villa, y además de designar los alcaides del castillo (LADERO, 1992) poco podría ser lo que influyeran en su desarrollo urbano o monumental, con lo que fundamentalmente mantendría la estructura legada de la villa medieval. En las alturas destacaba el castillo medieval y, cercano a él, la plaza de San Pedro sería el centro neurálgico de su escaso desarrollo urbano, limitado al espacio llano rodeado por los cabezos.

Aunque de 1515 son las primeras actas capitulares …la más antigua división urbana que conocemos de nuestra ciudad fue aprobada en 5 de agosto de 1631, por lo que quedaba seccionada en cuatro cuarteles: el de la Vega; el de la plaza de abajo (la de las Monjas); el de la plaza de arriba (la de San Pedro) y el del Pozo del Vizcaíno (zona de San Francisco) (Díaz Hierro, Odiel 17-1-1965). Esta división confirma un proceso de expansión hacia los huertos, las marismas y el puerto, a través de la calle de la Fuente hacia el sur y por la cuesta empedrada hacia la Vega Larga, donde se habían construido una nueva parroquia y varios conventos. La parroquia de la Concepción se comenzó a construir en 1515, en un punto desde donde a través de la Calzada se unía la ciudad con el puerto, que de nuevo sería el centro económico de Huelva.

Además de las dos parroquias, los conventos de las Agustinas (1515), la Victoria (1582), San Francisco (1588) y la Merced (1605) y las ermitas, sólo pueden citarse algunos palacios de la élite político-económica de la villa, tales como el de los Garrocho o el de los Trianes, destruidos ambos en la segunda mitad del siglo XX.

El castillo se reconstruye en 1594 como residencia de Alonso IV Pérez de Guzmán y familia, pero parece que su construcción dejó mucho que desear por el hecho de que, prontamente, deberá ser objeto de importantes obras, de las cuales existe una amplia descripción (ADH). A pesar de que en 1599 se finalizaron las reparaciones, la familia de los Guzmán decidieron tener su residencia en la parte llana de la villa pues, en 1656 se compra una …buena casa solariega de las que abundaron hasta el terremoto de 1755 , en la vieja villa de Huelva (A.D.H.), para construir un palacio … sì moderado para tales Perfonages, fumptuofo para allì (MORA, 1762: 147), que a lo largo del tiempo cumpliría diversas funciones.

En el siglo XVIII, habiendo perdido el castillo su principal función de defensa de la villa, ésta sólo tenía como defensa …vna Trinchera de tierra, y fagina, con fu foffo, delante de la Merced, donde ad terrorem eftaban cabalgadas quatro, ò feis Piezas (MORA, 1762: 149). También, en la entrada del puerto, se construyó un pequeño baluarte que se destruiría ya en el siglo XIX, detrás del cual y como entrada por la Calzada, con anterioridad a esa fecha se levantó la puerta-capilla del Arco de la Estrella, también desaparecida.

El terremoto de 1755 fue un episodio de gran repercusión en la sociedad peninsular pues el desastre influyó no sólo en el cambio de las ciudades y villas que debieron ser reconstruidas, sino que las elevadas pérdidas, tanto de vidas como de haciendas, y la indefensión en que se encontraba el hombre ante fenómenos de tal magnitud significaron una dura prueba para la mentalidad de la época. En cuanto a Huelva, las diversas descripciones y la planimetría posterior son un importante referente para explicar las características geográficas, urbanísticas y la escasa monumentalidad previa, así como la evolución posterior a su reconstrucción. En Huelva Ilustrada (MORA, 1762: 7ss) se encuentra claramente descrita la villa posterior a la catástrofe.

Además de la vinculación económica al mar, que hacía muy rentable su puerto por el comercio exterior, las pesquerías y las salinas, gran parte de la villa vivía de las feraces tierras de sus alrededores, que estuvieron cubiertos de frutales, olivares y especialmente viñedos. Además de un continuo proceso de avance hacia el mar, ésta será la apariencia de la villa que no será capital de provincia hasta 1833. Según se desprende de lo anterior, debido al desinterés por los equipos que han realizado excavaciones en Huelva, casi nada sabemos de la arqueología de la villa moderna sobre la que se han realizado muy pocos trabajos.

La historia contemporánea de Huelva se inicia con su designación como capital de provincia en 1833, que es cuando comienza …a escribir, con su puño y letra, un nuevo capítulo en su Historia general (DÍAZ HIERRO, 1992: 146). De esta etapa, como es lógico, existe una amplia bibliografía recogida en obras muy recientes, entre las que destacamos el de la prof. Díaz Zamorano (1999), un futuro referente para cualquier estudio de la formación de la ciudad, donde se analizan sus principales hitos monumentales y evolución urbanística en relación a los cambios políticos y económicos de los últimos años. Se hace hincapié en las reformas del casco antiguo, que implica nuevas alineaciones, apertura de calles y avenidas, así como la infraestructura industrial que impide el progresivo acercamiento de la ciudad hacia la ría. Si la ciudad heredó de la villa su fisonomía ancestral, el desmonte de los cabezos iniciado en el siglo XIX y la sustitución de edificios nos llevaría ahora a pensar, como lo hicieron Santamaría y Amador de los Ríos en relación a las ciudades romana e islámica respectivamente, que no existió la villa de finales del siglo XIX o que nada queda de la pequeña capital de provincia de las primeras décadas del siglo XX.